Un proceso de desarrollo de un medicamento toma alrededor de cinco años, aunque desde el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) lo alargan a entre diez y 12 años de media: la inteligencia artificial que hoy nos ocupa ha necesitado menos de 12 meses.

Un medicamento para el trastorno obsesivo-compulsivo

La molécula DSP-1181 ha sido desarrollada por la start-up británica Exscientia y la compañía japonesa Sumitomo Dainippon Pharma, tratándose de la primera molécula desarrollada por una inteligencia artificial que entra en fase de ensayos con humanos. Según explican desde la compañía, la molécula se ha desarrollado como un "potente agonista de acción prolongada de los receptores de serotonina 5-HT1A", que está ligado al tratamiento del TOC.

Desde la compañía explican que el trastorno obsesivo-compulsivo afecta a un millón de japoneses y tres millones de estadounidenses y que, si bien "el mecanismo del TOC todavía no se ha clarificado", "la disfunción en la corteza orbitofrontal, la corteza cingulada anterior y el cuerpo estriado se han visto más fuertemente implicadas".

Para desarrollarla, la compañía usó inteligencia artificial para elegir la estructura química más apropiada. Explican que estos algoritmos fueron capaces de "generar decenas de millones de moléculas potenciales, filtrar entre todos los candidatos y tomar la decisión de que molécula sintetizar y probar". Algo parecido, salvando las distancias, se hizo para desarrollar la estructura del Biobot.

De acuerdo a Andre Hopkings, CEO de Exscientia , "la inteligencia artificial puede aprender más rápido que los enfoques convencionales, así que tuvimos que hacer y probar sólo 350 compuestos, una quinta parte del número normal de candidatos a compuestos, lo que es una productividad récord". Destaca, además, que "los algoritmos [...] se puede aplicar a cualquier objetivo farmacológico, contra una amplia gama de enfermedades en oncología, enfermedades cardiovasculares y raras."

El medicamento entrará en la fase 1 del ensayo clínico en Japón y, de tener éxito, se someterá a nuevas pruebas en todo el mundo. En esta primera fase es cuando se involucra por primera vez a personas y el objetivo es comprobar su seguridad, efectos secundarios y dosis óptimas. El número de personas que participan en este fase varía, pero suele oscilar entre 20 y 100 voluntarios, tantos sanos como afectados por la enfermedad o trastorno a tratar, indicó Xataka.

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