Que el mundo 2.0 pronto quedará atrás y que no tardaremos en sumergirnos de lleno en la 4.0 parece una afirmación que ya (casi) nadie pone en duda. Cada vez que nuestra app musical nos sugiere una canción acorde con nuestros gustos, que utilizamos el mapa en nuestro teléfono o que salimos a correr con nuestra smartband estamos haciendo uso, sin darnos cuenta, de tecnologías que hace una década nos hubieran sonado a ciencia ficción, como Inteligencia Artificial, Big Data o Internet de las Cosas.

No queda tanto para que, un sábado cualquiera, vayamos a un restaurante y en vez de atendernos el camarero habitual, aparezca un robot a tomarnos nota —en San Francisco ya lo hacen desde 2015—; tampoco para que podamos imprimir un riñón a partir de nuestras propias células madre ni para que un software sea capaz de predecir una enfermedad que aún no hemos desarrollado. Ni siquiera, dicen los expertos, para que nos demos el antojo de cumplir la cinematográfica fantasía de viajar al espacio.

Esta revolución tecnológica cambiará nuestra forma de trabajar y, como toda mutación que se precie, destruirá empleos para crear otros nuevos. El 65% de las profesiones que se desarrollarán en 2030 aún no existen, según asegura el Foro Económico Mundial. Otros, como la Universidad de Oxford, afirman que casi la mitad de los trabajos de aquí a 20 años estarán totalmente automatizados.

En cualquier caso, lo que parece claro es que la digitalización está cambiando numerosos perfiles laborales y que el reto que tenemos delante no es poca cosa si pensamos que se trata de educar a nuestros hijos para que estudien profesiones que aún no existen en una sociedad en continuo cambio que, además, se valdrá de tecnologías tan revolucionarias que posiblemente no se han inventado todavía.

No se mostraba particularmente alentador el economista John Maynard Keynes, allá por la Gran Depresión de los años 30, al hablar del temido desempleo tecnológico cuando decía que "la velocidad a la que descubrimos medios de economizar la mano de obra es mayor que el ritmo al que encontramos nuevas ocupaciones", pero, para intentar paliar este tipo de efectos, muchas universidades españolas ya están intentando incluir respuestas a las futuras demandas en sus planes de estudio.

En el curso 2020-2021, recién empezado, son muchos los centros educativos que incorporan títulos más adaptados al mundo cambiante de hoy. Por ejemplo, la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) estrenó nuevas titulaciones este curso académico, entre ellos el Doble Grado en Ciencia e Ingeniería de Datos y Tecnologías de las Telecomunicaciones, con enseñanzas sobre inteligencia artificial o ciberseguridad de datos.

Muchos de los trabajos estrella del futuro todavía no se pueden estudiar

"La Universidad se adapta lentamente, pero se adapta y, aunque el proceso de cambio en las titulaciones es aún muy rígido, intentamos no solo crear nuevos grados, sino reformar y adaptar todos los ya existentes", explica Isabel Gutiérrez, vicerrectora de estudios de la UC3M. "No solamente es importante que los alumnos sepan de tecnología, también hay que enseñar geopolítica y principios estratégicos para aprender a entender el mundo porque, aunque es imposible planificar qué profesiones existirán en 2050, pensamos que el futuro exigirá profesionales mucho más flexibles, creativos y con un enfoque más multidisciplinar, que es lo que constituye la nueva frontera del conocimiento".

El problema ya no radica solamente en el tipo de formaciones que ofrecen las universidades y otros centros educativos, sino que también se aprecia una falta de interés —al menos en nuestro país— por las carreras tecnológicas y científicas. Solo uno de cada cuatro alumnos españoles se decanta por profesiones STEM (ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas) y el año pasado hasta 10.000 puestos de trabajo se quedaron sin cubrir por falta de profesionales cualificados, según arrojan encuestas de empresas tecnológicas.

Ojeando los portales de búsqueda de empleo más populares, podemos decir que algunas de las áreas más prometedoras son sanidad, informática, o aquellas relacionadas con la transición ecológica, que empieza a despuntar con cada vez más fuerza. Ya hoy estamos viendo cómo profesiones muy demandadas no estaban ni siquiera inventadas cuando muchos comenzamos a estudiar.

¿Quién había oído hablar hace veinte años de una Social Media Manager, un growth hacker, una diseñadora UX, un científico de datos o un consultor de RSC? Auguramos buena salud a profesiones como desarrolladores de aplicaciones, científicos de datos, coach de sistemas agile o arquitectos 3D, por nombrar solo algunos.

Entre las variadas profesiones del futuro para las que aún no existen muchos (o ningún) programa formativo específico y que podrían ser esenciales de aquí a una o dos décadas, se encuentran las siguientes.

Una pionera impresora en tres dimensiones (3D) del centro tecnológico AIJU es capaz de recrear órganos vitales de un paciente

Ingenieros de impresión de órganos o de productos alimentarios

Una de las mayores revoluciones se predice en el campo de la medicina. Recibir la consulta de nuestro médico por videoconferencia parece una solución que, a nivel masivo, entrañaría grandes ahorros en coste y tiempo. Incluso ya se realizan intervenciones quirúrgicas a varios miles de kilómetros de distancia. En el campo de la bioimpresión hemos sido testigos de la creación con impresoras 3D de tejidos, tráqueas o huesos y no parece lejano el momento en el que sea posible imprimir y trasplantar de forma habitual corazones, riñones o hígados. De hecho, la Universidad de Tel Aviv anunció el año pasado la producción del primer corazón en 3D de la historia hecho a partir de las células del paciente.

El mismo modus operandi, aunque con uso muy diferente, puede ocurrir en el sector alimentario. En 2050, seremos 9.000 millones las personas que habitaremos el mundo y algunas voces pronostican que no habrá alimento para todos en un puñado de décadas, por lo que no parece tan disparatado pensar que necesitaremos imprimir nuestra propia comida para alimentar a tal número de bocas. "Camarero, ¡imprímame un bife de chorizo, por favor!"

‘Coach’ de tercera edad

La esperanza de vida continuará aumentando con gran rapidez. Naciones Unidas ya ha estimado públicamente que el número de personas de más de 80 años se triplicará hasta los 426 millones en el año 2050. Los coach de tercera edad serán profesionales que velarán por su bienestar y por el buen estado de su salud, asesorándolos para ayudarlos a mantenerse sanos y en buena forma. En la misma línea, existirán todo tipo de consejeros profesionales en el futuro. La firma futurista Fast Future va más allá y anticipa la existencia de asesores especializados en mejorar las relaciones sentimentales que puedan surgir entre humanos y robots.

Steve Buscemi, Will Patton, Bruce Willis, Michael Duncan, Ben Affleck y Owen Wilson interpretaron en 'Armageddon' (1998) algo parecido a lo que será una de las profesiones del futuro: mineros en asteroides

Minero en asteroides

"Si los recursos de la Tierra se están acabando, ¿por qué no buscar en alguno de los 958.963 asteroides del sistema solar que contabiliza la NASA?", debió de decir alguien en una universidad estadounidense hace un tiempo, puesto que desde 2018, la Colorado School of Mines ofrece el primer programa formativo del mundo dedicado a la explotación minera en el espacio. Esperemos que, cuando llegue el momento, ya estemos en disposición de enviar fuera del planeta a drones o robots en lugar de tener que valernos de astronautas-mineros.

Controlador de drones

Aunque aún los asociemos con un uso mayoritariamente lúdico, en realidad los drones ya se usan para tareas como entregar medicinas a zonas de difícil acceso y evolucionarán en los próximos años en tareas de reparto de paquetes. El pasado mes de junio, la Universidad de Zúrich desarrolló un algoritmo de navegación que permitía que los drones realizaran maniobras comparables a las de un piloto profesional para misiones de búsqueda y rescate. Estos pequeños vehículos no tripulados son tan versátiles que llegarán a usarse en múltiples áreas y, por tanto, tendrá que haber personas dedicadas a coordinar los miles de millones de vuelos diarios de drones que se prevén, con ánimo de garantizar su buen funcionamiento y seguridad.

Coordinador de policías robots

Llegará un momento, como ya predijo la CNN hace tres años, en el que serán los propios robots con Inteligencia Artificial los que estén en las calles controlando el tráfico o vigilando que no haya robos ni ataques. Los coordinadores de estos policías-robots serán personas que podrán ver absolutamente todo lo que pasa en las calles a fin de evitar los crímenes y de supervisar, de paso, a sus agentes metálicos.

Fotograma de 'Robocop', de José Padilha (2014), donde el cine volvía a adelantarse a la realidad: los policías robot podrán ser posibles en el futuro

"Limpiador" de datos

¿Cuánta información genera un solo usuario en Internet? ¿Y una macroempresa? Los datos que se producen y no son de utilidad para las compañías no les salen gratis, entrañan un coste que no es nimio. Si algo nos ha enseñado el RGPD (Reglamento General de Protección de Datos) es que cada vez hay que proteger más la información de nuestros clientes y empleados, sobre todo si es personal. Estos profesionales se ocuparán de gestionar y eliminar datos confidenciales de las empresas, convirtiéndose en una suerte de extensión mucho más completa de la actual figura del delegado de protección de datos.

Agente de residuos

La transición energética se pinta como el gran desafío del futuro cercano y ya hemos podido ver, en las décadas pasadas, cómo cada vez se demandan profesiones más centradas en la protección al medio ambiente y orientadas a la responsabilidad social, mientras, en paralelo, la legislación europea se pone cada vez más seria ante los comportamientos contaminantes. El agente de residuos no será más que uno de esos 65 millones de empleos relacionados con la transición energética que, según estimó la ONU, se crearán en el mundo de cara a 2030. Su principal función será gestionar la montaña de recursos (la basura que generamos, vaya) y darles una segunda vida para que el ciclo permanezca siempre circular y el planeta pueda seguir funcionando. Esa lata de sardinas que tiras hoy podría mañana valer un dinero.

Experto en ciberseguridad

Aunque en la actualidad ya hay muchos informáticos cuya principal tarea es luchar contra la cibercriminalidad, este experto será una figura que irá evolucionando y será cada vez más imprescindible. Interpol avisa de que este tipo de delincuencia no para de aumentar y de que estos criminales no cesan ni en tiempos tiempos convulsos. "Un gran número de delincuentes oportunistas se están aprovechando de la pandemia de la COVID-19 para lanzar diversos tipos de ciberataques", anuncia la organización policial desde su web.

Educador de robots

Los robots dejaron hace mucho de ser un elemento propio de la ciencia ficción. El potencial de esta tecnología es enorme y en España parece que lo sabemos, pues ya nos posicionamos cuartos a nivel europeo y décimos en el mundo en robótica industrial, con ventas que aumentan a razón de un 14% al año. Podrían ayudar increíblemente en tareas de organización en lugares como restaurantes, tiendas de ropa u hospitales.

En educación, ya se usan de forma pedagógica para alumnos con trastornos como autismo con resultados esperanzadores. Pero, ¿quién garantiza que estas máquinas se comporten de forma ética y respetuosa con los derechos de las personas? ¿Quién controla la manera idónea en la que interactúan con los seres humanos, ante situaciones tan delicadas como las que pueden darse en un hospital? Este será uno de los retos principales del educador de robots.

Criptodetective

Este profesional, que en realidad ya existe desde hace escasos años, se dedica a controlar que no haya crímenes o robos en las transacciones con monedas digitales, tipo Bitcoin o Litecoin. Su misión no es fácil, ya que estos criminales en línea se refugian en su anonimato y elaboran rutas muy difíciles de rastrear. Además, el criptodetective tendrá que comprobar que este dinero virtual no va destinado a crímenes como el tráfico de armas o el terrorismo.

Aunque, en pleno 2020, todas estas profesiones puedan seguir pareciéndonos bastante futuristas, los expertos advierten que forman más parte del presente de lo que imaginamos. También se vaticinan otras aún más curiosas, como la modificadora de memoria, el consultor de compatibilidad sexual, la gestora de criogénesis, el resucitador de especies extintas, la diseñadora de hombre aumentado o incluso el guía turista espacial porque, si algo está claro, es que el futuro está en el espacio y si no que se lo pregunten a los alumnos que ahora mismo se están formando desde la Colorado School of Mines para ser, algún día, mineros en asteroides.

"Sereno, ¡la llave!"

Robots, computación, Inteligencia Artificial… hablando de todo esto, casi cuesta creer que, hace solo 50 años, existieran profesiones que ahora nos parecen tan arcaicas y que algunos solo hemos conocido a través de las películas, el refranero popular o los nostálgicos relatos de nuestros abuelos. Hablamos de oficios tan recordados como el sereno, la taquígrafa, el limpiabotas, el repartidor de prensa o el recadero. Ahora solo queda esperar que el gran cambio tecnológico no nos pille (del todo) sin preparar y que apliquemos con presteza aquello del "renovarse o morir" para no vernos tristemente relegados a ser los serenos o las operadoras de telégrafo del siglo XXI, indicó ICON/El País.

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