Abiomed es una startup que vende cinco variedades de bombas Impella, por unos 23.000 dólares cada una (el precio incluye el cuidado y apoyo médico).

En el último año fiscal, que terminó el 31 de marzo, la empresa registró ganancias por más de 112 millones de dólares, casi todo gracias a la Impella.

Michael R. Minogue, su CEO, cuenta que en 2016 habían tratado tanta gente como para llenar el estadio de baseball Fenway Park en Massachusetts, donde está la sede de la empresa, y así fue que un paciente y su doctor hicieron el primer lanzamiento en un partido de los Red Sox.

“Mis días favoritos en la oficina son aquellos en los que veo a los pacientes”, dice Minogue, un ingeniero egresado de West Point, a Forbes. “En los peores, me dedico a leer el registro con sus historias”.

Algunos médicos –incluso algunos que usan el aparato– piensan que la evidencia que la empresa presenta para justificar su aplicación no es convincente.

 

Haría falta una prueba controlada en la que la bomba se aplicase aleatoriamente a algunos pacientes y a otros no. Esa prueba no se puede realizar en Estados Unidos, por la simple razón de que los médicos no pueden jugar a la ruleta rusa con sus pacientes. Pero a Wall Street no le importa. Abiomed vale 14.000 millones de dólares, es decir, 74 veces sus ganancias del último año.

La empresa se fundó en 1981 para desarrollar un corazón artificial. El aparato fue aprobado en 2006 pero se usó muy poco y ya no está a la venta.

Minogue, un veterano condecorado de la Guerra del Golfo, llegó a Abiomed en 2004, después de 11 años en General Electric. El corazón artificial, dice Minogue, era “un producto de ciencia ficción”. Hubo otro dispositivo, una bomba cardíaca parcialmente externa, que en su mejor momento reportó ventas por 30 millones de dólares.

Lo que Minogue quería era algo que ayudara al corazón a bombear y recuperarse sin reemplazar el órgano. Encontró eso en la Impella, una bomba fabricada por una empresa alemana y usada en pacientes en Europa.

En 2005, compró la startup, que había estado cerca de la quiebra, por 2 millones de dólares en efectivo, 45 millones de dólares acciones de Abiomed y 29 millones a pagar en caso de que el aparato saliera al mercado. Fue una buena movida. Desde que se unió la empresa, los ingresos de Abiomed se multiplicaron por 16, y su valor de mercado, por 30.

La Food and Drug Administration (FDA, la ANMAT estadounidense) aprobó el uso de la Impella en Estados Unidos en 2008 para casos de apoyo cardíaco temporario. Desde 2014, las ventas crecen en porcentajes de dos dígitos.

La bomba parece una birome a rayas con un ganchito en la punta. Se inserta en el corazón del paciente con un cable que nace en la ingle y permanece conectada a una consola junto a la cama. Su función es bombear sangre al resto del cuerpo sin imitar el movimiento del corazón. Una vez que el corazón se recupera, la bomba se saca.

La mitad de las Impella vendidas se usan en operaciones de “stenting” de alto riesgo, en que las arterias bloqueadas se abren con un stent. La idea es mantener el corazón funcionando a través del bombeo de sangre desde el ventrículo izquierdo. Esta aplicación fue aprobada por la FDA en 2015, luego de que Abiomed condujera una prueba aleatoria que comparaba la Impella con otro aparato en 448 pacientes.

La otra mitad de las unidades vendidas se usa en pacientes que sufrieron un infarto y no pueden bombear suficiente sangre a su cuerpo. Para este uso, se hizo una prueba que comparó la Impella con un balón de contrapulsación en 26 pacientes. La FDA dio su aprobación en 2016.

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