Todo empezó con 20 padres de sexto grado en una escuela de Mendoza. En pocas semanas el grupo creció hasta 300 familias. Su objetivo: establecer reglas comunes para evitar que los chicos tengan celular propio antes de los 13 años (y que accedan a redes sociales recién a los 16). Así nació el Pacto Parental, una iniciativa que suma fuerzas para frenar la hiperconexión infantil.
El impulso parte del argumento de que muchas plataformas están diseñadas para captar y retener la atención, algo que los adultos pueden manejar, pero los niños aún no. El miedo a que la infancia quede atrapada en un consumo digital infinito, a costa de descanso, creatividad, juego y salud, motivó a estas familias a actuar.
Experiencias recientes como la de Australia, donde decidieron prohibir algunas redes a menores de 16 años, fueron un motivador para esta cruzada.
Padres mendocinos se unen para evitar que sus hijos tengan teléfonos antes de los 13 años
El pacto se organiza en redes sociales y una web (pactoparental.org). Allí los padres firman un manifiesto de compromisos. Entre los puntos clave figuran:
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No entregar un celular propio antes de los 13 años
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No permitir acceso a redes sociales hasta los 16 años
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Establecer límites de uso, priorizar actividades sin pantallas, juego, actividades físicas o creativas
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Coordinar con otras familias y la escuela para que ningún chico quede excluido por no tener celular
La idea es construir un marco colectivo. Si muchos acuerdan, se evita el estigma social para quienes no tienen celular. Así, el esfuerzo deja de depender de una familia y se convierte en una norma compartida.
Para los promotores del proyecto, la medida responde a evidencias crecientes sobre los efectos negativos del uso prematuro del celular y redes en chicos. Uno de los fundadores, Guillermo Barletta, afirma a iProUP que no espera que el Estado intervenga: "De mis hijos me ocupo yo. Intentamos acompañarlos, hacerles entender que no son culpables de algo y que tengan la posibilidad de aburrirse".
Según los datos que citan desde la comunidad educativa en cuestión, el 95% de docentes cree que el celular afecta la salud mental, muchos niños usan pantalla de 4 a 6 horas por día, y un porcentaje importante recibe su primer smartphone antes de los 9 años. Para ellos, este pacto busca preservar infancia, salud y desarrollo emocional.
Respecto a las señales que sirvieron de alerta, Barletta indica: "estaban a nada de descubrir las apuestas. Les roban las monedas de Roblox y andan llorando con una frustración que uno no entiende. Les genera una ansiedad que todavía no saben controlar".
"No es correcto pensar que invado la privacidad de un menor de 12 o 13 años porque reviso su celular", agrega el papá impulsor de la medida.
Desde la comunidad creen que si el pacto se consolida, puede generar un cambio cultural relevante. Las escuelas podrían sumarse, coordinando horarios y actividades sin pantallas. Las familias podrían recuperar espacios de diálogo, juego y vínculos presenciales. Para los chicos, el beneficio se refleja en cuestiones como:
- Menor presión social
- Menos exposición a comparaciones
- Menor ansiedad frente a redes sociales
- Mejor descanso
- Más oportunidades para cultivar otras habilidades (deporte, lectura, creatividad, juego)
Los riesgos y desafíos de una medida colectiva
Lógicamente, no todo es fácil. Garantizar que todos los chicos en una generación respeten el pacto requiere compromiso sostenido. Algunos padres cederían ante la presión social o la insistencia de sus hijos. Otros podrían ignorar la norma, lo que genera exclusión o sentimientos de "quedar afuera".
Además, el mundo digital ya es parte del entorno: educación, redes familiares, entretenimiento. Evitar el celular implica encontrar reemplazos sólidos: tiempo, estímulo, acompañamiento. Eso exige coordinación, recursos y voluntad.
También existe el riesgo de que la iniciativa quede en un gesto simbólico, sin políticas educativas, sociales o comunitarias que la acompañen. "Para una transformación real, sería clave que escuelas, instituciones y organizaciones se comprometan", reconoce otro padre que prefiere no ser mencionado.
A todo esto, Argentina vive una etapa con dilemas similares en muchas familias: economía, estrés, cambios sociales, incertidumbre. En ese contexto, el celular aparece como escape fácil, pero también como riesgo para la salud mental de chicos y adolescentes.
El Pacto Parental nació en Mendoza, pero su lógica puede expandirse. Si otras escuelas, comunidades o barrios abrazan la idea, empezaría a cambiar la cultura digital de varias generaciones.
El acuerdo demuestra que, cuando los adultos aceptan su responsabilidad, pueden ofrecer alternativas reales. No es una solución universal, pero es un intento consciente de equilibrar tecnología y desarrollo humano.