Goldman Sachs anticipó un escenario alcista para el oro, destacando que el metal podría llegar a cotizar en 5.000 dólares por onza si se aceleran cambios en los mercados de capital internacionales.
La proyección del banco surge en un contexto donde el oro ya opera en máximos históricos, con un precio actual de 3.586 dólares y un crecimiento acumulado cercano al 36% durante lo que va de 2025.
El optimismo de la entidad se sostiene en factores de riesgo monetario para Estados Unidos, la fuerte demanda de países emergentes y la creciente preferencia de bancos centrales por diversificar reservas con activos refugio.
Proyecciones para el oro y riesgos monetarios
De acuerdo con Goldman Sachs, una de las principales amenazas para la estabilidad financiera de Estados Unidos sería la pérdida de independencia de la Reserva Federal, lo que desencadenaría efectos adversos en los mercados y la moneda.
Un deterioro en la autonomía de la Fed podría provocar más inflación, caídas en los precios bursátiles, un retroceso en los bonos de largo plazo y un debilitamiento progresivo del rol del dólar como divisa de referencia internacional.
En ese contexto, el oro reforzaría su posición como activo de resguardo independiente de la confianza institucional, lo que explicaría la firmeza de la demanda global y su atractivo como alternativa a los activos tradicionales en dólares.
"Un escenario donde la independencia de la Fed se vea dañada probablemente llevaría a más inflación, menores precios de las acciones y de los bonos de largo plazo y a una erosión del estatus del dólar como moneda de reserva", explicó Daan Struyven, codirector de investigación de materias primas globales en Goldman Sachs.
Dentro de su proyección principal, la entidad estima que el oro alcanzará los 3.700 dólares por onza hacia fines de 2025, y que continuará su avance hasta los 4.000 dólares a mediados de 2026.
Este recorrido estaría respaldado por la continuidad de compras por parte de bancos centrales y por la demanda sostenida de inversionistas en economías emergentes, quienes buscan protegerse de la volatilidad financiera global.
Goldman Sachs también analizó posibles escenarios más extremos, calculando que si apenas el 1% del capital privado invertido en bonos del Tesoro —que actualmente asciende a 27 billones de dólares— se trasladara al oro, el precio se acercaría a los 5.000 dólares.
El banco añadió que incluso una reasignación menos pronunciada de fondos fuera de los activos en dólares sería suficiente para impulsar la cotización del oro a 4.500 dólares por onza, un nivel muy superior al actual.
Goldman Sachs anticipa una "fiebre del oro" con las stablecoins
El banco de inversión Goldman Sachs encendió las alarmas en Wall Street: proyecta que las stablecoins están a punto de vivir un auge histórico, al que comparan con una verdadera "fiebre del oro".
Según un informe citado por el Financial Times, el secretario del Tesoro de EEUU, Scott Bessent, cree que estos activos digitales respaldados por instrumentos seguros, como letras del Tesoro, se convertirán en un motor clave para la demanda de deuda del Gobierno estadounidense.
Según indican, no solo consolidarían la hegemonía global del dólar, sino que además podrían fortalecer el precio de los bonos y expandir su uso en todo el mundo.
El fenómeno, aseguran, tiene respaldo regulatorio. La nueva Ley GENIUS busca unificar criterios entre estados y gobierno federal, ofreciendo un marco legal más claro para un mercado que ya mueve cifras astronómicas.
Hoy, el valor total de stablecoins ronda los u$s271.000 millones, pero Goldman Sachs calcula que el crecimiento será explosivo: solo el USDC podría sumar u$s77.000 millones entre 2024 y 2027, con un salto del 40% anual.
Para tener dimensión, la firma recuerda que el mercado global de pagos —dominado por gigantes como Visa— mueve u$s240 billones anuales.
Allí, las stablecoins recién empiezan a asomar y podrían ganar espacio en transacciones B2B, P2P y de consumo masivo, más allá de su rol actual en el trading cripto y la cobertura contra la inflación.
Claro que no todos se suben a la ola del optimismo. El Banco de Pagos Internacionales advierte que los flujos hacia stablecoins pueden distorsionar los rendimientos de los bonos de corto plazo, y que las salidas de capital generan un efecto aún más negativo.
Desde UBS, el economista Paul Donovan es más duro: sostiene que estas monedas no crean nueva demanda, sino que apenas redistribuyen liquidez en el sistema.
Pese a las dudas, la narrativa dominante en Wall Street es clara: con reglas de juego más claras, adopción global y utilidad creciente, las stablecoins aparecen como el nuevo gran catalizador del sistema financiero digital y, de rebote, del mercado de deuda más importante del planeta.