Sí, existe una rueda que transforma cualquier tipo de bicicleta clásica en una eléctrica. Se llama Copenhagen Wheel y su característico color rojizo ya es un símbolo de la movilidad sostenible. Y es sólo eso lo que necesitas para el cambio.

Pero a pesar del gran auge de la bicicleta eléctrica (sus ventas aumentaron un 54% durante 2018), la Copenhagen Wheel no domina el mercado y su distribución apenas asoma por media docena de establecimientos españoles: tres en Madrid, dos en Barcelona, uno en Vitoria y otro en Ibiza. ¿Sigue siendo este invento del físico Assaf Biderman un gran desconocido o nos asusta la simplicidad que emana su aplicación revolucionaria y práctica?

50 kilómetros de autonomía y 25 kilómetros por hora

La Copenhagen Wheel podría emparentarse con el imaginario de las leyendas urbanas: todos tenemos un amigo de un amigo de otro amigo que dice poseer una o haberla visto por la calle. El aura mística que desprende esta rueda inteligente no solo ha sido promovida por el potencial usuario. Desde su presentación en la Conferencia sobre el clima de 2009 organizada por las Naciones Unidas, su propia gestación alimentó un interesante relato más cercano a cualquier producto de Apple que al del mercado de las bicis eléctricas.

Ideado y desarrollado por Assaf Biderman y el equipo Senseable City Lab del Instituto de Tecnología de Massachusetts dirigido por el ingeniero Carlo Ratti, el primer prototipo contó también con la ayuda de Ducati en su construcción y el apoyo continuo de la ciudad de Copenhague y el Ministerio de Media Ambiente italiano. La idea que detonó la Copenhagen Wheel, en palabras del propio Assaf, fue la de aportar a los viajeros de "un vehículo más inteligente" que incluso "se pudiera cuidar a sí mismo".

Básicamente, la Copenhagen Wheel simplifica la transformación de cualquier bicicleta tradicional a una eléctrica con el sencillo reemplazamiento de la rueda trasera. Sin necesidad de más instalación o cables externos, los 550 componentes (motor, batería, sensores, circuitos de control…) están ya integrados en el concentrador de este diseño revolucionario. La otra gran ventaja que maneja es su sistema de contrafrenado: cuando el usuario efectúa tal maniobra pedaleando hacia atrás, la fricción que se genera crea una energía de vuelta a la propia rueda:

"Cuando frena, su energía cinética es recuperada por un motor eléctrico y luego almacenada por baterías dentro de la rueda, para que pueda recibirla cuando lo precise. La rueda de la bicicleta contiene todo lo que ella misma requiere para que no se necesiten sensores o componentes electrónicos adicionales en el cuadro y una bicicleta existente se pueda adaptar en un abrir y cerrar de ojos", dice Carlo Ratti, director del MIT SENSEable City Laboratory.

Pero esta característica no parece satisfacer del todo al público. El gran déficit tangible de la Copenhagen Wheel radica en una autonomía de aproximadamente 50 kilómetros (tiene una batería de Litio reemplazable con una vida útil de 1.000 ciclos y cuatro horas de carga) que parece repeler al usuario, a pesar de que la utilización más lógica sea la del simple desplazamiento urbano. Algo que no suele traspasar la barrera de los 8 ó 10 kilómetros (y muchísimo menos, los 50 de su tope), indicó Xataka.
 

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