Una ICO (Initial Coin Offering) es el proceso mediante el cual un proyecto recauda dinero para fondear sus operaciones y entrega a cambio su moneda. Podríamos decir que es la venta inicial de una criptomoneda, y, para aquellos familiarizados con el mercado bursátil, sería el equivalente a una IPO.

La época dorada de las ICOs fue durante el año 2017 y la primera mitad del 2018, cuando generaron una recaudación superior a los u$s13.000 millones entre las más de 1.000 criptomonedas nuevas que aparecieron en el mercado. Al analizar los motivos que impulsaron este boom de inversiones en activos tan riesgosos y desconocidos podemos identificar tres principalmente:

  • Efecto Riqueza: muchos inversores que habían comprado Bitcoin entre el 2012 y el 2016 multiplicaron su capital exponencialmente durante la disparada del Bitcoin en 2017. Entonces vendieron parte de sus tenencias y usaron ese capital para invertir en nuevas criptomonedas porque no les generaba un riesgo significativo en caso de que la inversión diera pérdida.

  • Oportunidad: debido a que se compra el activo durante la etapa inicial del proyecto, su precio suele ser comparativamente barato, por lo que el potencial de ganancias se vuelve muy alto cuando comienza a cotizar en el mercado secundario. Como referencia, la ICO más popular hasta la fecha ha sido Ethereum, que se vendió a u$s0,31 en 2014 y hoy vale más de u$s4.000, y genera un retorno de 1.286.074%.

  • Accesibilidad: para participar de una ICO, solo se requiere una billetera cripto, cosa que puede usar cualquier persona con acceso a internet, una pc o smartphone. Esto permitió que cualquier proyecto en cualquier país del mundo pudiera vender su moneda a un universo potencial de 4.000 millones de inversores, sin tener que preocuparse por las restricciones, costos y tiempos que requeriría un fondeo similar en el mercado bursátil.

  • Como toda inversión, las criptomonedas implican el análisis de dos variables fundamentales para su valuación: retorno esperado y riesgo. Es vox populi que los retornos esperados de invertir en ICOs son exorbitantes, probablemente los más altos del mundo para cualquier tipo de activo en la actualidad. Sin embargo, son pocas las veces que encontré un análisis de los riesgos correspondientes.

    Lo paradójico es que, de los 7 riesgos más comunes en una inversión, las criptomonedas conllevan 5, de modo que invertir sin estudiarlos sería como conducir con un solo ojo. A continuación, una breve explicación de ellos:

  • Riesgo sistémico: afecta directamente al mercado en su conjunto, sin importar cuál es el proyecto en el que se invierta. Las criptomonedas son una clase de activo en su infancia, que recién en 2020 comenzó a legitimarse con el ingreso de inversores institucionales. El tamaño de su mercado era tan chico e incierto que, hasta hace un año atrás que si Bitcoin no se hubiera recuperado, todas las otras monedas hubieran desaparecido tras él.

  • Riesgo propio: solo afecta al proyecto en el que invertimos, ya que va a estar condicionado por una serie de factores propios al mismo.Con más de 8.000 criptomonedas cotizando actualmente y una utilidad similar en su mayoría, hay que preguntarse cuáles de ellas serán las que lograrán generar uso y demanda para acrecentar su valor, aún en el contexto de un mercado alcista para el ecosistema.

  • Riesgo de liquidez: es la imposibilidad de encontrar un comprador fácilmente cuando se quiera vender el activo en el que se invirtió, lo que provoca una rebaja sustancial en el precio para poder salir de la posición. Más de 2.000 criptomonedas operan un volumen diario menor a los u$s100.000. Eso implica que, si quisiera comprar o vender tan solo u$s1.000 de ese activo, estaría absorbiendo el 1% de las transacciones, con su correspondiente impacto en el precio. 

  • Riesgo de crédito: ocurre cuando la contraparte no es capaz de devolver el capital que se le presó.Técnicamente las criptomonedas no presentan un riesgo de crédito porque no hubo un préstamo por parte del inversor, sino la compra de una moneda que le permite utilizarla para las funcionalidades que conlleve el proyecto. Sin embargo, en la práctica, si el proyecto fracasa, el precio de la moneda se desplomará y el inversor nunca recuperarrá su dinero. El problema es que este riesgo se ve magnificado si los encargados del proyecto pueden quedarse con el dinero recaudado y desaparecer fácilmente porque no se encuentran regulados dentro de un sistema bursátil. Esta es la contracara de aquella ventaja que describimos anteriormente como accesibilidad. Por ejemplo, la magnitud de estafas durante 2017 fue tal que tanto Google, como Facebook y Twitter debieron prohibir la publicidad de proyectos cripto hasta el año pasado.

  • Riesgo legislativo: afecta principalmente a los negocios basados en nuevas tecnologías, porque las industrias se desarrollan antes de que los gobiernos puedan dictar las leyes que las regularán. Así como el riesgo de crédito fue el más importante para los inversores retail (personas que no se formaron ni viven de la profesión financiera), el riesgo legislativo fue el más preponderante para los inversores institucionales (empresas cuyo objeto es la administración de inversiones) porque la legislación en materia de criptomonedas fue tan lenta, tan vaga y tan contradictoria en todos estos años que aún no queda claro, en muchos casos, si está incumpliendo la ley quien vende y/o quien compra el activo. De hecho, me tocó liderar reuniones con clientes de Koibanx que se acercaban por consultas técnicas para la emisión de una moneda, pero luego derivamos en una consultoría regulatoria para comprender las implicancias legales del proyecto que querían desarrollar porque no eran conscientes de la cantidad de organismos y de riesgos que involucraban llevar a cabo dicho proyecto.  

  • La industria financiera tradicionalmente innovó a un ritmo acelerado. La industria cripto tomó parte de esa industria financiera, pero la incubó dentro del ámbito tecnológico, lo que llevó su tasa de aceleración a niveles inusitados.

    Muchas de las problemáticas presentes en las ICOs hace solo tres años ya fueron resueltas por las nuevas estructuras de IEOs y IDOs. En la próxima columna podremos indagar en ellas con la misma profundidad.

    Si bien los ICOs tienen su complejidad y su riesgo, lo que hay que destacar es la tecnología subyacente, la tecnología Blockchain, que permite tokenizar distintos activos. Esta tecnología aplicada, por ejemplo, al sistema financiero para tokenizar commodities, facturas, monedas de curso legal tiene el potencial de acercar productos financieros de muy bajo costo a millones de personas, como viene haciendo Koibanx, que trabaja con instituciones reguladas hace más de seis años en la región.

     

    * Por Juan Pablo Orlando, Entrepreneur & Investor en Koibank

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