Cada vez son más los avances que la ciencia hacen en el tema de interfaces neuronales, pero las mismas podría abrir la puerta a amenazas de seguridad
27.06.2021 • 17:01hs • Ciberseguridad
Ciberseguridad
Otro frente en peligro: las interfaces neuronales en alerta, ya que podrán ser foco de ciberataques
No son pocas las empresas, como Neuralink, de Elon Musk, o CTRL Labs, de Facebook, que apuestan a la evolución de las interfaces neuronales para que lo humanos puedan manejar su entorno con el simple pensamiento.
Pero esa competencia en marcha tambien tiene su lado obscuro; la posibilidad que tales dispositivos sean foco de ataques cibernéticos, que pongan en riego hasta la seguridad física.
"Podríamos tener daños cerebrales, movimientos involuntarios, pérdidas de memoria… Podríamos estar generando un daño que podría ser incluso irreparable si se hace de forma continuada", señala Sergio López, investigador de la Universidad de Murcia. El experto lleva cuatro años explorando estas amenazas junto con Alberto Huertas y Gregorio Martínez, parte del grupo de investigación Cyber Data Lab, de la Universidad de Murcia. Los tres forman un equipo pionero. "Este es un campo con mucho potencial pero poco recorrido", resume López.
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Visitantes de una exposición tecnológica china controlan coches teledirigidos con interfaces cerebro máquinaChina News Service / VCG via Getty Images
Pero las amenazas que estudian no están por venir. No comienzan con la llegada de implantes como el que está desarrollando Neuralink, sino que están aquí. Ya podemos utilizar cascos que actúan como interfaces entre nuestra actividad neuronal y otros dispositivos y nos permiten, por ejemplo o controlar extremidades prostéticas como un brazo robótico o un exoesqueleto. Un ataque a un sistema como estos podría afectar a la integridad del dispositivo y dejarlo inservible o comprometer información sensible, si se roban y procesan los datos que están recogiendo. En el ámbito sanitario, donde estas tecnologías se emplean en terapias de neuroestimulación para tratar enfermedades como el párkinson, los daños causados si alguien alterase los voltajes establecidos serían mucho mayores.
Pero los anteriores palidecen ante el impacto potencial de un ciberataque lanzado sobre una interfaz invasiva. "La diferencia es la resolución. Un casco no invasivo lo que tiene son electrodos que miden el campo eléctrico que se produce cuando poblaciones grandes de neuronas interactúan", explica Huertas.
"El potencial es brutal. Pero la ciberseguridad necesita ser estudiada en profundidad", subraya Martínez, que se muestra convencido de que este ámbito hará aflorar una vulnerabilidad que no estaba al alcance de los ciberataques más agresivos. "¿Qué pasa si un atacante es capaz de saber cuáles son tus sentimientos, tus sensaciones o tus pensamientos?", se pregunta Huertas.
¿Quién tiene las habilidades para perpetrar un asalto de este tipo? Según explican los investigadores, lanzar un ataque desde una perspectiva informática podría estar al alcance del cibercriminal clásico. "Por ejemplo, interceptar las comunicaciones entre el dispositivo y el móvil u ordenador al que está conectado", comenta López. Hecho esto, el atacante podría además modificar esa información o inhabilitar la conexión.
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La humanidad enfenta otro frente de batalla en ciberseguridad con el desarrollo de las interfaces neuronales y su uso
En la protección de un entorno tan delicado como el cerebro humano también afloran retos ajenos a la ciberseguridad tradicional. "Estos dispositivos tienen bastantes limitaciones en cuanto a hardware y software", adelanta Huertas. Por un lado, estar conectados a otras máquinas, como ordenadores o móviles, les hace heredar cualquier vulnerabilidad de estas. Por otro, su capacidad de computación está ocupada en menesteres distintos a los de establecer barreras de protección. "En un ordenador te puedes poner un antivirus o establecer una serie de sistemas que controlen y analicen lo que está pasando. Pero estos dispositivos se hacen con unas capacidades concretas para realizar unas funciones concretas. No podemos meter algo como un antivirus", explica López. A esto se suma la constante evolución de las amenazas y las dificultades inherentes de actualizar el programa de un aparato que está enterrado en nuestros cerebros.
El tema es encontrar soluciones antes de que se convierta en un problema serio. "Una empresa es un negocio y la ciberseguridad no vende hasta que tienes el problema", sentencia Huertas. Con todo, los tres investigadores confían en que en paralelo con la generalización del uso de estos dispositivos crezca la conciencia de la necesidad de protección. "Es una muy mala noticia para la disciplina que haya poca gente trabajando en esto", concluye Martínez.
Fuente: El País Tecnología