El endeudamiento de las familias argentinas alcanzó niveles críticos en el cierre de 2025. Según el último informe de Estabilidad Financiera del Banco Central (BCRA), la deuda promedio por cliente entre entidades tradicionales y digitales trepó a los $5,6 millones, lo que representa un salto del 75% respecto al año pasado.

Este fenómeno se explica por la combinación de una caída en el poder adquisitivo y la explosión de la oferta de créditos de las fintech y prestamistas no bancarios. En total, hay 6,2 millones de personas que mantienen deudas simultáneas en ambos circuitos (bancario y extra-bancario).

El desglose de la deuda: Bancos vs. Wallets

El informe del Banco Central permite diseccionar de dónde proviene esa "mochila" financiera que cargan los argentinos.

Del promedio de $5,6 millones por persona, la composición es la siguiente:

Aunque el monto bancario es mayor, el segmento extra-bancario es el que más preocupa a las autoridades por la velocidad de su crecimiento: los préstamos personales en este sector crecieron un 144% en términos reales en el último año.

Tasas "por las nubes" y mora en aumento

Uno de los datos más alarmantes es la brecha entre la inflación y el costo del crédito.

Mientras la inflación anualizada se ubica en torno al 31,4% (datos a noviembre 2025), las tasas de los préstamos personales de entidades no bancarias promedian el 129% anual, es decir, cuatro veces por encima de la suba de precios.

Esta presión financiera ya se traduce en un deterioro de la calidad crediticia:

La "bola de nieve" de las familias

Para muchos hogares, la deuda ya se volvió inmanejable. Según datos recopilados por consultoras privadas en base al BCRA, una familia promedio ya adeuda el equivalente al 130% de su salario mensual.

El uso de la tarjeta de crédito para financiar consumos básicos de supermercado es el principal motor de este endeudamiento.

El Banco Central advirtió que "el aumento de la cartera en riesgo sugiere un deterioro adicional" y plantea desafíos para la estabilidad financiera de los hogares.

Con un costo financiero que no cede al ritmo de los salarios, el 2026 inicia con la urgencia de desarmar una bola de nieve que amenaza el consumo interno.

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