WeWork ofrecería una red social física a una generación de Millennials que se preguntaban si había algo más en la vida que sus teléfonos. A sus 39 años, el fundador de la compañía Adam Neumann valía ya miles de millones, gracias en parte a un hombre: Masayoshi Son, un coreano-japonés que había ganado y perdido una fortuna en la era tecnológica, y que posteriormente amasó otra apostando por compañías como Alibaba y Uber, las estrellas de un nuevo boom tecnológico.

En 2017 SoftBank, la compañía de Son, y su Vision Fund de 100.000 millones de dólares invirtieron 4.400 millones en WeWork a una valoración de 20.000 millones. En 2018 SoftBank comprometió otros 4.250 millones, convirtiendo a WeWork en uno de los principales Unicornios mundiales: start up que han alcanzado valoraciones de más de 1.000 millones de dólares sin salir a Bolsa.

Pero antes de un año, Gulfstream estaría en venta, Neumann no tendría empleo y WeWork estaría a dos semanas de quedarse sin dinero. SoftBank se vería obligado a rescatarlo y a recortar el valor de sus inversiones anteriores. Este cambio de suerte de WeWork avergonzaría a veteranos de Wall Street que habían peleado por darle crédito y modificaría radicalmente la visión de los mercados de otras start up que no tienen beneficios que sostengan sus ambiciones, según una nota del sitio Expansion.com.

El modelo de WeWork era sencillo: alquilar espacio de arrendadores, renovar las oficinas y buscar nuevos arrendatarios. Algunos riesgos eran evidentes desde el principio: su estética tipo loft no era barata, sus alquileres tenían una duración mucho mayor que los contratos mensuales firmados por la mayoría de sus anteriores arrendatarios, y el negocio nunca se había probado frente a una recesión.

La inflada valoración de 47.000 millones de dólares perseguiría a Son y a Neumann. WeWork había acumulado 6.700 millones de dólares en inversiones y SoftBank había prometido otros 4.400 millones por fases, pero terminó 2018 con menos de 1.750 millones de dólares de caja. Sólo ese año, había gastado más de 2.000 millones en propiedades y equipamiento.

Los empleados de la compañía se habían olvidado prácticamente del ritmo de gasto, asumiendo que pronto llegarían más miles de millones de financiación. Desde el principio, Son había alentado a Neumann a expandirse de forma más agresiva, sin importar el coste, antes de que alguien más pudiese copiar la idea.

Por su parte, WeWork gastaba como si ya tuviese el dinero. Consumió 2.400 millones en los seis primeros meses de 2019, abriendo más propiedades y comprando más start up. Neumann había elevado los objetivos de crecimiento interno el año anterior.

Hacia el fin de semana del Día de la Independencia en julio de 2019, Neumann recibió una llamada que acabó con sus expectativas. Stephen Scherr, el director financiero de Goldman, le explicó que el banco no estaba preparado para comprometer la totalidad de los 10.000 millones de dólares que había solicitado.

Las compañías que quieren salir a Bolsa en EEUU tienen que presentar un documento detallado, el S-1, a la Comisión del Mercado de Valores. WeWork, que ya había sorprendido a los inversores con novedosos indicadores de rentabilidad como el "ebitda ajustado a la comunidad", llevaba meses discutiendo sobre lo que aceptaría la SEC.

A medida que se acercaba la salida a Bolsa se llevó a cabo una compleja reestructuración que ofrecía beneficios fiscales potencialmente lucrativos a Neumann, Minson y Berrent, y daba a las acciones del consejero delegado derechos de voto 20 veces mayores a los del resto de accionistas para asegurar su control. Banqueros de JPMorgan advirtieron a varios ejecutivos de WeWork que esta estructura de gobernanza podría castigar su valoración, tal vez en un 30%.

Los inversores hallaron igual de preocupante el apartado financiero, que revelaba el fuerte gasto de la compañía y ofrecía pocas esperanzas de que empezase a producir beneficios reales. Los inversores dejaron claro que no les interesaba nada cercano a los 47.000 millones de dólares. En septiembre, los asesores concluyeron que el mercado sólo aceptaría un precio de 15.000 millones a 18.000 millones de dólares.

WeWork sondeó el interés de los inversores antes de iniciar una gira, pero se ganó a pocos de ellos. Los asesores estaban alarmados: para recaudar los 3.000 millones de los que dependía el acuerdo con JPMorgan, necesitarían órdenes por valor de 6.000 a 9.000 millones de dólares.

A mediados de septiembre, The Wall Street Journal publicó detalles del consumo de marihuana de Neumann a bordo del avión. Los inversores habían oído hablar de la cultura festiva de WeWork, pero esta fue la gota que colmó el vaso. Los banqueros advirtieron a Neumann que si no hacía serios cambios en la gobernanza, la OPV estaba muerta. A WeWork sólo le quedaban 2.000 millones de dólares en las arcas, y se quedaría sin dinero en menos de dos meses sin la salida a Bolsa.

JPMorgan trató de reunir el rescate, pero descubrió que el dinero del que dependía su plan -una garantía bajo la que SoftBank tenía que inyectar 1.500 millones de dólares en abril de 2020- no era inamovible. SoftBank explicó que podría dar la financiación si WeWork aceptaba las propuestas de JPMorgan, e hizo su propia oferta -5.050 millones de deuda nueva, 3.000 millones para comprar las acciones de inversores y empleados, y 1.500 millones de liquidez nueva-.

El rescate de Son planteaba que Neumann renunciase a la presidencia y entregase sus derechos de voto al consejo de administración. Para suavizar el golpe, el grupo japonés le ofreció un crédito con el que devolver el préstamo bancario de 500 millones de dólares sobre el que estaba en impago técnico, puso una "cuota de asesoramiento" de 185 millones, y le dijo que podía vender hasta 970 millones de dólares de sus acciones a SoftBank. A sólo dos semanas de quedarse sin dinero, Neumann y WeWork aceptaron el rescate de Son. Su valoración de 8.000 millones era una sexta parte de los 47.000 millones acordados por Son y Neumann 10 meses antes.

Incluso después del rescate, WeWork, donde Son ha nombrado presidente a una persona leal y CEO a un veterano del sector inmobiliario, tiene poco margen de error. La compañía tiene compromisos de alquileres por 50.000 millones que ha prometido satisfacer, y ha reconocido que el fracaso de sus planes de OPV podrían espantar a nuevos clientes. El unicornio definitorio de la era del capital privado ha advertido que puede que nunca pueda lanzar una OPV.

Se calcula que el mundo aún posee 450 unicornios, pero tras la implosión de WeWork, los JPMorgan actuales son más precavidos. Como señaló otro CEO respaldado por SoftBank, Dara Khosrowshahi, de Uber: "la era del crecimiento a cualquier precio ha terminado".

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