Que PIMCO coloque en la misma frase al oro, cripto y activos reales no es un detalle menor. Es una señal. Hace apenas unos cinco años, mencionar a Bitcoin en una casa que gestiona más de u$s2 billones era poco menos que una herejía financiera. Hoy, aparece integrado dentro de una estrategia de protección real del capital.

El mensaje de fondo del último informe es claro y algo incómodo para el consenso tradicional. El mundo que viene no se resuelve solo con bonos y acciones. Inflación estructural más alta que en la década pasada, shocks geopolíticos persistentes y niveles de deuda que condicionan la política monetaria obligan a repensar carteras desde otro ángulo.

PIMCO no habla de euforia ni de "nueva frontera". Habla de resiliencia. El rally del oro, que acumula máximos históricos, no es leído como una anomalía sino como una consecuencia lógica de un sistema en el que los bancos centrales ya no pueden prometer estabilidad eterna sin costos. En ese mismo marco conceptual, los activos escasos y no soberanos empiezan a ganar espacio en la conversación, aunque todavía sin ocupar el centro de la escena.

El dato político-financiero es ese: cripto dejó de ser un experimento marginal y pasa a ser parte del menú de activos reales. No porque reemplace al oro –PIMCO no va tan lejos–, sino porque cumple una función similar en determinados escenarios: cobertura frente a la degradación monetaria y diversificación frente a activos puramente financieros.

La inclusión es deliberadamente cauta. Bitcoin no aparece como "refugio" en el sentido clásico, ni como activo táctico de corto plazo, sino como parte de un ecosistema más amplio de real assets, junto a commodities y metales preciosos, pensado para proteger portafolios en un mundo donde la inflación puede bajar, pero difícilmente vuelva a ser irrelevante.

El trasfondo macro explica el giro

Con deudas públicas en niveles récord y márgenes fiscales cada vez más estrechos, la política monetaria pierde grados de libertad. En ese contexto, la confianza plena en monedas fiat vuelve a ser una apuesta, no un supuesto. Y cuando eso ocurre, Wall Street, aunque no lo diga en voz alta, empieza a mirar alternativas.

Que PIMCO lo escriba no significa que el debate esté saldado. De hecho, sigue abierto. Pero sí marca un punto de inflexión, pues el combo oro–cripto dejó de ser un tabú institucional y pasó a ser una discusión legítima, incluso entre los jugadores más conservadores del sistema financiero global.

Ignacio Plaza, fundador y Managing Partner Draper Cygnus, sostiene a iProUP que Bitcoin todavía es un activo joven si se lo compara con el oro en términos históricos, pero ya no es experimental. 

"Empieza a cumplir un rol complementario al del oro en carteras institucionales: reserva de valor no soberana, escasa por diseño y desligada del sistema financiero tradicional", advierte Plaza. Y plantea que, la diferencia clave es que el oro es un activo maduro, defensivo y estable; Bitcoin, una reserva de valor en proceso de monetización.

"Eso implica mayor volatilidad, pero también mayor convexidad. Para muchos inversores institucionales, Bitcoin ya no compite con el oro: lo complementa, especialmente como hedge de largo plazo frente a inflación monetaria, riesgo sistémico y pérdida de confianza en monedas fiduciarias", desliza el experto.

El giro conceptual que habilita PIMCO

Paula Chaves, analista de mercados de HFM, cree que una gestora como PIMCO incorpore a las criptomonedas dentro de la conversación sobre "activos reales" implica, en términos prácticos, un cambio en el marco de análisis. 

"Cripto deja de ser observada solo como activo de crecimiento o de alta volatilidad y comienza a evaluarse junto al oro y las materias primas bajo criterios de resiliencia, preservación de valor y protección frente a entornos macroeconómicos más frágiles", analiza.

Chaves advierte que este paso no supone una adopción inmediata ni homogénea en carteras institucionales, pero tampoco puede leerse solo como un ejercicio conceptual. Y es que al provenir de una gestora históricamente conservadora, anclada en renta fija y en la gestión del riesgo macro, habilita un cambio tangible.

"Las criptomonedas ingresan formalmente en la agenda de los comités de inversión. Eso abre discusiones concretas sobre niveles de exposición, vehículos de acceso, custodia y control de riesgo, condiciones necesarias antes de cualquier asignación estructural de capital", agrega.

Conviene matizar, además, la idea de que no existe una adopción institucional relevante. Según la estratega, "Bitcoin ya fue incorporado de manera significativa a carteras a través de ETF, fondos especializados y mandatos alternativos, con flujos que, en términos absolutos, son materialmente importantes", completa.

"Sin embargo, esta adopción ha sido táctica y periférica, más asociada al acceso al activo que a su integración plena como componente estructural del portafolio", plantea. 

"En la mayoría de los casos, su peso sigue reducido y su rol aún no se equipara al de los activos tradicionales. Por eso, el debate actual no gira en torno a si Bitcoin debe existir en la cartera, sino bajo qué condiciones podría consolidarse como una asignación estratégica de largo plazo", plantea Chaves.

Plaza plantea que la clave es entender que "activos reales" ya no es una categoría homogénea. En una cartera diversificada, el oro sigue cumpliendo un rol de estabilización; los commodities, uno más ligado al ciclo económico; y Bitcoin, un rol asimétrico y de largo plazo.

Para un inversor institucional conservador, el consenso de Wall Street configura el siguiente portafolio como razonable:

"No se trata de reemplazar activos, sino de incorporar una nueva fuente de diversificación estructural, entendiendo que el riesgo principal de Bitcoin no es la volatilidad, sino no tener ninguna exposición", concluye el experto.

Chaves agrega que el contexto global refuerza esta lectura. A nivel estatal, también se observa una búsqueda de refugio y diversificación de reservas. China continúa acumulando oro como activo estratégico frente al dólar, mientras otras economías avanzan en instrumentos que reduzcan su dependencia del sistema financiero tradicional.

Incluso en Estados Unidos, en un entorno de deuda elevada y mayor fragilidad fiscal, empieza a emerger un debate incipiente sobre el rol potencial de Bitcoin como complemento de largo plazo, más desde una lógica de resiliencia que de sustitución.

Esto no implica, sin embargo, un cambio estructural inmediato en Wall Street. "El propio enfoque de PIMCO es claro al hablar de diversificación y complementariedad, no de reemplazo de bonos, acciones o commodities", recuerda Chaves. 

Además, el comportamiento reciente de estos activos debe leerse en un entorno macro particularmente expansivo, marcado por alta liquidez global, un dólar más débil, gasto fiscal elevado y un uso creciente de aranceles como herramienta económica, concluye la experta.

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