La tecnología se ha convertido en una pieza clave para casi todos los sectores de la industria en tiempos de pandemia y la actividad funeraria no es la excepción. Ante la inesperada y abrupta demanda, surgen nuevas y llamativas posibilidades de decir adios a la distancia.
Frente a la ola de decesos provocados por el COVID-19, lo que sucede con los cuerpos se transforma en un problema cada vez más preocupante. No sólo porque los sistemas funerarios colapsan, como en el caso de Ecuador, Italia y España (por citar los ejemplos más dramáticos), sino que las personas que han perdido a sus seres queridos tendrán que lidiar con el hecho de no poder darles una "despedida" adecuada.
Hay dos principios fundamentales sobre los que siempre se ha basado el tratamiento de la ley de decesos: el respeto por los fallecidos y las preocupaciones de salud pública en torno a la descomposición corporal y el riesgo de enfermedad. Claro está que en tiempos de coronavirus el énfasis se desplaza hacia la salud pública.
Una de las medidas preventivas más importantes para evitar la propagación del virus en todo el mundo es la del autoaislamiento. Esto incluye a los servicios funerarios y hace que las casas velatorias enfrenten una presión intensa. Desde el gobierno nacional, y en base a fuentes oficiales, ya se fueron adoptando diversas acciones preventivas tomando como punto de referencia las experiencias de Europa y el resto del mundo.
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El caso mas trágico es, por supuesto, lo que sucede en Ecuador. Videos desgarradores muestran como los cadáveres se acumulan y abandonan tanto en las calles como en las viviendas. Una de las razones es que las casas funerarias colapsaron y muchas decidieron no hacerse cargo de los fallecidos por coronavirus. La otra es que ante la ausencia de cifras reales surge la imposibilidad de tomar las medidas necesarias para controlar el brote.
Testimonios aseguran haber tenido que esperar hasta 72 horas para que las autoridades retirasen de casas particulares el cuerpo sin vida de sus parientes. Todo esto llevó a que el 28 de marzo el vicepresidente del país, Otto Sonnenholzner, ordene crear un nuevo cementerio para darle sepultura a los cuerpos y por otro lado, llevar cuatro contenedores con refrigeración a Guayaquil, para contener los cadáveres en el proceso.
Otro caso dramático es el de Estados Unidos, puntualmente en el estado de Nueva York en donde el número de personas fallecidas pasó de 731 a 5.489 de un día para el otro, literalmente. Las funerarias, abrumadas por el aumento de la demanda en un 750%, comenzaron a rechazar a las familias ya que colapsó su capacidad de almacenamiento.
La situación funeraria de la ciudad de Nueva York es mucho más grave que en la mayor parte del país, pero hay desafíos incluso en las zonas menos afectadas. No solo por el abrupto aumento del brote, sino que el estado vuelve a ser el foco de una crisis que revive el terrible trauma del 11 de septiembre para muchos neoyorquinos.
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Si bien en Argentina se espera el pico de la curva para mayo, ya se fueron tomando medidas preventivas para evitar un desborde incontrolable. La principal y mas importante es que los velorios serán limitados en su duración y en la despedida. Sólo se presentarán los familiares directos, para evitar así la concentración masiva de personas.
Por otro lado, se activará en las morgues el nivel 2 de bioseguridad, que implica tratar a los fallecidos con extremas medidas de seguridad, colocando los cuerpos en una bolsa especial estanca, evitando las autopsias, y promoviendo la utilización de trajes de protección para los que manejen los cuerpos en todo momento, y la cremación recomendada aunque no mandatoria. En este sentido, el Gobierno también ordenó la compra de 2.700 ataúdes y 1.600 urnas para evitar el "cuello de botella" funerario.
Mucho se habla de los cambios que pareciera que vienen acompañados al fin de esta pandemia y al mundo tal como lo conocemos. Cuáles serán y cómo los recibiremos es un tema que aún permanece como una incógnita. De lo que sí estamos seguros es que la inventiva y la creatividad del ser humano no descansan, y siempre hay formas de adaptarse a las circunstancias, no importa cuán rígidos sean los impedimentos.
Alrededor del mundo, las medidas gubernamentales tomadas con respecto a los fallecidos por COVID-19, han alterado ese ritual y ha cambiado la forma en que nos despedimos. Están surgiendo nuevos ritos relacionados al mundo digital e internet. No solo velorios a traves de plataformas digitales como Zoom, Twitch, YouTube Live o Facebook Live, sino aplicaciones dedicadas a esto como OneRoom, FuneralOne y TribuCast.
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También aparecen lápidas con códigos QR que ofrecen un portal con la información del difunto y un "muro" para dejar comentarios o recuerdos, y sitios como Alife o Inmemorian que permiten crear perfiles para homenajear al difunto.
Los ritos y rituales, tales como los funerales, se caracterizan por su caracter rutinario y repetitivo, pero claro está que los cambios y las transformaciones son inherentes a la naturaleza humana. La necesidad de pensar en un "nosotros" que nos incluya a todos, hace imprescindible la naturalización de la tecnología. El mundo esta cambiando, y la manera de decir adios se esta convirtiendo necesaria e inevitablemente en un fenomeno social 4.0.
*Guadalupe Fasano es directora de AID Exequial