Una estrategia que defiendo desde hace años es la de la cartera permanente, que reparte tu capital en cuatro partes iguales: acciones, oro (o Bitcoin), bonos del Tesoro de EE. UU. y liquidez, pues permite blindar el patrimonio ante distintos escenarios económicos: crecimiento, recesión, inflación o deflación.

Por ejemplo, mientras las acciones prosperan en expansión, los bonos protegen en recesión, y el oro o Bitcoin funcionan como refugio ante inflación o crisis sistémicas. Es un modelo estable, pensado para resistir cualquier ciclo.

Pero también sugiero tener una cartera variable (en mi caso el split suele ser 50/50 entre ambas), donde incluir oportunidades concretas que, bien elegidas, en función a tu expertise o conocimiento, puedan generar un retorno superior al promedio.

Aquí te comparto tres opciones poco usuales o que aún no se han masificado, pero que cobran cada vez más relevancia en el contexto actual en el que el inversor informado sustituye al institucional, identificando nuevas oportunidades y activos digitales:

Diversificar entre activos sólidos y detectar oportunidades reales -antes de que se vuelvan populares- es precisamente lo que permite que una cartera variable complemente la permanente, impactando positivamente nuestro entorno, capturando valor donde otros aún no miran y apalancándonos en las ventajas financiero-fiscales de las inversiones 3.0.

*Por Fernando Ors, presidente de Reental, autor de Impacto 3.0 y experto en inversiones alternativas

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