Las apps de delivery son una de las divas del llamado capitalismo de plataformas, un modelo de negocios que, a la manera de Uber (movilidad sin vehículos) y Airbnb (hospedaje sin hoteles), ofrece logística sin relaciones laborales convencionales.

Estas infraestructuras tecnológicas conectan consumidores con comercios y repartidores y se volvieron ultraeficientes por su bajísimo costo, inmediatez y calidad de servicio, a caballo de la capilaridad digital, la flexibilidad, la geolocalización y el big data.

Tal como se explica en Forbes, esta carrera que las empresas corren por llevar las órdenes a tiempo estuvo, al menos hasta ahora, caracterizada por una fuerte inversión en marketing y una agresiva expansión, con tasas de crecimiento inéditas para otras industrias: Glovo, por ejemplo, creció 16 veces desde su fundación en 2015. Pero, a menos de 5 años de su aparición, enfrentan el fantasma de la regulación.

En todo el mundo empezaron a surgir señales de alerta frente a un régimen de trabajo a destajo hiperflexible, tanto en obligaciones como en derechos. En California (nada menos que el estado de Silicon Valley) se aprobó el mes pasado el proyecto de ley AB 5, que obliga a plataformas como Uber a contratar a muchos de sus choferes a partir del primer día de 2020.

En España, el nivel de litigiosidad, con sentencias dispares según región (en Barcelona se le impuso una multa de casi US$ 4 millones a Glovo) pone en cuestión el régimen TRADE (Trabajadores Autónomos Económicamente Dependientes) en el que están inscriptos la mayoría de los riders.

¿Puede sobrevivir este modelo de negocios con otro tipo de relación laboral? PedidosYa, Glovo y Rappi, las principales empresas del mercado argentino, contestan: "depende". Es más complejo.

Para Matías Casoy, su CEO en Argentina, "Rappi es una compañía tecnológica que les devuelve tiempo a los consumidores". Nacida en Colombia en 2015, se convirtió en el primer unicornio del país caribeño luego de levantar US$ 200 millones por parte del fondo DST Global en 2018.

Como dice su última campaña publicitaria, Rappi es una "superapp" con la cual podés pedir comida, hacer las compras del supermercado, retirar la ropa del Laverap, sacar plata en efectivo (RappiCash), desbloquear un monopatín (Grin) y pagar con su billetera virtual (RappiPay).

Como en el caso de PedidosYa, Rappi comenzó su operación centrado en la comida, pero con el tiempo amplió su espectro a prácticamente todo, tal como el claim de Glovo: "Lo que sea".

"Obviamente, la foto te da que la comida preparada es la mayoría del negocio (alrededor del 75% de 900.000 órdenes mensuales). Hacia adelante, te aseguro que no lo es. El addressable market, como le decimos nosotros, la verdadera oportunidad, está en las compras del súper, la verdulería, la comida para tu perro, las compras en Staples para tu oficina. Es un mercado que quizás hoy no está tan acostumbrado a la aplicación, pero es la propuesta de valor más disruptiva que tenemos", afirmó Casoy.

Algunos ya las llaman apps "multipropósito", pero el modelo de negocio es prácticamente igual en todos los rubros: "El usuario compra el producto a precio de ventanilla y paga además el costo de envío, que en promedio es de $ 50 o $ 60, y va íntegramente al repartidor, junto con la propina. Nosotros cobramos una comisión sobre el precio que perciben comercios, restaurantes y tiendas (en gastronomía, ronda el 20%, 25% en promedio)".

Aunque no hay números oficiales sobre la cantidad de riders, lo que está claro es que crece todos los meses. Es un universo complejo de medir. Por un lado, el Estado no registra la actividad como tal; por el otro, por el hecho de que los repartidores están habilitados para utilizar varias apps al mismo tiempo. Por eso no es extraño recibir un pedido de Glovo y que el repartidor lleve mochila de PedidosYa y campera de Rappi. Glovo acredita 8.627 repartidores activos en el último mes (de un total de 14.453 inscritos). Rappi, alrededor de 10.500 activos, y PedidosYa, más de 7.000.

Según un reciente informe de CIPPEC sobre trabajo de plataformas en general (tanto de delivery como de transporte, como Uber, o trabajo doméstico, como Zolvers), si antes para la gran mayoría conectarse a una plataforma implicaba un ingreso complementario, ahora, al menos para el 60%, su actividad en la "gig economy" (la de los trabajos temporales) constituye su ingreso principal.

Desde Glovo explican que el universo de sus glovers se divide parejamente entre tres modalidades: de uso intensivo extendido en el tiempo; de uso poco intensivo; y de uso intensivo pero en un corto período o en temporadas intermitentes. El último es el caso de jóvenes que recién ingresan al mercado laboral, personas que perdieron su trabajo o los inmigrantes.

Más del 60%, dicen, combina el reparto en Glovo con estudios, otra actividad profesional u otra plataforma similar. Alrededor del 50% reparte en bicicleta, y el otro 50% en moto. Glovo, fundada en Barcelona en 2015 por el joven Oscar Pierre (nacido en 1992), llegó a Buenos Aires en enero de 2018, desde donde funciona el hub para toda Latinoamérica, en el que trabajan 150 personas.

Según dicen, el nivel de rotación de sus repartidores es muy alto, lo cual está estrechamente relacionado con la bajísima barrera de entrada. Para inscribirse en cualquiera de las 3 plataformas, solo se requiere estar inscripto como monotributista, contratar un seguro (Rappi, por ejemplo, llegó a un acuerdo con MAPFRE para una póliza ad hoc de accidentes personales) y hacer un trámite online. En cuestión de días, un repartidor ya puede estar trabajando y cobrando por su tarea. Al mismo tiempo, como plantea un responsable de Policy de una de las compañías, "¿qué sector puede decir que emplea sin dudar a personas de cualquier género, preferencia sexual o nacionalidad, de más de 45 años, o a un exconvicto, a cualquiera que pueda ser discriminado por cualquier razón?".

En abril de 2018, PedidosYa lanzó un hub de logística con repartidores en relación de dependencia para atender a la demanda creciente de los porteños. Menos de un año después, en medio de la crisis, reorganizó su esquema y despidió a unos 400 repartidores, algunos de los cuales siguieron trabajando pero ya como independientes. "Somos conscientes de que toda disrupción tecnológica trae de la mano cambios", dicen hoy desde el equipo local de la compañía. Y se muestran "siempre abiertos al diálogo" frente a la posibilidad de una regulación distinta.

A menos de un mes de la asunción, fuentes de los equipos técnicos del nuevo gobierno afirman que están trabajando en un estatuto a medio camino entre el monotributismo y un convenio colectivo más tradicional, que resuelva la seguridad social y mínima estabilidad de los repartidores sin bloquear el dinamismo que incorporan las plataformas al mercado laboral. Y que aproveche la posibilidad que brinda la tecnología de una trasabilidad total de las tareas; como plantean desde las empresas, "es imposible encubrir una relación laboral".

Un antecedente de la complejidad del asunto es la resolución del juez porteño Roberto Gallardo que bloqueó las actividades de las tres apps en la Ciudad durante un fin de semana por incumplir normas de seguridad vial. La medida no solo despertó las quejas de restaurantes y consumidores, sino la indignación de los repartidores, privados de trabajar. Incluso la Asociación de Personal de Plataformas (APP), "el primer sindicato de plataformas digitales del país" que pide por la regularización de la actividad, se opuso rotundamente. Los tiempos están cambiando, y más rápido de lo que pensás.

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