Hubo un momento en el que todo emprendedor se sentó frente a su notebook para trazar el plan de negocios de lo que iba a convertirse en su startup. Seguramente abrió una planilla de cálculos y enumeró infinidad de riesgos y algunas buenas oportunidades.

Además, debe haber consultado a más de un experto, escuchado voces disidentes, leído infinidad de libros y papers sobre el negocio que iba a encarar. Incluso, habrá imaginado escenarios en extremo optimistas o, por el contrario, de lo más pesimistas, simplemente como mero ejercicio de imaginación. 

Lo que jamás se podría haber proyectado es un parate absoluto de prácticamente toda la economía mundial, en el que los aviones permanecen en tierra; los autos, en sus garajes; y las personas, encerradas en sus casas. Es que las estimaciones tienen un límite y la ciencia ficción no parece formar parte de ellas. Excepto cuando se convierten en algo absurdamente cotidiano.

 

En apenas dos meses, el avance del Covid-19 por los cinco continentes puso "patas para arriba" a todo el planeta. No hay mercado que no haya sido afectado por el virus, que nació en China pero que ya no conoce de fronteras. Cuando su efecto demoledor comenzó a hacer estragos en Europa, ya era tarde: lo que siguió fue un reguero de terror que obligó a cerrar las ciudades y, en consecuencia, los negocios alojados en ellas.

El resto es, a esta altura, vox populi: los mercados bursátiles experimentaron un cimbronazo peor al de la crisis del 2008. Todavía no se conoce la magnitud de la crisis, pero incluso los números más pesimistas hoy parecen entrar en el terreno de lo conservador. En medio de ese vendaval se encuentran todas las empresas que sólo subsisten si (y solo si) reciben financiamiento externo. 

Atados a los mástiles de sus naves, hoy navegan por las aguas más turbulentas que hayan sabido sortear: si 2019 presagiaba la explosión de una "burbuja 4.0", el 2020, en apenas 4 meses, muestra un panorama desolador en un túnel donde, al menos por ahora, reina la penumbra.

Panorama incierto

El pasado lunes 6 de abril, Airbnb anunció la recaudación de u$s1.000 millones en una ronda liderada por los fondos de inversión Silver Lake y Sixth Street Partners, en momentos en los que el mercado de alquileres temporarios mostraban sus peores números fruto de la pandemia del coronavirus.

En realidad, esa vía de financiamiento fue el plan B al que debió apostar de cara a la más que probable cancelación de su Oferta Pública Inicial de acciones (IPO), considerada por los especialistas como la más importante de 2020.

El caso de Airbnb es paradigmático, no solo por lo sensible que es su negocio a una coyuntura como la actual, sino por que, en circunstancias normales, venía siendo considerada como uno de los grandes ejemplos de startups exitosas, lucrativas y de meteórico ascenso.

Sin embargo, la empresa se enfrenta ahora a un panorama incierto, fruto de las limitaciones al turismo que, según estimaciones, llegarán incluso al 2021. En un mundo hiperconectado, donde Instagram se convirtió en la vidriera por defecto de esa manía centennial que se mueve bajo el mantra de "viajar cuanto sea posible", el efecto del coronavirus ha sido brutal.

Nadie se mueve de sus casas, las calles están vacías. ¿Puede sobrevivir en un mundo en cuarentena?

Si la situación es complicada para Airbnb, mucho peor es para empresas como Uber y WeWork, que ni siquiera están cercanas a su break even: - Uber lucha para ponerle un torniquete a su monumental hemorragia de cash trimestral, ve en la disminución de personas en las calles un enemigo silencioso e implacable: su negocio se sustenta en el movimiento, no en el sosiego puertas adentro. 

- WeWork la tiene todavía peor: su fundador, el polémico Adam Neumann, imaginó un futuro con torres corporativas repletas de espacios alquilados de manera temporal, donde el flujo de personas entrando y saliendo de estos espacios fuera constante

- Lo mismo ocurre con otros ex "mimados" como Lime, cuyo negocio de alquiler de monopatines no tiene sustento en un mundo que atraviesa una masiva cuarentena (ya había despedido a buena parte de sus empleados previo a la crisis del Covid-19)- O Lyft, el gran rival de Uber, que tuvo un 2019 decepcionante y no logra encontrar su rumbo en 2020.

El 5 de marzo, el fondo de inversión Sequoia Capital emitió un memorando titulado "Coronavirus: El cisne negro de 2020", en el que advierte que el brote amenzada con hacer colapsar a las nuevas empresas y hace un llamado a las firmas de su cartera para controlar los costos, ahorrar efectivo y prepararse para la escasez de capital.

En diálogo con iProUP, Flavia Matsuda, coordinadora de Research en InvertirOnline, asegura: "Con el fly to quality (vuelo a la calidad o el refugio en activos más seguros) propio del momento de incertidumbre que estamos atravesando por la pandemia, creemos que caerá fuerte el interés por firmas de este tipo. Los inversores buscan empresas más sólidas, tanto en equity como deuda". 

Según la especialista, ante el escenario actual los financistas buscan deuda de alta calidad crediticia (bonos de tesoro de Estados Unidos, Japón, Alemania y algunos corporativos investment grade), también resguardan su capital en oro, cash, monedas estables y algunas acciones de sectores de consumo básico, servicios públicos y telecomunicaciones.

Gustavo Neffa, Socio y Director de Research for Traders, explica que lo que hay es una "crisis de liquidez en los mercados mundiales", que la FED subsanará con la baja al 0% de su tasa de interés y la emisión de cantidades infinitas de dinero en caso de ser necesario.

En ese panorama, las empresas de la llamada economía colaborativa "sufren la falta de liquidez abundante". Si bien el índice de bonos con Grado de Inversión cayó hasta 8% y luego se recuperó, el analista considera que "muchos nuevos proyectos pueden desaparecer. Lo mismo con las IPO, que seguramente van a postergarse".

Problemas preexistentes

Durante la última década, grandes sumas de dinero se invirtieron, de forma directa o a través de empresas de capital riesgo, en firmas que eran unicornios o que, según sus impulsores, podrían serlo pronto. 

El desembolso anual total de capital de riesgo en Estados Unidos aumentó de u$s32.000 millones en 2009 a u$s121.000 millones en 2018. Asimismo, alrededor de u$s822.000 millones se destinó a nuevas empresas estadounidenses desde 2010 y casi lo mismo se ha volcado al resto del mundo. 

Este ingente caudal de dinero permitió a muchos proyectos quemar efectivo a cantidades industriales y aplazar el escrutinio de los mercados públicos, más exigentes en lo referido a obtener ganancias en el corto o mediano plazo.

Los vientos comenzaron a cambiar de rumbo el año pasado: en mayo, la muy esperada salida a la bolsa de Uber tuvo una adhesión menor a la esperada, desplomando su capitalización en el mercado hasta un 50% a lo largo de 2019. Lo mismo ocurrió con las ofertas públicas iniciales (IPO) de las firmas Lyft y Slack, que defraudaron pese a las grandes expectativas generadas.

Un gran fracaso fue, sin lugar a dudas, el de WeWork, que pasó de ser la startup con mayor proyección del mundo a ver cancelada su IPO por las monumentales pérdidas que acarrea su negocio de alquiler de oficinas. 

La empresa, que se promocionaba a sí misma como tecnológica, no solo decepcionó a los inversionistas, sino que vió caer su valoración de u$s47.000 millones a menos de u$s8.000 millones, lo que obligó a un salvataje de Softbank, su principal inversor, que por estas horas se encuentra en "stand by".

Lo que viene

Hacer futurología en un contexto como el actual es imposible. Sin embargo, algo es seguro: no todas las empresas tendrán la misma capacidad de recuperación. En algunos segmentos, la agonía promete ser mucho más larga. Neffa sostiene vierte que las firmas más perjudicadas son las englobadas dentro del acrónimo HORECA, es decir, hoteles, restaurantes, comercios y afines.

"Turismo y ocio es el más afectado, ya que es el sector con más mano de obra intensiva y donde más contacto persona a persona hay. Ese es claramente el gran perdedor y sus subsectores, a nivel mundial", advierte el especialista.

En este nicho, firmas bien establecidas como Airbnb o Booking parecen estar más preparadas para resistir los próximos meses. Sin embargo, otras tienen un devenir más incierto.

En tanto, salud y entretenimiento son dos industrias que los especialistas ven como las mejores posicionadas en plena escalada del coronavirus. Como prueba, solo basta con ver los anuncios en materia de streaming en las últimas semanas, liderados por los lanzamientos de Quibi y Pluto.TV.

"Por otro lado, vemos con buenas perspectivas a compañías como Mercado Libre, Amazon o Alibaba, ya que el ecommerce tiene ventaja respecto del comercio tradicional en este contexto. Además, estas las dos últimas brindan servicio de servidores de internet y de nube, todo lo que es telecomunicaciones se está beneficiando", explica Matsuda.

Si todos los planes fallan, algunos unicornios guardan un último as bajo la manga: ser vendidas a alguna de las grandes Bigtechs. Apple, Microsoft, Google, Amazon y Facebook poseen, en conjunto, u$s570.000 millones en efectivo.

Con la reverberación de una posible recesión mundial y la necesidad de preservar miles de puestos de trabajo, es probable que los entes reguladores sean más flexibles con megaoperaciones de adquisición y salvataje.

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