La industria financiera global atraviesa una revolución dentro de otra revolución. La pandemia, además de ser el mayor desafío de nuestro tiempo, produjo la aceleración de líneas de transformación que ya eran claras y visibles. La digitalización de los pagos es el fenómeno más evidente, con millones de personas que abandonan el efectivo para subirse a una autopista digital más segura, más transparente y con la capacidad de mejorar procesos y generar nuevas oportunidades. En mercados emergentes como la Argentina, este proceso es más acelerado. Y no se produjo por generación espontánea sino porque el sistema ya estaba funcionando y listo para esta masiva incorporación.

Los pagos no son la excepción. Según la Federación Latinoamericana de bancos, entre 2013 y 2019, el crédito otorgado por fintechs y big techs en América Latina pasó de apenas US$ 14 millones a US$ 3.548. Este fenómeno no hará más que crecer y para que lo haga de manera virtuosa, todo el ecosistema de empresas tecnológicas, entidades financieras y el sector público deben generar marcos de cooperación y desarrollo adecuados.
 
De acuerdo al Banco Mundial, inclusión financiera significa garantizar a personas físicas y empresas el "acceso a productos financieros útiles y asequibles que satisfagan sus necesidades transacciones, pagos, ahorros, crédito y seguro— prestados de manera responsable y sostenible".

La digitalización, a caballo de la universalización de los smartphones, es la mejor herramienta para llegar a estos objetivos, que a su vez propician 7 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. La digitalización de las finanzas reduce la burocracia, agiliza el onboarding, habilita criterios alternativos de riesgo crediticio, baja considerablemente los costos del sistema y es la puerta para agregar capas más sofisticadas del mercado como el Open Banking, los seguros on-demand o el abanico de soluciones blockchain.

En el fondo, sin embargo, lo más destacable de esta modernización es la simplificación de la vida cotidiana. La complejidad de la economía 4.0, con trabajos calificados, tecnología de punta y arquitectura digital tiene como contraparte una experiencia menos engorrosa, más intuitiva, más "vivible" para los usuarios.

Así como las plataformas que incorporan soluciones de pago y administración a comercios les permiten a los emprendedores enfocarse en lo que verdaderamente agrega valor a su negocio, la posibilidad de pagar la factura de luz desde la PC o el teléfono les devuelve tiempo a las personas. Literalmente, mejora su vida.

Ese es el propósito que guía el día a día de Miiii. Concebida primero para satisfacer necesidades claves en barrios cerrados como la administración de invitados, reserva de espacios comunes o la centralización de mensajes para los vecinos, se convirtió definitivamente en una fintech con la incorporación de una billetera digital y posibilidad de pagar expensas y servicios con importantes beneficios.

Esta apertura hacia adentro de la plataforma significó también una apertura hacia afuera, bajo la premisa de ampliar el concepto de comunidades y no restringirlas a criterios geográficos. De este modo, sumamos a los primeros comercios a las soluciones de Miiii para cobrar con QR y hasta firmamos acuerdos con otras fintech para proveerles nuestra arquitectura de pagos bajo el modelo de wallet-as-a-service.

Hoy, Miiii es un vehículo de inclusión financiera en la medida en que facilita el acceso a servicios financieros a personas y empresas, y que a su vez suman valor a los otros servicios que ofrece la plataforma.

El rol de las fintechs en la inclusión financiera es protagónica. Ya lo era antes de la pandemia y ahora lo es mucho más. La tecnología nos permite hacer mejor todo lo que hacemos y es nuestra obligación llevar esa herramienta a cada vez más personas. Es otro de los grandes desafíos de nuestro tiempo.

*Matías Huala es CEO de Miiii

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