Es difícil imagina a Steve Jobs sin su típica polera negra, su jeans negro. Simple. Sin pretensiones de aparentar riqueza. El mismo que creó un imperio y que pensaba que comer frutas era un buen sustituto del resto de las comidas. El mismo que era capaz de no pasar por una ducha en una semana, como lo cuenta su biógrafo Walter Isaacson en su biografía homónima.

Jobs siempre se vestía igual en las presentaciones de producto de su compañía: lentes, un sweater negro de cuello alto, jeans y zapatillas. Y era esta misma indumentaria que replicaba en su vida diaria.

Steve Jobs era la imagen la simplicidad

En su biografía oficial publicada en 2011, Steve Jobs cuenta que visitó las instalaciones de Sony en Japón y que allí todos los empleados vestían igual. Esta idea le gustó tanto que contactó con el diseñador de los uniformes de Sony para que diseñara una chaqueta que se convertía en chaleco. Sin embargo, a los empleados de Apple no les gustó nada.

En el viaje, Jobs le preguntó a Akio Morita, el presidente de Sony, por qué todos los trabajadores de su empresa llevaban uniforme. "Pareció avergonzarse mucho y me contó que, después de la guerra, nadie tenía ropa, así que las empresas como Sony tenían que darles a sus trabajadores algo que ponerse cada día", recordaba Jobs. Con el paso de los años, los uniformes fueron teniendo un estilo propio, especialmente en compañías como Sony, y aquello se convirtió en una forma de crear un vínculo entre los trabajadores y la empresa. "Decidí que quería crear ese tipo de vínculo para Apple", recordaba Jobs.

Sony, con su preocupación por el estilo, había contratado al célebre modisto Issey Miyake para que creara su uniforme. Era una campera de nailon antirasgaduras, con las mangas unidas por un cierre que podían retirarse para crear un chaleco. "Así pues, llamé a Issey Miyake y le pedí que diseñara un chaleco para Apple —recordaba Jobs—. Llegué con unas muestras y le dije a todo el mundo lo genial que sería llevar todos aquellos chalecos. Madre mía, ¡cuántos abucheos recibí! Todo el mundo detestó aquella idea".

Steve Jobs, preparado para la ocasión

En el proceso, no obstante, entabló amistad con Miyake, a quien visitaba con regularidad. También le gustó la idea de contar con un uniforme propio, tanto por la comodidad diaria (el argumento que él defendía) como por su capacidad para crear un estilo personal. "Le pedí a Issey que preparara algunas de las poleras de cuello vuelto que me gustaban, y me hizo como un centenar de ellas".

Su biografo recordaba: "Jobs advirtió mi sorpresa cuando me contó esta historia, así que me las enseñó, todas apiladas en el armario. «Esto es lo que llevo —afirmó—. Tengo suficientes para que me duren el resto de mi vida",.

Pese a la negativa de sus trabajadores a Jobs le seguía gustando la idea de tener un uniforme y como ya había entablado amistad con el diseñador le pidió que le confeccionara una gran cantidad de poleras de cuello alto de color negro. Él creía que eran cómodos para cualquier tipo de situación y, además, también lo suficientemente sobrios como para comer con el presidente de los Estados Unidos si se daba la ocasión.

También, le sumo unos jeans Levi's 501 y una zapatillas New Balance 992, preferiblemente grises. Estas tres piezas sencillas se convirtieron en la identidad de Jobs y un reflejo de su forma de hacer en Apple: en la simplicidad está el éxito.

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