La noticia tuvo el impacto de una verdadera bomba, y sus esquirlas alcanzaron las fachadas de los principales bancos del mundo.Google, el gigante de Internet, apura los pasos para salir con su propia fintech para ofrecer cuentas corrientes a millones de usuarios. Tras el anuncio, el mercado financiero tembló. Acordó con el Citigroup y la Stanford Federal Credit Union, la cooperativa de ahorro de la poderosa Universidad de Stanford para delinear el primer bosquejo de "Cache", nombre con el que bautizó la iniciativa.

En rigor de verdad, ya tiene experiencia en el rubro de pagos digitales con Google Pay, su billetera virtual que permite abonar en miles de comercios en EE.UU, Europa y América Latina. Pero ahora quiere redoblar la apuesta captando los ahorros de multitudes, un anhelo de muchos pero que nadie ha podido lograr.

Es, justamente, en el sector tecnológico donde estos planes se hacen fuertes. Son varias las "bigtech" que pusieron el ojo en el negocio bancario: con tropiezos, Facebook avanza con su moneda; Apple sumó una tarjeta de crédito a su billetera móvil; Amazon tiene un pack de productos financieros y Uber un sector fintech para conductores y usuarios.

Pese a que su abordaje difiere, las grandes tecnológicas comparten un objetivo: volverse indispensables para sus clientes. En ese sentido, construyen ecosistemas para que estos se muevan dentro de sus límites.

Es claro que la entrada de las Fintech y Bigtech al sistema financiero cambian la forma de hacer negocios. Según un informe de la consultora internacional Finnovating los índices de rentabilidad de la banca a nivel global se verán comprometidos ante la irrupción de estos nuevos actores tecnológicos.

En rigor, el índice de rentabilidad sobre recursos propios (ROE) de los bancos a nivel mundial en el año 2024 podría caer hasta un 4,6%, teniendo en cuenta que la rentabilidad promedio de la banca mundial fue de 9% en 2018.

Esta reducción de la rentabilidad es una mezcla de varios factores tales como de pérdida de cuotas de mercado y disminución de las ganancias tanto por menores ventas, aumento de los gastos o una combinación de ambos factores.

Por otro lado, KPMG sostiene que las bigtech no muestran interés en captar depósitos, pero sí en ciertos segmentos de la actividad financiera.

En un reporte, la firma subraya que al menos dos de cada cinco usuarios estaría dispuesto a contratar Google, Amazon o Apple para sus servicios, y otro 47 por ciento abriría una cuenta con alguna de estas empresas. 

Pese a los contundentes resultados, considera que "no deberían ser una gran amenaza", ya que, al menos por el momento, "no parecen interesadas en dedicarse al negocio bancario tradicional, complejo y con poca rentabilidad".

El año de las Bigtech

El 2019 fue, definitivamente, el gran año de las bigtech en el segmento financiero, de la mano de dos anuncios que acapararon los titulares del mundo.

Uno fue la Apple Card, la tarjeta de titanio de la firma de Cupertino, que expandió su oferta de servicios de pago con un producto que generó más comentarios que el iPhone 11

- El otro fue Libra, la moneda digital impulsada por Facebook y un consorcio de pesos pesados que incluyó a varias de las firmas de ecommerce y pagos más grandes del mundo. 

Sin embargo, la promesa de una verdadera revolución financiera pregonada por Mark Zuckerberg parece desinflarse como un Zeppelin en caída libre. Libra todavía no salió a las "pistas" y ya perdió el apoyo de Mastercard, Visa, Paypal y Mercado Libre, entre otros, que se alejaron del proyecto hasta que no haya precisiones sobre el rumbo que tomará.

En el caso de la tarjeta de Apple, ya está operativa en algunos mercados del mundo. Pero su adopción no acompañó a la masiva expectativa que generó en la previa: por ahora, la mayoría de sus usuarios no le encuentra valor agregado en su uso diario, más allá de la devolución del 3% del pago en locales seleccionados y otros beneficios.

Es que, más allá de la parafernalia que acompañó a su anuncio, a este tipo de productos le cuesta competir con los beneficios ya ofrecidos por bancos, que van desde importantes descuentos, la suma de puntos y la acumulación de millas, un extra muy valorado por los consumidores.

Al mismo tiempo, las autoridades han expresado su creciente preocupación en cuanto a las brechas en la supervisión de las transacciones, ya que cada vez existe más actividad financiera fuera de la banca tradicional. En medio de este panorama irrumpe lo de Google. Por lo pronto, el gigante de la web tiene frente a sí un amplio campo para crecer, ya que en Estados Unidos los servicios de pago ofrecidos por las grandes tecnológicas representan apenas el 1% del PBI, de acuerdo con datos del Banco de pagos Internacionales.

A modo de comparación, en China esa cifra asciende al 16% del PBI, de la mano de gigantes como Alibaba, con su rama Ant Financial, y Tencent, que ofrece el "Mercado Pago chino" con su mega solución WeChat Pay.

Para Ignacio Carballo, director del programa en Fintech & Digital Banking de la UCA, el fenómeno de transformación digital de la llamada 4° Revolución Industrial "se caracteriza principalmente por una drástica reducción, y en algunos casos la eliminación absoluta, de intermediarios". 

Además, agrega que "lo que sobran son datos, y cada vez hay mayor eficiencia para transformarlos en información. La que siempre fue una utopía teórica para los economistas (mercados con información completa) hoy es una promesa factible por los avances tecnológicos. Quien maneje mejor información, mejor proveerá de servicios financieros".

Por ello, afirma que las empresas tecnológicas (acostumbradas a estas metodologías desde hace años) "tienen ventajas comparativas para incursionar en el mercado del crédito.  Es lógico verlas ingresar a competir con la banca tradicional y las fintech de verticales específicas".

Los bancos, por ahora aliados

Del lado del Citi, la alianza le significa la gigantesca posibilidad de penetrar en un ecosistema altamente consolidado, como el de Google/Android, que representa aproximadamente el 80% del mercado móvil a nivel mundial.

Por ahora, la dinámica entre banca tradicional y grandes tecnológicas se mece en distintas alianzas que les permitan a estas últimas ofrecer servicios financieros sin necesidad de convertirse en bancos, ya que esto no solo acarrea un denso entramado de regulaciones, sino también una rentabilidad menor a la de sus negocios tradicional.

Para la firma estadounidense, además, la asociación se traduce en una forma más ágil de sumar depósitos que la combinación de canales que actualmente ofrece en los mercado en los que opera. Incluso si Google, de una forma u otra, toma un importante porcentaje de sus ganancias.

Carballo considera que las nuevas tecnologías "traen nuevamente la obligación a la banca tradicional de adaptarse, de transformarse, como ya lo hizo en el pasado".

En su visión, la avanzada bigtech no constituye una amenaza para los bancos: "Veo nuevos modelos de negocios. El riesgo de la banca es perder margen de ganancia si no se adapta, pero al final del día la plata de las fintech descansa en algún banco. Tomemos Mercado Libre: su fondo común está en BIND, su tarjeta es del Patagonia, sus CVU’s en Citi".

Tal vez el segmento que más reparos tenga respecto de la avanzada de las firmas de tecnología no sea el de los bancos sino el de las fintech, que compiten de manera más directa ya que también ofrecen productos de base tech.

"El principal riesgo en el debate "fintech vs bigtech" es replicar los errores del pasado. Creo que las primeras tienen como desafío no ser desplazadas por las tecnológicas, ya que el principal peligro es que el nuevo mercado financiero digital en gestación no sea, otra vez, uno dominado por un puñado de empresas", destaca Carballo. 

Privacidad, un eje clave

Un ítem que genera dudas entre los analistas de la industria es lo referido a la privacidad de la información de los usuarios, sobre todo en un segmento tan sensible como lo es el de los datos de actividad financiera.

Para desarrollar un perfil completo de cualquier persona, lo que Google necesita -más que cualquier otra cosa- son insights financieros específicos que muestren el dinero que entra en su cuenta y cómo se gasta. 

Así, la firma de Mountain View podría comprender mucho más sobre sus patrones de consumo y el desglose preciso de todos sus ingresos discrecionales para potenciar otros servicios de su amplio abanico de productos. Sin embargo, la utilización más obvia de todos estos nuevos datos es empaquetarlos para vender anuncios altamente orientados. 

Por ejemplo, si la compañía analiza los datos del usuario en su cuenta corriente y se da cuenta de que una persona gasta una cantidad significativa de dinero en un determinado producto o servicio (por ejemplo, restaurantes), podría orientar hacia allí sus anuncios, lo cual luce incluso más efectivo que la publicidad basada en búsquedas.

Con la puesta en marcha estipulada para 2020, el proyecto avanza y pule detalles. El éxito dependerá, en última instancia, de la robustez de la propuesta. Apple y Facebook ya lo saben: en las finanzas, un nombre fuerte y un producto "disruptivo" no garantizan el éxito inmediato.

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