La narrativa habitual de la transformación digital suele centrarse en la nube, la inteligencia artificial o la analítica avanzada, pero en el terreno real, los protagonistas son la tecnología física: sensores, gateways, tablets, cámaras y dispositivos móviles.
Toda esta tecnología que conecta, mide, calcula y automatiza está físicamente expuesta a un entorno que, por efecto del cambio climático, se vuelve cada vez más hostil, generando así un nuevo cuello de botella para la infraestructura digital.
Según estimaciones de Embedded Computing Design (2024), para el año 2025, el 75% de todos los datos industriales se procesarán fuera del centro de datos tradicional, en lo que se conoce como edge computing.
Sin embargo, cuando esos "bordes" se encuentran en condiciones extremas —como un pozo petrolero a 45 °C, una zona rural con lluvias torrenciales o una cantera con polvo constante—, la tecnología que no está preparada para esas adversidades falla.
En América Latina, este desafío se intensifica no solo por la diversidad geográfica, que abarca selvas, desiertos, montañas y llanuras, sino también por el aumento sostenido de fenómenos climáticos extremos.
El informe 2024 del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) advierte que estos eventos serán más frecuentes e intensos, incluso si la temperatura media global no supera los 1,5 °C.
Impacto del cambio climático en el edge computing: un nuevo cuello de botella digital
En 2024 se registraron temperaturas récord en países como la Argentina, Brasil y México, junto con tormentas severas en Colombia y Perú, afectando directamente a los dispositivos que conforman la capa física del edge computing.
Estos equipos sufren impactos como fallas, recalentamiento, corrosión y desconexiones que ponen en riesgo las operaciones críticas.
Jim Huang, Regional Sales Manager de Getac para América Latina, explicó que "el cambio climático está modificando las reglas de operación en campo; hoy no basta con tener dispositivos inteligentes, deben ser físicamente resilientes".
Y añadió: "La robustez tecnológica dejó de ser un diferencial y se volvió una condición indispensable para operar en estos entornos desafiantes".
Un fallo en un dispositivo edge puede interrumpir la operación de una máquina, cortar el monitoreo de una válvula crucial o generar errores en la interpretación de datos.
Según BigPanda (2024), el costo de una interrupción no planificada en grandes empresas puede superar los u$s23.000 por minuto, sin contar penalizaciones ni consecuencias indirectas.
Hardware robusto como respuesta estratégica para la continuidad operativa
Ante este escenario, el hardware robusto se presenta como una respuesta inevitable para sostener la digitalización en ambientes severos.
Equipos especialmente diseñados para resistir polvo, humedad, calor extremo, vibraciones e impactos permiten mantener las operaciones donde la tecnología convencional no sobrevive.
Empresas como Getac lideran el desarrollo de dispositivos certificados con estándares militares MIL-STD-810H e industriales IP66, capaces de operar en condiciones extremas que van desde -29 °C hasta 60 °C, sin ventiladores ni partes móviles, sellados y resistentes a caídas.
Desde la firma destacan que la principal ventaja para sus clientes en la región es la continuidad operativa asegurada, incluso bajo condiciones climáticas que anteriormente obligaban a suspender operaciones o sustituir equipos.
Este enfoque protege la inversión tecnológica y también minimiza pérdidas económicas y mejora la confiabilidad en sectores como minería, logística, energía y agricultura.
En suma, el desafío climático obliga a repensar el edge computing, desde el software, la conectividad, y fundamentalmente desde su base física.
El desafío latinoamericano frente a la digitalización y cambio climático
El problema que plantea el clima para el edge computing es especialmente relevante en América Latina, dada su compleja y diversa geografía y el incremento constante de eventos climáticos extremos.
El IPCC advierte que las tormentas, olas de calor, sequías y otros fenómenos serán más frecuentes y severos, afectando a los dispositivos que operan en campo, desde sensores hasta equipos críticos para la operación de industrias vitales.
Esta realidad pone en riesgo la trazabilidad, el monitoreo y la automatización en tiempo real, elementos esenciales para la eficiencia operativa y la toma de decisiones.
El daño físico a los dispositivos puede traducirse en interrupciones de proceso, pérdida de datos y eventual daño económico o reputacional para las organizaciones.
Por ello, la inversión en hardware diseñado para enfrentar estas condiciones es clave para la sustentabilidad de la transformación digital en la región.
Robustecer la infraestructura edge digital es un paso indispensable para garantizar que las tecnologías de punta cumplan su función sin interrupciones por factores ambientales.
Resiliencia tecnológica para un futuro digital sustentable
El cambio climático trascendió el ámbito ambiental para convertirse en un factor estratégico para la continuidad de la infraestructura tecnológica.
En este sentido, el hardware robusto constituye la primera línea de defensa ante un clima que se vuelve más caliente, húmedo y extremo.
Para las organizaciones, significa que no hay margen para errores ni para la obsolescencia de equipos clave en los bordes digitales donde se gestiona gran parte de la información crítica.
El futuro de la transformación digital industrial en América Latina y el mundo dependerá de la capacidad de adaptación física de los dispositivos, combinada con la innovación en software y redes.
En contextos de alta vulnerabilidad climática, la resistencia y durabilidad de los dispositivos edge dejará de ser un lujo para convertirse en una condición sine qua non para la operación continua y segura.
La digitalización entonces deberá integrarse profundamente con la realidad ambiental, asegurando que la infraestructura tecnológica sea tan resiliente como necesaria.