Steve Jobs, el genio detrás de Apple, fue una persona que cambió el mundo gracias a sus obras y su legado.

Y si bien al morir hace poco más de una década Jobs tenía una fortuna valorada en 10.200 millones de dólares, el empresario tenía una visión muy particular del significado de ser rico y la importancia del dinero.

En diferentes oportunidades el hombre detrás de la compañía de la manzana manifestó que el dinero era lo más valioso, siempre y cuando el ser rico "no te arruine".

Es que para Jobs la plata era importante, pero no aseguraba la felicidad: "Cuando tenía 25 años, mi patrimonio neto era de 100 millones de dólares más o menos. Decidí entonces que no iba a dejar que eso arruinara mi vida. No hay forma de gastarlo todo, y no veo la riqueza como algo que valide mi inteligencia".

En otra entrevista, Jobs explicó su postura: "Una vez que alcanzas un cierto nivel de éxito financiero, desplaza tu atención al menos ligeramente del dinero. Tu trabajo va a ocupar una gran parte de tu vida, y la única forma de estar realmente satisfecho es hacer lo que crees que es un gran trabajo. Y la única manera de hacer un gran trabajo es amar lo que haces. Si aún no lo has encontrado, sigue buscando. No te conformes".

Jobs tenía una fortuna valorada en 10.200 millones de dólares

Reuniones de trabajo más efectivas

El empresario encabezó una serie de hitos mediante los cuales logró convertirse en un líder excepcional y ejemplo de gestión de talento.

En lo que refiere a su forma de ver el mundo y lo que intentaba transmitir a través de esta, Jobs opinó sobre uno de los factores del ámbito laboral que más preponderancia toma en dicho sector, sobretodo este último tiempo.

Estas son las reuniones, importantes a la hora de llevar a cabo un proyecto, generar propuestas más creativas, recibir retroalimentación sobre una estrategia particular o poner en común las ideas de los empleados. Sin embargo, estas pueden resultar en una pérdida de tiempo e incluso de dinero si no se efectúan de manera correcta.

Por ello, el padre del iPod elaboró tres simples reglas a tener en cuenta sobre las reuniones de liderazgo, citadas por el medio Inc:

Reuniones con pocos miembros

¿Su razonamiento? Cuantas más personas tenga una reunión, menos productiva será. Demasiadas voces se convierten en un mar de ruido, lo que hace más propensas las interrupciones, malentendidos y el hecho de que se haga menos probable llegar a algo. Incluso, Jobs rechazó una invitación del por entonces presidente de los Estados Unidos, Barack Obama a una reunión sobre tecnología porque, de hecho, la lista de invitados era demasiado larga.

Además, recomendó que, a medida que se elabora la lista de participantes, se sepa exactamente cuál será la participación o el papel de cada persona en la charla. Y si no pueden o no quieren contribuir, cortarlos de la misma. Para el propio Jobs, cualquiera que esté allí con fines informativos puede recibir una transcripción o grabación después del evento en cuestión.

Devoto a un estilo de vida naturalista en sus inicios, Jobs vio la oportunidad de innovación más importante en la industria de la tecnología

Mantener una agenda corta

Para que el objetivo primordial de una reunión se concrete, es importante la concentración. Con más de tres elementos en una agenda, es probable que los miembros pierdan la capacidad de atención y aparezcan conversaciones paralelas sobre temas no relacionados a la charla. Así, Jobs recomendaba que el orden del día de una reunión no tenga más de 3 puntos.

Respecto al tema de la memoria, dos psicólogos británicos, J. Blackburn y EJ Lindgren, grabaron una discusión al final de una reunión para dos semanas más tarde pedirle a los asistentes que escribieran lo que recordaban. Lo que revelaron los resultados sorprendió a los propios profesionales:

Reuniones breves

Ligado al punto anterior, otro aspecto clave para hacer de las reuniones lo más productivas posibles era el de la duración: una reunión suele ser más efectiva si es corta, ya que con el paso del tiempo la capacidad de atención del ser humano se contrae.

Puede pensarse que la esencia de una reunión determinada exige un intervalo de tiempo mayor, pero hasta la ciencia detalla que en gran medida termina siendo también una pérdida de tiempo. Nuestra capacidad de atención es más corta que la de un pez dorado y nuestra resistencia mental es incapaz de sostener una discusión analítica significativa por mucho tiempo. Por ello, se recomienda que las reuniones no duren más 30 minutos.

La duración (y la cantidad) de las reuniones también es un asunto que preocupa al propio Musk, que defendió en anteriores ocasiones el hecho de "eliminar todas las reuniones largas, a menos que se esté seguro de que aportan valor a toda la audiencia", en cuyo caso recomienda mantenerlas muy breves.

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