Hay frases que se te quedan grabadas. A mí me pasó con una que escuché hace años: "Si querés un lugar en la mesa chica, primero tenés que estar dispuesta a construirla." No era una metáfora vacía. Era una advertencia, una invitación y, sobre todo, una verdad incómoda.

En los comités estratégicos, en los directorios, en las reuniones, donde no se habla de tareas sino de rumbo. Pero lo que no siempre se dice es que, para llegar ahí, hay que hacer mucho más que limitarse a lo que figura en tu rol formal. Hay que hacer y poner manos a la obra en cuestiones incluso operativas, resolver problemas que no te corresponden y, muchas veces, hacer cosas que nadie ve. 

Los que llegan a posiciones de liderazgo no son necesariamente los que se limitaron a cumplir con su job description. Son aquellos que:

Durante mis primeros años en una startup, presencié algo que me marcó mucho. Vi cómo uno de los fundadores de la compañía, que en ese momento tenía 100 empleados (hoy son más de 1.000 en toda LATAM), se agachó para levantar un papel que se había caído al piso antes de un evento con clientes.

Este mismo fundador me encontró una vez armando paquetes de welcome kits para un evento junto con mi equipo y me preguntó: "Vicky, ¿esta es la mejor forma de invertir tu tiempo y el de tu equipo?, ¿Podemos pagarle a alguien que lo haga para que vos y tu equipo se enfoquen en lo que saben hacer muy bien?"

Esa pregunta me hizo reflexionar sobre un aspecto crucial del liderazgo: encontrar el balance. Porque construir la mesa no significa hacer absolutamente todo vos, sino entender cuándo toca hacer y cuándo toca delegar.

El arte del balance en el liderazgo

La paradoja es que para conseguir un lugar en "la mesa chica con los líderes" hay que aprender a:

En América Latina, sólo el 26% de los integrantes de los consejos directivos empresariales son mujeres, y apenas el 8% ocupa el cargo de presidenta, según un informe de PageGroup publicado en 2024.

En Argentina, la participación femenina en los directorios de las principales compañías alcanza el 17,8%, según un relevamiento de KPMG y Revista Mercado sobre las 1.000 empresas de mayor facturación. El crecimiento fue mínimo: apenas 0,3 puntos porcentuales respecto del año anterior.

Además, el 94,6% de las presidencias y el 86% de las vicepresidencias están ocupadas por hombres. Y aunque el 23,5% de los cargos suplentes en directorios están en manos de mujeres, eso no se traduce necesariamente en poder de decisión.

No es que falte talento. Es que sobran barreras. Desde sesgos invisibles hasta estructuras que no contemplan la maternidad, la conciliación o el liderazgo con empatía. En muchas organizaciones, el liderazgo sigue teniendo un molde masculino, y cualquier desviación de ese molde se percibe como debilidad o falta de ambición.

Consejos para ganarte tu lugar en la mesa

Después de años observando y aprendiendo, estos son algunos consejos que quizás te sirvan para ganarte tu lugar:

Por si queda alguna duda, estos consejos aplican tanto para toda persona, como para todo género.

La conversación sobre liderazgo femenino no puede limitarse a cuántas mujeres llegan. Tiene que incluir cómo llegan, en qué condiciones, con qué apoyos, y qué tipo de liderazgo pueden aportar. Porque no alcanza con sumar nombres a una lista: hay que transformar las dinámicas que hacen que muchas mujeres, una vez que llegan, se encuentren solas, exigidas o invisibilizadas.

La buena noticia es que cada vez más mujeres están dejando de esperar la invitación y están diseñando sus propias mesas. Con propósito, con visión, con sensibilidad. Y eso, más que una tendencia, es una transformación que espero continúe.

*Por Victoria Blazevic, Advisor & Coach de The Intern Group

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