El actual modelo económico argentino presenta una estructura tan desbalanceada como el trago que da nombre a esta editorial.
En un país donde el 30% de la población accede a beneficios, arbitrajes o sectores dinámicos -como el agro, la energía o las finanzas-, y el restante 70% apenas sobrevive entre sueldos licuados, inflación persistente y creciente informalidad laboral, el cóctel que se sirve parece diseñado para llegar a octubre con el dólar planchado y la inflación reprimida, pero a costa de profundos daños estructurales.
Reservas netas negativas y un Banco Central ausente
Mientras el campo avanza con su liquidación estacional, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) sorprende al mercado con una estrategia de no acumulación de reservas.
En lo que debería ser la temporada alta de ingreso de divisas -por la cosecha gruesa de soja y maíz-, la autoridad monetaria ha optado por quedarse al margen del MULC (Mercado Único y Libre de Cambios), bajo la hipótesis de que en junio el Fondo Monetario Internacional concederá un Waiver por incumplimiento de metas.
Sin embargo, las reservas netas siguen en terreno negativo, estimadas en -u$s 3400 millones, un nivel crítico que mina la credibilidad de la política cambiaria y monetaria.
Mientras tanto, las reservas brutas se sostienen con swaps con China, préstamos de organismos multilaterales y encajes de depósitos en dólares, pero sin capacidad efectiva de intervención.
Los agentes económicos desconfían: perciben que el Gobierno estira la mecha de un programa transitorio, basado en el atraso cambiario, controles laxos y un ajuste fiscal feroz.
El 30% que accede al "dólar de privilegio"
En este esquema, un 30% de los consumidores y operadores económicos accede -de forma directa o indirecta- a una especie de dólar oficial de privilegio, ya sea por importaciones, gastos autorizados en el exterior o mecanismos financieros grises que permiten "escupir" dólares sin grandes restricciones.
Muchas de estas operatorias bordean la ilegalidad o se amparan en fallas deliberadas de los organismos de control, que eligen mirar hacia otro lado.
Este segmento se mueve en un entorno que le permite mantener márgenes, cubrirse contra la inflación o realizar arbitrajes legales o semilegales, profundizando la brecha con el 70% restante.
Paritarias y salarios: una carrera perdida
Mientras tanto, el grueso de la población enfrenta paritarias por debajo de la inflación. En los últimos meses, los acuerdos salariales se ubican mayormente en torno al 1% mensual, mientras la inflación núcleo ronda el 2,5% promedio, con alimentos creciendo por encima del IPC general.
Esta licuación sistemática del poder adquisitivo forma parte de la estrategia desinflacionaria: enfriar la economía, frenar la indexación y recomponer los márgenes empresariales. Pero el costo es socialmente insostenible.
Hoy, 7 de cada 10 trabajadores no llegan a fin de mes, el empleo informal crece, y los datos del INDEC reflejan una caída interanual de la masa salarial real, tanto en el sector privado como público.
Una actividad dual: crecimiento sin empleo
La actividad económica muestra una clara segmentación. El 30% del PBI que responde a sectores como el agro, el gas, el petróleo y la minería muestra dinamismo gracias a precios internacionales, inversiones específicas (como Vaca Muerta o el litio), y bajos costos en dólares.
Pero son sectores capital-intensivos, con bajo impacto en el empleo. El otro 70% -industria manufacturera, comercio, construcción, servicios- muestra caída en ventas, cierres de PYMEs y despidos silenciosos.
Según datos del EMAE, la actividad cayó un 5,3% interanual en marzo, con derrumbes en industria (-19,6%) y construcción (-29,9%).
Atraso cambiario e importaciones abiertas: ¿modelo sostenible?
El Gobierno apuesta todo a un tipo de cambio ultra atrasado —el oficial crece al 2% mensual, contra inflación de 2.5%-3%— como ancla nominal para frenar la inflación, en un contexto de tasas reales fuertemente negativas y liberalización de importaciones.
Esta combinación genera un triple efecto nocivo:
Pierde competitividad exportadora: los exportadores liquidan lo mínimo indispensable para cubrir gastos operativos.
Fomenta importaciones: sin una administración eficiente del comercio, se generan déficits sectoriales crecientes.
Destruye empleo: al competir en condiciones desiguales con bienes importados baratos, muchas industrias reducen turnos o directamente cierran.
La reciente aceleración de importaciones no responde a reactivación, sino a arbitrajes ante la expectativa de devaluación posterior a las elecciones.
El plan: ganar tiempo hasta octubre
Todo indica que el plan actual tiene un solo objetivo: llegar competitivo a octubre. Para ello, se apuesta al ancla cambiaria, al ajuste fiscal vía licuación del gasto, a tarifas contenidas y a una pax cambiaria transitoria, que no es gratis ni sostenible.
Pero ¿cómo votará ese 70% que queda fuera del reparto? ¿Cuál será la reacción de los desocupados, de los asalariados informales, de los jubilados con haberes mínimos?
Una sociedad que ya no cree
A este escenario se suma un componente político fundamental: la apatía del votante. Las últimas elecciones provinciales y municipales reflejan una participación en caída y un creciente desencanto.
La polarización vacía de contenido y la falta de respuestas tangibles a los problemas cotidianos minan la legitimidad del sistema.
El riesgo no es solo económico. Es social y político.
Conclusión
La Argentina Fernet 70/30 es un reflejo crudo de un país en desequilibrio. El plan económico actual puede tener efectos transitorios sobre la inflación, pero su costo en términos de reservas, empleo, productividad y confianza es altísimo.
Si no se replantean sus fundamentos, el precio a pagar después de octubre puede ser mucho mayor.
¿De qué sirve ganar tiempo si se pierde el rumbo? De un proyecto de país pasamos a un proyecto de poder, y eso nunca termina bien.
*Por Marcelo Trovato, manager de Pronóstico Bursátil