Sabemos que el ecosistema fintech fue uno de los más dinámicos de la economía argentina durante 2021, y que aún está en fase de despegue.

Ya entrando en 2022 es posible analizar cómo continuará lo que ya está funcionando, qué cuestiones pueden crecer y fortalecerse y cuáles podrían decrecer en su intensidad.

El efecto de la pandemia fue significativo en esta industria. Por citar un ejemplo, en 2021 el uso de billeteras virtuales creció en un 340% en relación a 2020, según el último informe de Uso de Dinero Electrónico de la Red Link.

El crecimiento fue a partir de un elemento exógeno, no disruptivo: no hay un producto que haya apalancado el alza.

En lo que hace a finanzas embebidas, América Latina va a ser la región con más oportunidades en el mundo para este tipo de mercado.

Esto es porque tenemos baja penetración de servicios bancarizados, bajo acceso a productos bancarios per se, pero alta adopción de tecnología y de consumo de otros servicios.

Si se llega a esa población con servicios financieros y por los canales habituales de consumo, se sumará mucho al mercado financiero.

Vemos la clara tendencia de empresas de rubros tradicionales que ya están digitalizados, y en los últimos años entran en un proceso de disrupción, buscando vincularse con servicios financieros. 

La penetración de usabilidad de cripto en la vida diaria es otro tema importante. Las cuestiones vinculadas con pagos van a crecer a través de los canales de cripto, probablemente con experiencias de otros actores, como en el caso de las finanzas embebidas, sobre todo en Argentina.

Si bien al banco tradicional le cuesta mucho más adoptar un producto de inversión cripto, si una empresa de retail arma su billetera no tendrá tanto problema en remunerar a los usuarios el uso de su propia billetera con un modelo cripto. Si le perdemos el miedo, hay mucho que aprender.

Insurtech va a seguir creciendo de forma estable y apostando al camino de la digitalización. Hay una evolución desde seguros tradicionales a seguros tech.

A diferencia de lo que sucedió con la banca, esta industria no está siendo disruptiva en el lanzamiento de productos distintos, sin embargo va por el camino de la transformación del seguro tradicional. 

En lo que hace a pagos, en general hay espacio para crecer. Aún tenemos que ver cómo se termina de acomodar todo en transferencias 3.0 y PSP. La tracción en este segmento estuvo dada por la pandemia, que rompió la inercia.

Después, el crecimiento se dará por la adopción y la mayor penetración. Es un tema en el cual no se va a retroceder. El clásico ejemplo que se vincula con este tema es el de la tarjeta SUBE, que costó implementarla pero después nadie quería ver una moneda para viajar.

En open banking este año también habrá avances. La demanda social que caerá sobre los bancos tradicionales va a ser una demanda de mercado.

Quien se adapte a dar mejor servicio y se asocie con las empresas que quieran usar la penetración que ya tengan para ir con clientes propios en estos ecosistemas, va a terminar ganando.

Irán hacia un modelo de open banking, quizás no tan normado, igualitario o súper distribuido pero sí serán los que tengan acceso a productos. Y también a conquistar el terreno de las finanzas embebidas, donde estarán los servicios financieros en los próximos años.

Por último, es válido pensar en el tema de la regulación. Siempre es beneficioso que las reglas estén claras.

Pero hay que tener en cuenta que no sean regulaciones cortoplacistas, que frenen los negocios de largo plazo.

En ese caso aparecerán negocios golondrinas, en los cuales se invierte poco porque no se sabe cuánto van a durar, y luego se van. Si hay que tocar una parte vinculada al riesgo sistémico, conviene evaluarlo pero no meter un freno de la noche a la mañana y un giro de 180 grados en cómo se estructura el modelo de negocios.

* Por Pablo Ces, CEO de Flexibility

 

 

 

 

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