La virtualización y sus consecuencias sobre los territorios fortalecen las relaciones entre las tecnologías de la información y la globalización, pero también presentan nuevos desafíos. Podemos hablar de un mundo virtualizado en el sentido en que nos referimos comúnmente a la aldea global, o de "empresas virtuales" que tienen formas virtuales de organización. 

Un claro ejemplo son las redes sociales como Facebook, Twitter o Instagram, entre otras, o incluso el buscador Google, todas con sede física en Estados Unidos, y por lo tanto, regidas por las leyes de ese país... pero ¿cómo se resuelve un litigio por la publicación de contenido o agravios si el demandante vive en Buenos Aires o en Tokio? 

Las tecnologías de la información y la comunicación han traído como consecuencia la virtualización, y la posibilidad de hacer uso de esta implica poseer software, hardware, infraestructura, es decir, una gran cantidad de conocimiento. Vivimos en la sociedad del conocimiento, la cual está basada en las tecnologías de la información, que hacen más competitivos a los mercados, poniendo a las empresas ante desafíos como la innovación organizacional y de productos.

Las organizaciones en la actualidad comienzan a tener estructuras en forma de red, constituyéndose virtualmente en alianzas, como su incorporación al comercio vía internet. El tamaño de los países queda en segundo plano. Pero la velocidad de integración y aprendizaje ha cobrado un rol fundamental. Es necesario para las empresas adaptar su infraestructura para poder acceder a los mercados globales. 

Tal vez una de las tecnologías disruptivas mas relevantes es internet móvil, en especial por el impacto que tiene en el desarrollo de otras tecnologías disruptivas. En tan solo unos años los dispositivos portátiles habilitados para internet han pasado de ser un lujo de unos pocos a una forma de vida para más de mil millones de personas que poseen teléfonos inteligentes.

El desarrollo de internet móvil ha hecho posible otros desarrollos disruptivos como Internet de las Cosas, que incorpora sensores y actuadores —es decir, dispositivos para captar el entorno y ejecutar acciones, respectivamente— en máquinas y otros objetos físicos para integrarlos al mundo conectado. Diferentes objetos y dispositivos pueden equiparse con sensores y actuadores y conectarse a través de internet para monitorear su entorno, comunicar sobre su estado, recibir instrucciones y tomar decisiones en función de la información que reciben.

Incluso las personas pueden estar equipadas con sensores para rastrear, por ejemplo, su estado de salud. Desde la medición de la humedad en un campo de cultivos, o el seguimiento del flujo de agua a través de tuberías de servicios públicos, hasta automóviles sin conductor o en modo de piloto automático, o luces que se encienden solo cuando detectan que alguien ha ingresado a la habitación, o un lavarropas con Wi-Fi que podemos programar desde la oficina, todo eso y mucho más es IoT. 

Otra tecnología de gran impacto es la computación en la nube, mediante la cual cualquier aplicación o servicio de computadora puede ser entregado a través de una red o internet. La computación en la nube ofrece grandes capacidades de almacenamiento, muy necesarias cuando estamos frente a un incremento exponencial de la cantidad de datos (big data) que deben ser procesados y almacenados, provenientes no solo de nuestra interacción en las redes, sino de miles de millones de dispositivos y objetos conectados, sin necesidad de una inversión inicial en hardware o software nuevos. Además, permite la centralización de información proveniente de diferentes fuentes en un solo lugar, lo que facilita su análisis y comparación. 

En otro aspecto, el avance de la robótica también está provocando profundas transformaciones en el ámbito laboral. ¿Una amenaza o una mejora en las condiciones de seguridad para los trabajadores? Las tecnologías disruptivas siempre plantean dilemas que invitan a la reflexión... 

La lista de tecnologías que están transformando el mundo no se agota en estos casos mencionados, y seguiremos profundizando en ellas en el transcurso de los diferentes capítulos de este libro.

Pero las que hasta ahora presentamos sirven para ir comprendiendo por qué hablamos de disrupción cuando hacemos referencia a estas tecnologías. A pesar de todo lo que falta por desarrollar (estamos observando recién la punta del iceberg) y aún sin saber cómo se verá nuestra vida con estas tecnologías en los próximos quince o veinte años, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que nada será como lo conocimos hasta ahora. 

La gran pregunta es si estamos preparados para estos cambios. 

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