Durante siglos, el dinero fue una cuestión de imperio. Roma tuvo el denario, Gran Bretaña impuso la libra y Estados Unidos convirtió al dólar en la sangre del comercio mundial. Pero algo está mutando.
Ya no se trata de papel, ni reservas bancarias, sino de código. Las stablecoins, criptomonedas respaldadas por divisas fiduciarias o activos reales, se erigen como el vector más disruptivo del nuevo orden monetario global.
La pregunta ya no es si habrá una nueva arquitectura financiera, sino quién la diseñará y bajo qué bandera se moverá el valor. La historia económica siempre avanzó al ritmo de la innovación monetaria.
Los libros contables dieron paso a los registros digitales, y ahora la tokenización promete unir mensajería, conciliación y transferencia en un solo acto programable. En ese nuevo terreno, el dinero no circula: se ejecuta.
El dólar tokenizado, impulsado por el GENIUS Act en EE.UU, busca justamente eso: preservar la hegemonía del billete verde en un futuro digital. Bajo esta ley, los bancos podrán emitir stablecoins 1:1 contra dólares, haciendo que cada token sea una extensión programable del sistema financiero estadounidense. En otras palabras, el dólar se prepara para migrar a la blockchain antes de que otro lo reemplace.
Diego Gutiérrez Zaldívar, cofundador de Rootstock y presidente de RootstockLabs, señala a iProUP : "En 2009, Bitcoin se convirtió en el primer activo capaz de desafiar el monopolio del dinero de los Estados nación. Y a partir del intento de Facebook en 2019 por lanzar su propia moneda, Libra –luego Diem–, las corporaciones también comenzaron a mostrar interés en participar del señoreaje".
La guerra fría por el dinero digital
Señala que el Genius Act y la expansión de stablecoins representan el nacimiento de una nueva alianza entre corporaciones y naciones, en este caso, EE.UU. junto a Circle y Tether.
"Estamos presenciando la aparición de monedas estables impulsadas por otras potencias o bloques supranacionales, como la UE y China, para ampliar su influencia sobre el sistema monetario global. Una suerte de carrera armamentista del dinero, una competencia por definir cuál será el nuevo patrón de intercambio en el comercio internacional", dice.
El experto remarca que "es interesante ver cómo ahora queda de un lado Bitcoin y las criptomonedas descentralizadas, y del otro los Estados-nación en alianza con las corporaciones, en un intento por expandir su influencia monetaria al resto de los países", concluye Gutiérrez Zaldívar.
André Sprone, gerente de Crecimiento de Usuarios LATAM en MEXC, opina que la expansión de las stablecoins marca un cambio estructural en la arquitectura financiera global. "No reemplazan al dólar, pero sí modifican la manera en que circula y se demanda la liquidez en los mercados internacionales", explica.
Sprone analiza que, a medida que el dinero se vuelve más digital y programable, "el dólar tokenizado tiende a consolidarse como la principal unidad de referencia, mientras que el oro mantiene su papel como activo refugio histórico, y Bitcoin emerge como una alternativa descentralizada y no soberana", dice.
En este contexto, más que un nuevo orden único, "lo que se viene es un sistema financiero multipolar en el que conviven instrumentos tradicionales y digitales bajo marcos regulatorios aún en construcción", comenta.
El rol del oro, Bitcoin y China
Del otro lado del tablero, China no pretende perder la batalla del dinero digital. Mientras el yuan digital (e-CNY) tropieza en su adopción local, Pekín habilita experimentos de stablecoins en Hong Kong respaldados por yuanes offshore (CNH). Su lógica no es la descentralización, sino la supervisión total: blockchain sin cripto, trazabilidad con identidad facial y geofencing monetario.
El objetivo no es competir con Bitcoin, sino con el dólar digital. Si Washington avanza con su red global de stablecoins bancarias, el gigante asiático buscará una versión con ADN chino: control primero, innovación después. El dinero ya no será solo un medio de intercambio, sino un instrumento de gobernanza programable.
Carolina Gama, Country Manager de Bitget en Argentina, comenta a iProUP que la expansión de las stablecoins marca una nueva fase en la evolución del sistema financiero global. "Aceleran la conexión entre las finanzas tradicionales y el ecosistema cripto, ofreciendo eficiencia y estabilidad en las transacciones internacionales", indica.
"Más que reemplazarse entre sí, es probable que estos activos coexistan, cumpliendo roles complementarios: el dólar como principal referencia global, el oro como reserva de valor tradicional y Bitcoin como activo descentralizado y escaso", completa.
En este tablero, el oro y Bitcoin no desaparecen, sino que mutan de símbolo a contrapeso. Según Sprone, el metal conservará su atractivo como activo físico sin riesgo de contraparte, pues el único refugio que no depende de servidores ni validadores.
Pero el capital digital demanda velocidad, no bóvedas. Por eso, BTC mantendría su rol de reserva alternativa, un "oro digital" sin frontera ni permiso, que gana legitimidad en la medida en que los Estados avanzan hacia monedas más controladas.
Sin embargo, Bitcoin no puede reemplazar al sistema: no ofrece elasticidad ni capacidad crediticia. En cambio, las stablecoins sí pueden integrarse al núcleo del sistema, conectando el mundo bancario con la infraestructura blockchain. En este sentido, representan la nueva capa del capitalismo financiero, una interfaz entre el viejo y el nuevo dinero.
Stablecoins y deuda estadounidense: el motor de una dolarización global
José Luis del Palacio, cofundador de Decrypto, sostiene que en los próximos años veremos una clara expansión de las monedas estables y la contraparte de esa expansión son los depósitos en el sistema financiero de Estados Unidos, ya que el gobierno busca financiarse a tasas bajas.
"Todas las stablecoins globales con jurisdicción dentro de EE.UU. tendrán como respaldo la propia deuda pública norteamericana, básicamente los T-bills: vas a tener un token que vale un dólar y está avalado por el Tesoro de EE.UU.", señala. Considera que este esquema implicará un crecimiento de la deuda estadounidense, tasas bajas y una verdadera "inundación de dólares" a escala global.
"Habrá una expansión del dólar en prácticamente todo el mundo. Imaginá un token que vale u$s1, de libre disponibilidad, que podés mover sin trabas y en forma inmediata, frente a los sistemas monetarios locales en los que los pagos internacionales requieren trámites, controles y tipos de cambio múltiples. Lo que busca EE.UU. es una dolarización global, mantener al billete como moneda de referencia mundial", explica.
Esa expansión tendrá impacto directo sobre precios e inflación a nivel global, ya que "todo lo que cotiza pasará a medirse en dólares". A su vez, anticipa un efecto expansivo en los mercados financieros, con entre dos y tres años de crecimiento sostenido. "Será un ciclo muy favorable para los mercados emergentes, especialmente para América Latina, donde los principales beneficiados serán las commodities", afirma.
"Argentina, Paraguay, Brasil y Uruguay, como grandes exportadores, se verán impulsados por un nuevo ciclo alcista de materias primas, incluso si su origen está en una expansión monetaria global respaldada por deuda. En el corto plazo, será positivo para la región y para las economías emergentes", agrega.
En el billete de un dólar, la inscripción latina "Novus Ordo Seclorum" significa "el nuevo orden de los siglos". Durante siglos, fue una declaración de poder. Hoy, resuena como una advertencia. El nuevo orden financiero no se está gestando en los templos de Wall Street ni en los bancos centrales, sino en el código que define cómo circula la confianza.
El oro protege, Bitcoin desafía, pero las stablecoins redefinen el campo de batalla: pueden transformar al dólar en una red más ubicua, al yuan en un instrumento de control y al dinero mismo en una herramienta de programación social.
El mundo se encamina hacia una arquitectura donde la liquidez será programable, la soberanía será digital y el poder monetario se medirá en líneas de código.