Argentina lleva décadas conviviendo con inestabilidad, controles cambiarios, ciclos económicos violentos e inflación.

Ese escenario se transformó inesperadamente en el caldo de cultivo perfecto para una de las comunidades cripto más dinámicas del planeta. Lo que para el resto del mundo es un fenómeno tecnológico, para los argentinos se convirtió en una herramienta de supervivencia económica.

Isabel González, cofundadora de POAP, un sistema de prueba de asistencia basado en Ethereum y creado en Argentina, compartió una charla sobre cómo las divisas digitales en DevConnect, el evento global de Ethereum que se realizó en La Rural.

"Nací en España, crecí en Rusia y me mudé a Canadá en 2002", arrancó González. La ejecutiva relató cómo su llegada a Buenos Aires en 2021 le permitió comprender, desde adentro, un problema que ya venía investigando: la incapacidad histórica del país para sostener una moneda estable y un sistema económico confiable.

A partir de esa experiencia personal y del análisis histórico, González trazó un mapa claro de por qué Argentina adoptó el dólar como refugio, cómo Bitcoin y las stablecoins ocuparon ese lugar con fuerza desde 2011, y por qué el país se transformó en un semillero global de talento blockchain.

De la economía rota a potencia cripto

Su relato comenzó por un detalle tan cotidiano como elocuente. "Cuando llegué al departamento que estaba alquilando, recibí una gran bolsa de dinero", contó.

Era la tradicional operatoria del dólar blue: cambiar en el mercado informal para evitar la brecha cambiaria, una práctica que para los argentinos se volvió rutinaria.

González también recordó el sistema de envío de USDC a un operador, quien luego entregaba los pesos en efectivo. "Viajabas con una gran bolsa de dinero para tu gasto diario", detalló.

Esa escena, que a ella le resultó impactante, la llevó a comparar lo vivido con los recuerdos de su familia durante la crisis rusa de los 90.

Sin embargo, esta vez observó el fenómeno "como adulta, viendo lo que la inestabilidad económica realmente significa en la vida diaria". Para comprender cómo se llegó a este punto, comenzó a estudiar en profundidad la historia económica argentina.

Su resumen fue claro: la desestabilización de la Gran Depresión, el ascenso y caída del peronismo, los golpes militares, la hiperinflación de los 80, la convertibilidad y el colapso del 2001 marcaron generaciones completas. 

El retorno de los controles cambiarios en 2011 –el llamado cepo– fue el detonante moderno. La imposibilidad de comprar dólares libremente derivó en un nuevo mercado informal y abrió un espacio inesperado para Bitcoin.

"El control de capital fue lo que finalmente hizo que el interés local en cripto explote", afirmó. De pronto, la criptomoneda ya no era un experimento, sino una solución práctica para quienes necesitaban proteger sus ingresos de la inflación.

Ese contexto coincidió con un activo estratégico: Argentina ya contaba con una enorme masa crítica de desarrolladores formados en empresas como MercadoLibre, y centros de excelencia como el ITBA. González sintetizó con humor esa realidad: "Construir software y jugar fútbol eran las dos maneras de ganar dinero en Argentina".

El surgimiento de comunidades como LaBitConf, Bitcoin Argentina, El EspacioBitcoin y Voltaire House ayudó a consolidar redes que derivaron en compañías reconocidas mundialmente: OpenZeppelin, Decentraland, Maker, BuenBit, Ripio y la propia POAP.

Para González, la clave no fue solo el entusiasmo tecnológico, sino que Bitcoin, Ethereum y luego las stablecoins ofrecieron "una alternativa a la economía local" y una vía para cobrar en dólares digitales trabajando de manera remota. Ese cambio democratizó la posibilidad de ahorrar en moneda dura, algo que antes estaba reservado a una minoría con cuentas o contactos en el exterior.

La llegada de stablecoins desde 2014 profundizó el fenómeno. "Hoy no es sorprendente que Argentina sea un líder mundial en la adopción de stablecoins", expresó, destacando que el país compite en volúmenes con Brasil pese a tener una población mucho menor.

La lección argentina y el futuro del dinero

En el tramo final, González trazó un paralelo inquietante entre Argentina y Estados Unidos. Según explicó, muchos jóvenes estadounidenses comienzan a experimentar una pérdida de poder adquisitivo similar a la que sufren los argentinos desde hace décadas, con costos de vivienda, salud y educación que crecen muy por encima de los salarios.

"Es decepcionante cuando mis amigos argentinos dicen que ven a los EE. UU. acelerar el siglo XX de América, y no están equivocados", alertó, en alusión a una lección que el mundo debería aprender a partir del caso albiceleste. 

Ese deterioro, sumado al surgimiento de nuevas plataformas financieras, está ampliando la adopción de criptomonedas en Occidente. "Casi el 30 por ciento de los adultos estadounidenses hoy poseen criptomonedas blue-chip", señaló, remarcando que la búsqueda de refugio frente a la inflación no es exclusiva del mundo emergente.

No obstante, advirtió que aún existen riesgos y desafíos. "Los intermediarios a los que dependes van a hacer o romper tu experiencia de la criptografía", dijo al referirse a casos como FTX, una de las estafas más recordadas del mundo cripto. También insistió en que la industria necesita mejorar la experiencia de usuario, la seguridad y la claridad regulatoria.

Aun así, su visión final fue optimista. Para ella, la criptoeconomía combina incentivos, talento y tecnología para ofrecer a millones de personas una vía de escape de sistemas económicos que no funcionan. En países como Argentina, enfatizó, esa alternativa no es futurista: es presente. "Esto no es una conversación sobre el futuro. Estamos aquí hoy", concluyó.

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