Imagine que WhatsApp no solo sirviese para comunicarse. Imagine que, sin salir de la aplicación, pudiese pedir un taxi o desbloquear una bicicleta municipal, comprar un billete de avión y productos de Amazon, reservar un restaurante o pedir comida a domicilio, pagar las facturas de la luz y hacer la declaración de la renta, pedir cita con el médico e incluso invertir los ahorros en fondos. Parece ciencia ficción, pero en China hace ya tiempo que es una realidad: bienvenido a la era de las superaplicaciones.

Alipay, el servicio de pagos electrónicos de Alibaba, abrió la veda. Y ahora es una navaja suiza que sirve para moverse por todas las constelaciones del ciberespacio chino. La aplicación original se limitaba a generar códigos QR para realizar pagos en comercios y máquinas de vending, así como a tramitar transferencias gratuitas a otros usuarios. Pero, poco a poco, fue integrando otros servicios del gigante del comercio electrónico y luego se abrió a empresas no vinculadas al grupo.

Esas últimas cuentan con sus propias aplicaciones individuales, pero Alipay ha integrado versiones ligeramente reducidas en su 'superapp', de forma que no es necesario descargar nada para pedir un taxi con Didi, utilizar una bicicleta compartida de Hellobike, adquirir productos en Taobao, fraccionar los pagos con los servicios financieros de Huawei, o incluso ver vídeos de Youku. Sin duda, un aliciente extra para usarlos es que no requieren registrarse en cada servicio, ya que los datos del usuario se comparten directamente, como cuando uno se registra utilizando la cuenta de Facebook o Google.

La respuesta de WeChat

Y cuando parecía que Alipay sería hegemónica en China, en 2017 WeChat —el WhatsApp lanzado por la rival Tencent en 2011— plantó cara con sus miniprogramas, versiones reducidas de las aplicaciones que funcionan dentro de la 'superapp'. Ya en el primer año de existencia se diseñaron un millón que sumaban 100 millones de usuarios; el año pasado, estas 'píldoras de software' cerraron 1.100 millones de transacciones por valor de 100.000 millones de euros, y se espera que en 2020 su número supere los tres millones y atraigan a mil millones de usuarios.

Cualquier empresa puede diseñar uno de ellos. Los hay de multinacionales como Carrefour, Starbucks o Zara, e incluso de gigantescas plataformas de comercio electrónico como JD. Tesla tiene uno para que sus usuarios encuentren estaciones de recarga. Pero el grueso está conformado por los pequeños comercios. "Yo pago una tarifa anual para utilizar una plantilla desarrollada por una empresa, al estilo de Wordpress o Shopify, y vendo en ella mis productos", comenta Hu Yuan, una joven de Nanjing que comercia con accesorios y bisutería.

AliPay y WeChat son dos gigantes en China

El funcionamiento es sencillo: sus clientes pueden buscar el nombre de su tienda y entrar al miniprograma, que se ejecuta directamente en la aplicación. "Está ligado a la cuenta oficial de la marca, que también pueden seguir para estar atentos a las novedades y tener un acceso más rápido. Dentro encuentran todos los productos y pueden comprarlos sin salir de WeChat", explica Hu.

Estas superaplicaciones han revolucionado el Internet chino. "Las aplicaciones ocupan mucho espacio. Los clientes ocasionales son reacios a descargar una para adquirir un producto o servicio. ¿Para qué afectar al rendimiento del móvil con una 'app' que apenas se utiliza? Estas pequeñas plataformas solucionan esta situación y ofrecen el mismo servicio de forma más conveniente y, a menudo, más rápida que las aplicaciones nativas", explica la consultora Melchers en un informe.

La idea gusta también a Apple

Una encuesta realizada por Tencent el año pasado concluyó que el 40% de los internautas chinos creen que este modelo acabará sustituyendo a las aplicaciones clásicas, y que solo el 30% de quienes utilizan los servicios anidados en WeChat está dispuesto a descargar la aplicación individual. "Son una solución maravillosa", sentencia Germán Torrado, especialista en datos y responsable en China de la consultoría Genetsis E-commerce. "Facilita encontrar cualquier servicio y los usuarios pueden satisfacer en la 'superapp' el 80% de sus necesidades", añade. Además, Torrado considera que "ofrecen un mayor grado de privacidad y de seguridad que las aplicaciones individuales, porque estos ecosistemas cuentan con muchos más medios para protegerlos de los 'hackers'".

Ejemplo de tienda de una superaplicación

Parece evidente que estas 'superapps' marcan el futuro de los servicios móviles, pero no han calado en Occidente. Es cierto que cada vez más redes sociales integran servicios y canales de venta —Torrado señala la iniciativa de WhatsApp Pay—, pero solo Apple ha copiado el modelo chino en la última versión de iOS, que estrena los App Clips. No es lo mismo, pero se parece. El sistema permite, escaneando un código QR o utilizando el chip NFC, acceder inmediatamente a una versión limitada de la app —casi como una previsualización de la misma— para utilizar un servicio concreto sin necesidad de abrirla. Y tienen una ventaja sobre Alipay o WeChat: como los App Clips están directamente integrados en el sistema operativo —y no en una aplicación—, no hace falta abrir la superaplicación y buscar el miniprograma para usarlos. En tiempos del coronavirus, con un creciente número de negocios utilizando servicios virtuales basados en códigos QR —como las cartas de un restaurante—, esta parece una iniciativa especialmente práctica.

Torrado incide también en otros elementos que dificultan la implementación de las 'superapps' fuera de China. "El hecho de que los países sean mucho más pequeños y estén regidos por normativas diferentes dificulta que prosperen este tipo de servicios. Y luego también está el propio perfil del usuario. El chino está siempre dispuesto a probar cosas nuevas y tiene una fe ciega en que el Gobierno protege sus intereses, mientras que el occidental es más reacio a dar sus datos y siempre sospecha", explica.

Luis Galán, fundador de la consultoría de comercio electrónico 2Open en China, tampoco cree que las 'superapps' vayan a calar en Occidente. Y señala aspectos sociales y culturales como el principal escollo para ello. "Por ejemplo, en Occidente tenemos siempre a gala el 'mito del garaje': cualquiera con una idea, talento y ganas, puede crear un producto disruptivo de forma rápida y eficaz. A ese respecto hay encuentros de programadores, 'hackatones' y demás eventos que tienen como objetivo definir y lanzar en horas un producto mínimo viable. Cuando tienes esta cultura 'de abajo a arriba' metida en el ADN de la propia sociedad, es lo que promueves: lanzar proyectos independientes, autónomos, con una cuenta de pérdidas y ganancias independiente, lo que nos lleva a la disgregación de funcionalidades en diferentes empresas y proyectos".

El peligro de las 'superapps'

En China, apunta Galán, impera una cultura 'de arriba abajo' que facilita la aceptación de macroempresas que van comiéndoselo todo "como si fuesen un comecocos o un soviet privado". Y luego están el desarrollo de estándares y la interoperabilidad de aplicaciones, así como los asuntos legales relacionados con la privacidad. "En un entorno regulatorio Occidental, donde se define al usuario como el dueño de sus datos, será más difícil acumular tanta información y poder en jugadores concretos. Esto favorece también la dispersión. A mi juicio, no veremos estas metaaplicaciones, o al menos no a corto plazo, y lo creo bueno para el consumidor y para la libertad", apostilla Galán.

No en vano, un ingeniero extranjero de Tencent, que prefiere mantenerse en el anonimato, reconoce que los gigantes chinos acumulan mucho más poder que sus homólogos estadounidenses y que eso conlleva riesgos. "Las superaplicaciones pueden acabar convirtiéndose en ecosistemas cerrados que los gigantes de Internet usen para hacerse la guerra", comenta. Y señala como ejemplo a la propia WeChat, que bloquea las aplicaciones de la rival Alibaba e incluso impide que sus usuarios abran enlaces de la plataforma Taobao que les llegan a través del chat. "Tampoco pueden publicarlos en la sección Moments que hace de red social. Es casi como si Google no permitiese abrir un enlace de Facebook que llega a Gmail porque son empresas rivales", comenta.

 

Además, Alibaba y Tencent —que acaba de superar a Facebook para convertirse en la empresa de redes sociales de mayor valor— propician la deriva del sistema hacia un oligopolio que puede terminar siendo contraproducente para empresarios y consumidores. "Pero esta es una tendencia global que vemos en los propios sistemas operativos con el duopolio Windows/Mac. En cualquier caso, si tienen tanto poder es porque tienen muchos usuarios. Y eso quiere decir que responden de forma satisfactoria a una demanda", argumenta Torrado. "Además, en China todavía hay espacio y dinamismo suficiente para que crezcan nuevos gigantes como Pinduoduo —comercio electrónico— o Bytedance —desarrolladora de TikTok—". En cualquier caso, es evidente que las 'superapps' distancian cada vez más la Internet china de la Occidental, aunque también demuestran la capacidad de innovación china, indicó El Confidencial.

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