XRP es una de las criptomonedas más populares del mercado y, aunque suele mencionarse junto a Bitcoin (BTC) y Ethereum (ETH), su propósito y funcionamiento son muy distintos.

Mientras que Bitcoin se creó como una alternativa descentralizada al dinero tradicional —un "oro digital" que funciona sin intermediarios— y Ethereum nació como una plataforma para ejecutar contratos inteligentes y aplicaciones descentralizadas, XRP tiene un foco mucho más concreto: facilitar los pagos internacionales de forma rápida y barata.

Desarrollada por la empresa Ripple, esta cripto se diseñó pensando en las instituciones financieras.

Su red permite procesar transacciones en apenas 3 a 5 segundos, con costos mínimos y sin importar fronteras.

Por eso, bancos y empresas de remesas la ven como una alternativa para reemplazar sistemas tradicionales como SWIFT, que suelen ser lentos y costosos.

Otra diferencia clave con BTC y ETH es su sistema de validación: XRP no utiliza la minería, lo que reduce el consumo de energía y permite mayor escalabilidad.

Además, ya tiene la totalidad de sus tokens preemitidos, lo que la hace menos "inflacionaria" en el tiempo.

A pesar de los desafíos regulatorios que enfrentó Ripple en Estados Unidos, XRP sigue entre las criptomonedas de mayor capitalización de mercado y conserva una comunidad fuerte que apuesta por su uso en el sector financiero.

De esta manera, Bitcoin busca ser reserva de valor, Ethereum es la base de aplicaciones descentralizadas y XRP apunta a los pagos globales. Esa diferencia le da un lugar único dentro del ecosistema cripto.

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