El reciente Argentina Game Show 2025 en Tecnópolis dejó una imagen clara del rumbo que está tomando el entretenimiento: la convergencia total entre mundos que antes parecían diferenciados. Videojuegos, música, cultura geek, arte y competencia deportiva se unieron en un mismo espacio, mostrando que los esports ya no son un nicho, sino un ecosistema en expansión que redefine lo que entendemos por espectáculo, comunidad y marca en la era digital.

Los esports ya ocupan un lugar estratégico dentro del negocio del entretenimiento deportivo. No buscan reemplazar al deporte tradicional, sino reinventar el vínculo entre audiencias, tecnología y experiencia. Son el laboratorio donde se observa, en tiempo real, cómo las nuevas generaciones consumen, participan y construyen identidad a través de la competencia.

Allí donde el fútbol o el básquet apelan al sentido de pertenencia territorial, los esports lo hacen desde la pertenencia digital: las comunidades se forman por afinidad, no por geografía.

Lo interesante es que, lejos de haber alcanzado su techo, los esports atraviesan un proceso de madurez que exige mayor profesionalización. La expansión de su público y su valor comercial requiere estructuras más ordenadas, ligas con marcos regulatorios, organizadores con planificación sostenida y acuerdos colaborativos entre desarrolladores, marcas y plataformas. 

La etapa del crecimiento explosivo, por lo tanto, dio paso a otra más estratégica, donde el desafío ya no es atraer público, sino consolidar un modelo sostenible.

Quiénes lideran y su historia

Entre los esports, las disciplinas más populares se dividen en tres grandes ejes: los juegos de combate o estrategia como Counter-Strike o Valorant; los deportes electrónicos o simuladores como FIFA o iRacing; y los de lucha individual como Street Fighter o Tekken. A estos se suman los entornos colaborativos —Roblox, Minecraft, Fortnite Creative— donde los límites entre juego, creación y comunidad se disuelven. 

Si miramos con la lupa del negocio, vemos que los esports nacen 100% digitales. No replican las lógicas del deporte tradicional, sino que construyen su economía sobre tres pilares potentes, como son competencia, contenido y comunidad. 

Cada punto de contacto —el torneo, el streaming, el merchandising, el propio juego— puede monetizarse simultáneamente y a escala global. Esa flexibilidad los convierte en un laboratorio de innovación comercial donde se ensayan modelos de suscripción, publicidad integrada, productos digitales y economías de creadores.

Por otro lado, a diferencia de las temporadas deportivas clásicas, los esports no se detienen: son un negocio continuo, flexible y global. Un jugador en Buenos Aires puede competir en tiempo real con otro en Seúl o Los Ángeles, mientras miles de espectadores comentan en varios idiomas desde Twitch o YouTube.

Esa dinámica los vuelve la expresión más pura del concepto de aldea global aplicado al entretenimiento. Se trata de una cultura común de la era digital, donde la identidad no se define por la bandera, sino por la comunidad.

Lo que viene

El futuro de los esports estará marcado por la convergencia tecnológica. La inteligencia artificial será el gran motor de cambio, permitiendo analizar rendimientos, predecir estrategias rivales y personalizar entrenamientos o experiencias del espectador.

La realidad aumentada y la realidad virtual integrarán lo físico y lo digital en estadios híbridos donde el público podrá "entrar" al juego. Y el cloud gaming junto al 5G eliminarán las barreras de acceso, democratizando la participación desde cualquier dispositivo.

Pero más allá de las herramientas, lo que se perfila es un cambio de paradigma. Es así que los esports dejan de ser "videojuegos competitivos" para convertirse en un espacio donde se cruzan entretenimiento, tecnología, cultura y negocio. Una industria donde marcas, jugadores y fans co-construyen un ecosistema híbrido; mitad deporte, mitad laboratorio digital.

En ese sentido, la convergencia es la palabra clave para entender el futuro del entretenimiento deportivo. Los esports no solo mezclan géneros o plataformas, sino que integran cultura gamer, espectáculo en vivo, economía digital y creación de contenido. Son el punto donde la participación reemplaza a la simple observación, donde los fans se vuelven co-creadores y los eventos se transforman en universos que evolucionan junto a su comunidad.

*Por Aleksan Buyuk Kurt, Profesor del MBA y Director Académico de Sports & Entertainment Management, Universidad Torcuato Di Tella.

Te puede interesar