Elon Musk, fundador del fabricante de vehículos eléctricos de alta gama Tesla, se convirtió este jueves en el hombre más rico del mundo gracias a la disparada de las acciones de su firma en bolsa, según cálculos de la agencia Bloomberg.

Con la subida de los títulos de Tesla en bolsa, y con la propiedad del 18% de la empresa, el empresario de 49 años que también dirige SpaceX, supera así a Jeff Bezos, el fundador de Amazon, quien era desde 2017 el hombre más rico del mundo, según la agencia que tiene una clasificación de multimillonarios.

La acción de Tesla multiplicó por más de siete su valor en 2020 y seguía subiendo en Wall Street el jueves, con lo que la fortuna de este ingeniero de origen sudafricano alcanzó 188.500 millones de dólares poco después de la apertura de la bolsa, 1.500 millones de dólares por encima de lo acumulado por Bezos.

El miércoles Tesla superó por primera vez los 700.000 millones de dólares de capitalización bursátil al cierre de la bolsa neoyorquna con un alza de casi 3% de sus acciones a 755,98 dólares. El jueves por la mañana, el título rozaba los 800 dólares, con un alza de 5,7%.

Las ventas del grupo siguen sin embargo muy lejos de las de los fabricantes tradicionales de vehículos: Tesla vendió 499.550 vehículos en 2020, lejos de los 11 millones de Volkswagen en 2019.

Pero Tesla se beneficia del optimismo de los inversores por el futuro de los vehículos eléctricos y del hecho de que logró ganar dinero en cinco trimestres consecutivos, lo cual le ayudó a ingresar en el prestigioso índice S&P 500 en diciembre.

De granjero a millonario

Aunque no existe la fórmula para identificar a un emprendedor, suelen compartir algunos rasgos característicos. Decisión, imaginación, ideas innovadoras y una pizca de optimismo para no derrumbarse ante el más mínimo tropiezo. 

En ese sentido, se puede decir que Elon Musk es un emprendedor "defectuoso". El empresario, de origen sudafricano, siempre repitió que no confiaba en que sus proyectos vivieran demasiado tiempo. Incluso, temía recomendarles a sus amigos que invirtieran en ellos ante el temor de dejarlos en bancarrota. 

No obstante, su mantra para el éxito siempre fue el trabajo duro, a veces hasta el punto de workaholismo. Tan polémico como audaz, en casi un cuarto de siglo pasó de vendedor en empresas, como PayPal, a ser uno de los principales competidores en las carreras aeroespacial y automotriz eléctrica, con SpaceX y Tesla. 

Con 17 años, una valija y solo u$s2.000 en el bolsillo, dejó Sudáfrica -en parte para evitar el servicio militar obligatorio- y llegó a Canadá gracias a la nacionalidad de su madre. 

La aventura de Musk en el país del hockey sobre hielo y la amabilidad extrema duró solo dos años, en los que trabajó como granjero en un campo de su primo y hasta limpió la caldera de una maderera por u$s18 la hora, mientras hacía sus primeras armas en la Universidad de Queen. 

Su verdadero sueño era llegar a los Estados Unidos, la tierra donde "todo sucedía", según sus propias palabras. Fue así como pidió el pase, beca mediante, a la Universidad de Pensilvania.

El mayor de tres hermanos marcó el camino, el resto lo siguió hacia América. Tras finalizar su carrera de grado especializada en negocios y física, optó por continuar sus estudios en la prestigiosa Stanford. Sin embargo, su experiencia en la Ivy League duró apenas 48 horas.

Según Maye Musk, su madre, su crianza fue fundamental para desarrollar el espíritu emprendedor en sus herederos. Al divorciarse del ingeniero Errol Musk, decidió comenzar de cero con sus hijos y una billetera un tanto flaca. 

Por eso, sus hijos la ayudaban con las tareas de su consultorio de nutrición. La misma astucia con la que el futuro empresario les vendía huevos de Pascuas a precios inflados a sus vecinos la utilizó luego para convencer a un grupo de científicos para que se sumaran a construir cohetes para viajar a Marte. 

Musk espera el año próximo lanzar un cohete de SpaceX a Marte

"No creo que vuelva a verte", le aseguró al chairman del departamento de Stanford al que le pidió una prórroga en su carrera para comenzar su primera compañía. Musk calculaba que en seis meses, quizá, podría estar retomando las clases, con una deuda universitaria de u$s110.000 a cuestas. Pero nunca lo volvieron a ver por el campus en California.

Paso a paso

La tecnología siempre lo había fascinado. Desde los relatos futuristas de los libros en los que se ensimismaba durante su infancia (tanto que su madre llegó a pensar que tenía problemas de audición) hasta sus primeros pasos programando en una computadora

Su primer proyecto fue Zip2, que primero se enfocó en ayudar a los medios de comunicación a armar su canal online, para luego especializarse en brindarles un software para construir directorios y mapas. 

Su socio fue su hermano Kimbal, con quien desembolsó u$s28.000 de la cuenta de su padre para poner en marcha la empresa. Cuatro años más tarde, la firma de computación Compaq compró su emprendimiento por más de u$s300 millones, de los cuales Musk se quedó con u$s22 millones.

¿Qué hizo con ese primer ‘sueldo’? Muchos creerán que, conociendo su historial, lo destinó a un nuevo proyecto. La respuesta no es del todo incorrecta. Sí, lo hizo, pero antes se dio un pequeño gusto y desembolsó u$s1 millón para comprar una de las 36 unidades del McLaren F1 que por entonces circulaban en el mundo. Incluso, un Musk de 28 años, con una cabellera menos poblada y portando un saco color camel con hombreras, se prestó a una nota televisiva a las 7 de la mañana mientras recibía su vehículo último modelo. 

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Capricho resuelto, invirtió u$s12 millones para fundar el banco online X.com a los pocos meses de haberse desprendido de su primer retoño. La burbuja de las puntocom lo llevó a modificar su core business; así, se volcó por los pagos vía correo electrónico. 

En ese momento, su espíritu combativo comenzó a aflorar para luchar a diestra y siniestra contra la venta de la compañía. Finalmente, en 2002, no logró quebrar la voluntad del resto de sus socios y fue adquirida por eBay en u$s1.500 millones, de los cuales casi u$s200 millones fueron a parar al bolsillo del emprendedor. 

A pesar de su frustración, ese ‘vuelto’ lo ayudaría a crear los cimientos de dos gigantes del nuevo siglo: SpaceX y Tesla.

De emprendedor a empresario moderno

Elon Musk no fundó Tesla. La idea de crear una automotriz especializada en vehículos eléctricos no cayó cual manzana iluminando su ávido cerebro. Fueron otras personas las que trazaron el proyecto, diseñaron el primer prototipo e incluso lo probaron. 

Sin embargo, no cabe duda que el sudafricano se convirtió en la cara visible de la compañía. Su liderazgo fue fundamental para darle una bocanada de aire fresco cuando pasaba momentos de zozobra, como así también su propia personalidad le generó más de un dolor de cabeza.

Fueron, en realidad, los ingenieros Martin Eberhard y Mark Tarpenning los que crearon el Tzero, un vehículo pequeño y amarillo que podía acelerar de 0 a 100 km/h en tan solo 4 segundos y funcionaba a electricidad. 

Sin embargo, antes de desembarcar en la automotriz, Musk inició su tercer emprendimiento. En su visión, los costos de fabricar cohetes y naves para ir al espacio eran demasiado altos, por lo que se propuso investigar la manera de reducirlos. Para eso formó un grupo de técnicos y científicos, aunque convencerlos no fue fácil. 

"No podía contarles directamente que quería crear una compañía aeroespacial. Entonces les dije: ‘¿Te gustaría ayudarme con un estudio de viabilidad para averiguar si es posible realizar avances en tecnología de cohetes? Serán solo un par de fines de semana de tu tiempo’", detalló. Fue así como nació Space Exploration Technologies, más conocida como SpaceX, en 2003.

Model 3. El eléctrico furor, con un precio de u$s35.000

En los primeros años, invirtió cerca de u$s100millones de su propio bolsillo pero varios lanzamientos no tuvieron la performance esperada. Todo cambió en 2008, cuando el Falcon 1 se convirtió en el primero en llegar a la órbita, razón por la cual ganó un contrato de u$s1.600 millones con la NASA para llevar suministros a la Estación Espacial Internacional.

Al mismo tiempo, iniciaba su mandato como número uno de Tesla. Tras llegar a la compañía como inversor cinco años antes, aportando u$s7,5 millones en su primera ronda, fue haciéndose un lugar en la automotriz. 

Al Roadster le siguieron los Model S y X, aunque ninguno fue tan exitoso como el Model 3, el auto eléctrico ‘para las masas’. A un precio al público de u$s35.000, consiguió 500.000 pedidos en sus primeros días, cuando, por caso, el Model S había logrado entregar 200.000 unidades en seis años. 

De la fábrica en Fremont, California, se expandió a Shanghái, donde levantó una planta con capacidad para producir unos 10.000 vehículos por semana.

A pesar de las innovaciones y lanzamientos, la automotriz hace agua desde lo económico. Según sus balances, dio pérdidas en sus últimos ocho años, siendo el rojo más intenso el del reporte de 2017 con u$s2.240 millones. A su vez, las demoras en  la entrega de las unidades generaron más de una queja entre los consumidores.

Del otro lado, SpaceX se mantiene como una empresa privada y en los últimos meses levantó u$s1.000 millones en dos rondas de inversión. Asimismo, aparece como el proyecto que más sonrisas le despierta a Musk. 

De acuerdo a sus cálculos, 2022 podría ser el año en el que se lleven a cabo los primeros viajes de SpaceX para construir la infraestructura para futuras misiones marcianas.

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