El pump & dump siempre fue un clásico del mercado tradicional. Un grupo empuja el precio, otro vende en el pico y el último en enterarse paga la fiesta.

Pero el siglo XXI lo reversionó con un giro casi cinematográfico: la manipulación ya no se esconde detrás de traders de saco y corbata, sino de thumbnails (la imagen en miniatura que se ve antes de abrir un video en YouTube), hilos virales en X, raids en Discord y price targets de seis cifras diseñados para estimular FOMO más que análisis. 

El contenido es el nuevo mercado. Y, en cripto, donde la regulación es mínima y la atención es infinita, los ciclos virales pueden parecer, aunque no siempre ser, motores de precio.

La caída de Bitcoin en noviembre, potenciada por un ecosistema que amplifica cualquier narrativa prometedora, reabrió un debate incómodo: ¿cayó por macro o  memes? ¿Por flujos o hype? ¿Por condiciones financieras o una campaña de contenido perfectamente orquestada?

Como siempre en este mercado, la respuesta no es binaria: es un cruce de ambas dimensiones, pero no de la manera que muchos creen.

El mercado ya no se mueve solo por flujos, también lo hace por historias

En cripto, los movimientos de precio no suceden en silencio. Cada rally y cada corrección vienen acompañados por una oleada de influencers, videos gráficos, advertencias, predicciones apocalípticas (como que las cripto van a desaparecer) o eufóricas.

La narrativa se construye en tiempo real. No hay un delay de 24 horas como en los mercados tradicionales. Hay una sincronización casi biológica entre lo que pasa en las pantallas y lo que se replica en X, antes Twitter.

En ese ecosistema, las campañas virales funcionan como puntos de ignición. Un price target para BTC en u$s250.000 publicado en el momento justo –como los que difundieron influencers globales después del repunte de octubre– puede convertirse en una profecía autocumplida durante 48 horas, lo suficiente para atraer leverage minorista, empujar precios y reforzar la ilusión de una tendencia imparable. Hasta que no lo es.

El analista de mercados Iván Bolé comenta a iProUP que el mercado de futuros de criptomonedas está anclado en 1865: "Rige la ley del más fuerte y del más audaz. Todo parece un western en el que a los inversores retail les vacían los bolsillos una y otra vez".

Para Bolé, hoy las ballenas descargan –a veces de manera violenta– sus posiciones acumuladas durante años, y las instituciones, en silencio, compran lo que queda. "Las subidas y bajadas se fabrican en el mismo día, con movimientos de 2.000 a 3.000 dólares que dejan a todos perplejos, y con menos dinero".

Bolé concluye que, después del dramático episodio del 10 de octubre, los traders de futuros se equivocan constantemente y el proceso extractivo se volvió una constante. Esto habla de que el mercado cripto cambió por completo. 

Pero no hace falta imaginar conspiraciones coordinadas por grupos en la sombra; basta con entender cómo operan las plataformas: el algoritmo amplifica lo emocional, no lo verdadero. Y en cripto, la emoción es una materia prima abundante.

Sin embargo, este fenómeno afecta de forma muy distinta según el activo. Y ahí entran las miradas divergentes de los analistas consultados por este medio.

Bitcoin y memecoins no son lo mismo

Carolina Gama, Country Manager de Bitget en Argentina, lo deja en claro desde el primer minuto: "Las comunidades son el corazón del ecosistema cripto: empujan proyectos, construyen visibilidad, incentivan la adopción y hasta deciden si un token merece ser listado en un exchange. Negar la influencia del contenido en los precios sería insólito".

Las memecoins son la prueba más contundente. El caso de PEPE es casi de laboratorio. Un token sin sustento técnico sólido que logró liquidez global gracias a una comunidad hiperactiva capaz de convertir cada meme en demanda real.

Para este tipo de activos, el pump & dump digital no solo es posible, sino frecuente: influencers, grupos coordinados, hilos virales y pequeños inversores actúan de forma explosiva sobre una liquidez débil.

Pero Gama traza una frontera crucial. "Bitcoin juega en otra liga. Su precio se mueve principalmente por tensiones geopolíticas, ciclos de tasa en EE.UU., decisiones regulatorias, riesgo global, política estadounidense y otros factores macro", asegura.

La comunidad tiene peso cultural, pero no la capacidad operativa para mover una capitalización de magnitud continental. Lo viral empuja titulares, no mercados globales.

Un pump & dump en Bitcoin es casi imposible

Si Gama aporta la perspectiva desde la industria, José Luis del Palacio agrega la mirada desde la microestructura del mercado. Su tesis es sencilla. La manipulabilidad depende del volumen: "Tokens con baja liquidez son vulnerables; Bitcoin, no".

"Con activos de bajo volumen o poca liquidez, un grupo de Telegram puede mover el precio. En activos que cotizan en bolsas globales, el mecanismo cambia y suele operar vía Reddit. El caso de GameStop es el ejemplo perfecto: un ejército de minoristas enfrentado a un fondo tradicional, con la liquidez justa para forzar un short squeeze monumental", recuerda Del Palacio.

Pero la lección es otra. Lo que funciona con GameStop o con una memecoin no funciona con Bitcoin, cuya profundidad y volumen hacen inviable un pump & dump clásico, asegura el experto.

Se necesitaría un nivel de capital absurdo y una coordinación global imposible de sostener sin dejar rastros, argumenta. Y cierra: "El pump & dump seguirá existiendo, sí, pero donde siempre existió: en los tokens pequeños que nacen, escalan y mueren en cuestión de semanas".

El rol de los influencers

La mirada más disruptiva llega de Ramiro Rodríguez y Matías Martos, de Fiwind, quienes plantean una lectura inversa al mito popular: no es el influencer financiero quien mueve el mercado, sino el mercado el que mueve al influencer.

"Cuando Bitcoin se mueve fuerte, los influencers salen a buscar atención. No generan la tendencia; se suben a ella. Una vela grande les da un título fácil, la gente busca explicaciones rápidas, el algoritmo empuja contenido emocional y todos parecen coordinados cuando, en realidad, están respondiendo al mismo estímulo", señalaron los expertos.

El punto es sutil, pero, fundamental: la coordinación no es explícita, sino algorítmica. En el mundo financiero pre-redes, la información circulaba en reportes diarios o semanales. Hoy la conversación es permanente y completamente pública. X, Discord y Telegram funcionan como centros de trading, en los que miles de personas observan el mismo gráfico y reaccionan casi como un organismo colectivo.

Rodríguez y Martos sintetizan el ciclo con una frase quirúrgica: "El mercado mueve a la gente, la gente mueve al algoritmo y el algoritmo mueve a los influencers". El pump & dump moderno no necesita conspiradores; necesita trending topics.

Entonces, ¿hay un nuevo pump & dump?

Sí, pero no donde todo el mundo lo busca. En tokens pequeños, el esquema es más eficiente que nunca. Por su baja liquidez, una memecoin funciona como un fósforo en una estación de servicio: entra dinero minorista, entra apalancamiento, el precio salta, los insiders venden y la historia termina como siempre.

Pero en Bitcoin, el relato del pump & dump es injusto y técnicamente incorrecto. ¿Hay narrativa exagerada? Sí. ¿Hay price targets irresponsables? Muchísimos.

¿Influyen momentáneamente en el sentimiento? Por supuesto. Pero no mueven el mercado global de forma sostenida, porque el volumen que se necesita es incompatible con cualquier campaña digital.

Te puede interesar