Luego de ocupar posiciones directivas en Restorando, Guide Central, iMundial y en Google, tanto en Argentina como en Irlanda, Gastón Irigoyen hoy comanda los destinos de Naranja X, el brazo fintech del mayor emisor de tarjetas de crédito de la Argentina.
 
Además, este licenciado en Relaciones Internacionales egresado de la Universidad de San Andrés es profesor en el Master in Business & Technology de esta casa de altos estudios y fue distinguido como uno de "35 sub 35" mejores ejecutivos por la revista Forbes en 2014.

1. ¿Qué efectos en el corto y mediano plazo va a generar esta pandemia en su empresa?

En Naranja X estamos enfocados en construir valor para individuos y comerciantes. A corto plazo lanzamos beneficios y promociones como cuotas sin interés, cobros a tasa 0%, descuentos de hasta 50% en recarga de celular y transporte; y ofrecemos el dólar más conveniente del mercado, operable 24/7 desde el celular.

A mediano plazo, el COVID-19 nos hace pensar en una nueva normal, donde cobran importancia los pagos digitales, inmediatos, seguros a la distancia como pueden ser el pago de servicios, impuestos y las compras online con envío a domicilio, y a soluciones de ahorro para afrontar la menor actividad económica. 

2. ¿Cómo cree que afectará a la rama de actividad en la que opera su compañía?

La industria fintech saldrá fortalecida, el consumidor entiende que puede hacer una mejor gestión de su vida financiera e ir reemplazando el efectivo, un medio caro, incómodo e inseguro. La pandemia evidenció las limitaciones del sistema financiero tradicional, la incomodidad y riesgo asociado a las sucursales bancarias y de cobranzas presenciales.

3. ¿Cómo ve el accionar del Gobierno hasta ahora y qué le recomendaría a los funcionarios?

Celebramos el sentido de urgencia de las autoridades para brindar soluciones que simplifiquen las gestiones financieras durante la pandemia. Estamos a favor de la inclusión financiera, digitalización de los pagos y multiplicidad de herramientas digitales para gestionar la vida financiera.

En este contexto, tendría sentido reducir la carga impositiva que enfrentan los comercios con los cobros electrónicos y, en cambio, gravar las transacciones en efectivos, desincentivando su uso por parte de consumidores.

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