El escenario en Silicon Valley está cambiando, las grandes tecnológicas estadounidenses acostumbradas a protagonizar historias de éxito, hoy protagonizan tensiones con sus trabajadores a cuenta de condiciones laborales, pero también existen cuestionamientos a sus posicionamientos políticos y sociales.

Las big tech, comienzan a ver cómo sus trabajadores levantan de a poco su voz. El último caso es Basecamp, que perdió un tercio de sus empleados tras la polémica decisión de prohibir la discusión política en las plataformas internas de la empresa, pero antes ocurrió algo similar en Coinbase.

Al mismo tiempo, las mejorables condiciones laborales de algunos de los empleados de las grandes tecnológicas, como Amazon o Google, comienzan a hacerse cada vez más populares y a poner en marcha movimientos de reivindicación y sindicalización, ante los cuales se critican las posturas de las empresas.

En Estados Unidos la última encuesta del Pew Research Center reveló que el porcentaje de los estadounidenses que creían que las tecnológicas tenían un impacto social positivo pasó del 71% en 2015 al 50% en 2019, y los que pensaban que su repercusión era negativa se duplicaron, del 17% al 33%.

El caso Basecamp

En los últimos meses, el caso de Basecamp acaparó la atención de los medios. Se calcula que un tercio de la plantilla de la compañía de desarrollo de software se fue, después de que su consejero delegado y cofundador, Jason Fried, anunciara que se prohibían las discusiones sobre temas políticos y sociales durante su jornada laboral. "Es una gran distracción, roba la energía y lleva el diálogo a lugares oscuros. No es saludable y no nos ha venido bien. Y hemos terminado haciéndolo con nuestra cuenta corporativa en el trabajo", explicó en su blog.

En esta polémica entrada, Fried anunció también el fin de los beneficios "paternalistas" como abonos para gimnasios o cursos, que sustituirán por dinero en efectivo; la reducción de comités; la eliminación de las evaluaciones entre pares; y una rotunda afirmación.

"No somos una compañía de impacto social, nuestro impacto se limita a lo que hacemos (...) Nuestro trabajo, además de las donaciones, debe ocupar nuestra completa atención. No tenemos que resolver profundos problemas sociales, intervenir públicamente cada vez que el mundo pida nuestra opinión sobre los temas del día o apoyar un movimiento u otro con tiempo o con dinero", señaló el cofundador de Basecamp.

Luego de esas declaraciones, Fried reunió a sus trabajadores en Zoom para disculparse por cómo se habían anunciado las nuevas políticas, en una entrada de un blog público en lugar de notificárselo primero a sus empleados, pero no por su contenido, según The Verge. El encuentro por videoconferencia duró más de dos horas y media, convertido en una enorme discusión que acabó con lágrimas de algunos empleados, según el relato del medio estadounidense, y la salida de 20 de los 57 trabajadores de Basecamp, más de un tercio de la fuerza laboral de la compañía.

Sin embargo, los problemas no eran algo nuevo. La compañía, una de las decanas de Silicon Valley con casi dos décadas de historia, arrastraba desde 2009 algunas prácticas bastante dudosas, como una lista de supuestos nombres de clientes de broma, algunos de ellos personajes de los Simpson (Bart Simpson, Moe the Bartender), pero también otros con nombres de origen asiático o africano que eran considerados agresivos o racistas.

Amazon, Google, Uber y los sindicatos

Por otro lado, el problema va más allá de la libertad de expresión o el activismo social o político en las tecnológicas, sino que coincide con un momento en el que las grandes empresas de internet afrontan tensiones con sus empleados, que demandan mejores condiciones laborales y preparan su sindicalización pese a la oposición de las compañías.

Por su parte, Amazon, de la que en los últimos meses se están conociendo testimonios de repartidores y empleados logísticos que revelan condiciones de trabajo difícilmente explicables: repartidores que tienen que comer en sus camionetas y orinar en botellas de agua para cumplir los exigentes horarios de entrega y el gran número de paquetes, y quejas sobre las aplicaciones que tienen que utilizar y las nuevas cámaras instaladas en las furgonetas de la compañía, con alertas sonoras que "inducen a la ira" según explicaron varios repartidores a las periodistas Avery Hartmans y Kate Taylor.

En paralelo, este mes de abril los trabajadores la planta logística de Bessemer (Alabama, Estados Unidos) votaron constituir un sindicato. Los meses previos estuvieron marcados por críticas a la compañía por presionar a sus trabajadores, desde el senador estadounidense Bernie Sanders hasta 70 fondos de inversión internacionales, entre ellos 7 españoles, que enviaron una carta a la compañía para reclamarle que no presionara a sus trabajadores. Finalmente, la iniciativa no salió adelante: 1.798 trabajadores votaron en contra de sindicalizarse, frente a 738 que lo hicieron a favor, con 505 votos impugnados y 76 anulados.

Por otro lado, Amazon negó haber presionado a sus trabajadores, pero parece que este intento no será el último. Apenas unos días después de la votación en Alabama, los trabajadores de otro almacén en Staten Island (Nueva York, Estados Unidos) anunciaron su intención de sindicalizarse, esta vez bajo el paraguas de una organización propia denominada Amazon Labor Union, a diferencia del caso de Alabama, donde el movimiento estuvo apoyado por un sindicato ya existente.

Las grandes empresas de internet afrontan tensiones con sus empleados

Sin embargo, en Google fueron por más. A principios de este año, un grupo de 230 trabajadores anunció la constitución de la Alphabet Workers Union, el primer sindicato en una de las grandes tecnológicas estadounidenses de internet. Las políticas de la compañía contra los casos de acoso sexual, los métodos de vigilancia interna o la pérdida de la cultura de transparencia y discusión abierta son algunos de los elementos denunciados por sus impulsores.

Pero unos días después surgió Alpha Global, una organización que pretende vincular a trabajadores de Alphabet en 10 países, coordinada por la federación sindical internacional UNI Global. En Amazon también se ha producido un movimiento similar, una organización denominada Amazon Workers International que se reunió en 2020 en Alcalá de Henares (Madrid).

Por su parte, el consejero delegado de Uber, Dara Khosrowshahi tuvo una posición bastante dura contra los sindicatos el año pasado, en pleno debate sobre una proposición de ley en California sobre si sus conductores debían ser autónomos o empleados. "Tenemos magníficos partidarios [de la Propuesta 22] en la comunidad que realmente se preocupan por los conductores, frente a los sindicatos y la política, realmente están teniendo en cuenta los deseos y necesidades de los conductores", afirmó en una conferencia con analistas.

Uber consiguió una excepción a esa norma convenciendo a las autoridades estadounidenses de que los conductores eran independientes y no una parte nuclear de su negocio, a diferencia de en Reino Unido, donde la Corte Suprema del país determinó en febrero que los conductores de la plataforma debían ser considerados empleados y no autónomos, provocando un impacto de u$s600 millones en sus cuentas del primer trimestre de 2021.

Sin embargo, esto provocó que los conductores elijan las carreras más sustanciosas, provocando que un tercio de ellos declinen el 80% de los viajes en San Francisco, según el periódico local San Francisco Chronicle, lo que está haciendo a la compañía retroceder en la libertad que dio a sus empleados, revocando la posibilidad de que vean los destinos y los precios de cada viaje.

Fuente: Business Insider.

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