América Latina es un lugar en el que las fintech están en plena explosión. Pasaron de 180 startups en el 2013, a 1166 en el 2018 y en 18 países de la región, aunque lejos todavía de las 3700 en Estados Unidos. Estos nuevos modelos de negocios no intentan reemplazar a los bancos, sino convertirse en la punta del iceberg para modernizar y transformar el sistema financiero, y apuntan, en muchos casos, a ser adquiridas por jugadores de mayor peso.
El interés de inversores en la región queda en evidencia con más de 115 firmas invirtiendo en startups, Softbank colocando US$5 mil millones en la región, la serie C por US$150 millones levantada por la argentina Ualá o los US$1500 millones del IPO en el Nasdaq de la brasileña StoneCo.
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La zona está llena de oportunidades ya que combina mercados y segmentos de la población desatendidos por el sistema financiero, dificultades en acceder al crédito, costos financieros elevados (como en Brasil, Perú o Argentina), como también modelos de negocios disruptivos, profesionales con talento y ventas exitosas.
Respecto al negocio, los emprendedores empiezan buscando el apoyo de incubadoras o aceleradoras mientras levantan capital semilla para lanzar el negocio. Luego, la expansión del negocio dependerá de lograr nuevas rondas de capital y de obtener financiamiento para a su vez extender préstamos a sus clientes.
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En esa línea, cada vez más bancos financian fintechs, ya sea para colocar activos, por interés en una futura adquisición o bien para liderar una eventual salida a la bolsa o emisión de bonos. Por ser las fintech una parte incipiente del sistema financiero global, el marco regulatorio en cada país es clave para lograr un balance en innovación y seguridad jurídica que impulse y desarrolle al sector.
Un desafío es minimizar los riesgos de ciberseguridad, por la proliferación de hackers, sobre todo de Irán, Rusia y Corea del Norte, que atacan en forma sistemática a gobiernos, agencias de inteligencia, empresas o bancos. Por otro lado, la velocidad de cambios tecnológicos exigen constante innovación para mantener modelos de negocios y propuestas de valor diferenciadas en un mercado cada vez más competitivo.
En agronegocios, obtener fuentes de fondeo competitivas, diversificadas y sostenibles está directamente asociado a desarrollar una política de riesgos que combine la mejor analítica de la banca tradicional, pero que se potencie con algoritmos, inteligencia artificial y correlaciones específicas al sector que se traduzcan en perfiles de crédito más completos para minimizar los riesgos de default.
La Argentina, pionera en el segmento fintech para agronegocios, tiene a Siembro en su tercer año de operaciones, y a pesar de los vaivenes del sistema financiero local, avanzando en su segunda ronda de capital, desarrollando nuevas fuentes de fondeo y expandiéndose en México.