"Tecnología para cuidarnos". Esas tres palabras engloban la visión que tuvieron Natalia Fernández y Silvina Dardik cuando se atrevieron a dejar su vida corporativa luego de 25 años y encarar un proyecto juntas. 

Estas amigas y ahora socias se conocieron en el año 1989 en la carrera de Licenciatura en Sistemas en la UBA. Estudiaron a la par y una vez recibidas cada una tomó su rumbo profesional. Sin embargo, el destino las haría coincidir en la misma empresa -en distintas actividades- hasta hace dos años.

Ambas con 48 años, tenían claro que debía ser un emprendimiento tecnológico, que "las apasiona", donde poder volcar sus experiencias laborales. Además, tenía que ser un proyecto que las completara como personas y donde poder "dejar su huella".

Una de esas tardes en una conversación hablaron de sus padres ya mayores y de los inconvenientes que tenían para ubicarlos cuando salían de sus casas o si tenían algún problema y no se enteraban. 

Ese fue el disparador que necesitaron para que salgan a la luz miles de interrogantes ¿Qué sucede con aquellos que insisten con que pueden cuidarse solos, quién ayuda a los que tienen que seguir saliendo a la calle, qué ocurre con los que deben quedarse en su casa, pero salen igual o qué se hace con lo que salen y se desorientan?

"Con 92 años mi padre esta re bien y se maneja solo. Farmacéutico hoy devenido escritor, coordina semanalmente un taller literario, pero no usa celular y la preocupación con mis hermanos era una constante si le pasaba algo en la calle", contó Fernández en una entrevista a La Nación.

Se pusieron a averiguar cómo solucionaban en otros países esas dificultades con los adultos mayores y estudiaron los distintos productos que había en el mercado, priorizando los que fueran de fácil manejo para los usuarios.

"Queríamos democratizar la tecnología y mejorar la calidad de vida de aquellas personas en situación de vulnerabilidad a través de dispositivos tecnológicos, como relojes con GPS, botones SOS para emergencias, sensor de caídas con envío de alerta automática, alerta por alejamiento de su casa, entre otros", afirmó Fernández.

Proyecto en marcha

Bajo el nombre de TechFuture, a mediados de 2018 comenzaron a importar los primeros artículos. Hoy, los dispositivos tienen valores que van desde $5.000 hasta los $12.000. A cada uno se le debe sumar un chip de una compañía de teléfonos, que puede ser prepago.

"Son accesibles comparado a un celular simple. A cada familia le buscamos un producto con las funcionalidades específicas que mejor se adapte a sus necesidades a la hora de complementar el cuidado y monitoreo de los adultos mayores. Mi papá fue uno de los primeros en hacerse del dispositivo", dice.

Si bien en un principio el proyecto fue encarado en vista a los adultos mayores, existen otros segmentos vulnerables de la sociedad para los que también son útiles, como el espectro autista, la demencia senil, el Alzheimer, síndrome de Down y violencia de género.

Una herramienta para el confinamiento

Cuando se decretó el aislamiento social obligatorio, las consultas en la compañía por adultos mayores se triplicaron y las asociadas a violencia de género se duplicaron. Semanas atrás, la compañía recibió la certificación como Empresa B, cosa que llenó de orgullo a sus socias.

"Formar parte de un movimiento global de empresas que mide el éxito por el bienestar de las personas, de las sociedades y la naturaleza es grandioso. Sabemos que con compromiso es posible perseguir el triple impacto económico, social y ambiental y día a día trabajamos para lograrlo", señala Dardik.

La madre de Dardik quedó viuda muy joven y tiene Alzheimer desde hace muchos años. Si bien está internada y a pesar de lo avanzada que está la enfermedad, sigue manteniendo un vínculo muy estrecho con ella. "Ojalá hubiera tenido alguna ayuda tecnológica como esta en los momentos en que mamá se perdía", concluyó.

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