Arrancaba el nuevo mileno, allá por el año 2000, y los aires de una nueva era soplaban en los pasillos de Wall Street. La aparición de cientos de empresas con ADN tecnológico y la rápida proliferación de Internet hicieron que la bolsa de Nueva York cotizara por encima de los 5.000 puntos. Los inversores estaban expectantes y disfrutando de la bonanza.

Pero un alfiler con forma de especulación pinchó una burbuja financiera que durante años no había parado de inflarse. La explosión dejó toda clase de heridos y, en el plano bursátil, indicadores como el NASDAQ se hundieron a niveles impensados. Empresas de diferentes industrias cerraron sus puertas, y entre 2000 y 2003 se "hundieron" 4.854 compañías de Internet.

Hoy, casi 20 años después, se consolidó un nuevo modelo basado en un animal fantástico con un cuerno de más de u$s1.000 millones en su frente: los "unicornios" tecnológicos de Wall Street, que son -sin lugar a dudas- de los más buscados porque prometen rendimientos fenomenales basados en soluciones disruptivas con alcance global.

Sin embargo, no todo lo que brilla es oro. La reciente debacle de la firma de oficinas compartidas WeWork –que llegó a valer más de u$s 57.000 millones y que se vendió a precio de "ganga", a apenas el 15% de esa cifra- deja entrever un fenómeno que prende luces de alerta en el sector.

El problema es que no es la única que atraviesa un momento delicado. Gigantes globales como Uber demuestran que sus libros contables sufren una sangría imparable: sólo entre enero y septiembre de este año perdió la friolera de 8.000 millones de dólares. Y en los últimos tres ejercicios el quebranto acumulado es de 20.000 millones de dólares. 

Con planes de expansión mundial basados puramente en:1. - La inyección de dinero barato, producto de tasas de interés cercanas a cero fijadas por la FED que permanecieron durante años   2. - Un marketing agresivo tendiente a destronar algunos hábitos ya arraigados, de modo tal que emerjan otras modalidades de uso de los bienes y servicios 

3. - Miles de inversores exultantes, que han venido disfrutando de la bonanza de la economía global de principios de siglo (que ahora ha comenzado a revertirse)

Así, una gran cantidad de compañías patearon el tablero global e impusieron su liderazgo en tiempo récord, basadas en un "combustible" (cientos y cientos de millones de dólares obtenidos de rondas de inversión) que da muestras de nunca acabarse.

Sin embargo,  este tipo de proyectos con perfil millennial y onda "cool" enfrentan a los fantasmas del pasado y los problemas del presente.

Se afila la aguja

Detrás de estas grandes compañías aparecen fondos de inversión de tamaño colosal que sostienen este crecimiento a pesar de no recibir beneficios inmediatos. El plan es siempre el mismo: insuflar dólares a cómo de lugar, ganar usuarios e intentar quedarse con la mayor parte de la torta. Una suerte de "fiebre del oro" digital.

"En el mundo de las startups, se busca una buena propuesta de valor. Lo que suele suceder es que los inversores no se detienen a analizar en profundidad cada emprendimiento, sino que ven cómo hacerlos escalar y cuánto están dispuestos a perder", dice a iProUP Santiago Lorenzo, Tech&Digital Innovation Lead del fondo de capital de riesgo venturebees.

"Cuando la cosa no funcionan -agrega- se dan cuenta que no alcanza sólo con generar algo disruptivo, sino que ese proyecto tiene que ser monetizable". En ese momento, entran en juego distintos intereses de los venture capital (VC).

Estos grupos tienen una amplia cartera de proyectos y, por cuestión estadística, no esperan que todos alcancen el éxito. Funciona como una "timba" de emprendedores: algunos generarán retorno, otros lograrán un equilibrio sano, y la mayor parte morirán en el camino. 

Además, existe otro factor. En ocasiones, se busca "inflar" esas iniciativas para generar un posicionamiento y como un nexo estratégico entre los inversores y las empresas con perfil de incipiente unicornio. "Es como pagar la entrada a un club exclusivo", desliza Lorenzo.

"Los Venture Capital como los conocemos, con el modelo de Tim Draper, fueron mutando con la industria tecnológica. Hay una 'no creación' de valor sobre algunos proyectos y se genera un ecosistema que termina destruyendo todo a su alrededor", asegura a iProUP Daniel Jejcic, CEO de Avenida .

En su visión, estas compañías encuentran grandes dificultades para pasar su breakeven (punto en el que los costos igualan a los ingresos) y así empezar a ser rentables. Asimismo, hay una presión constante de los financistas, que intentan tapar los agujeros en las carpetas de balances inyectando más y más capital.

En este proceso, se "afila la aguja". "Hay una realidad que es que muchas veces la competencia pasa por ver quién gasta más para captar clientes y se mide más los costos de adquisición que los ingresos. Fondos como Softbank tiran fortunas para todos lados y lo van a seguir haciendo", agrega Jejcic.

Gustavo Neffa, director de Research for Traders, señala que WeWork es uno de los grandes exponentes de este modelo "que sólo puede mantenerse si hay una fortísima inyección de cash por detrás. Y en el que las cosas funcionan si la expansión termina siendo exitosa, algo que -a priori- se desconoce".

El experto aclara que los negocios que apuestan a "quemar dinero" para expandirse de forma acelerada –no sólo cómo la empresa de oficinas compartidas, sino también las del estilo Netflix y Uber– poseen barreras de entrada relativamente bajas, por lo que la competencia y las imitaciones están a la orden del día.

Es, justamente, en este punto en el que firmas de este tipo justifican su modelo de crecimiento en base al endeudamiento. Tener presencia global (no por nada WeWork, Uber y Netlix desembarcaron rápidamente en Argentina) ayuda al principio a evitar el inicio y crecimiento de startups que copien su propuesta.

Un modelo probado

Si bien los ejemplos resonantes de WeWork, Uber y hasta de Beyond Meat, la hamburguesa "inteligente" que salió a bolsa con un valor por acción de u$s235 para luego ir derrumbándose hasta poco más de u$s80, son apenas una pequeña muestra para ilustrar la foto actual del ecosistema de inversión emprendedora.

"Solo están resonando los casos más conocidos, pero los modelos de venture capital consideran de entrada este tipo de situaciones. De 25 startups en las que apuestan, cinco van a quebrar, 15 van a tener apenas buen resultado y las otras cinco pagarán los costos de las otras 20, generando retornos en 7 u 8 años", explica a iProUP Nicolás Galarza, CEO y fundador de la plataforma de inversión Quiena.

Además, intenta ponerle paños fríos sobre la comparación con la burbuja del 2001. "Las crisis financieras hacen que los actores ajusten las políticas y el entendimiento del mercado para que no vuelva a pasar", remarca.

Sin embargo, el declive en las valuaciones refleja el gran temor y la sensación de los financistas:

- Las acciones de Softbank se han desplomado más del 30% desde abril por los pobres resultados de Visionfund, fondo que mueve la friolera de u$s100.000 millones

- Igual suerte corrieron los papeles de Uber, que acusan un derrape superior al 30% que llevó a Vision Fund a acumular pérdidas mayores a los u$s800 millones

Pero esto no es todo, ya que otras apuestas de Softbank también han sufrido fuertes cimbronazos:

- La popular app de mensajería Slack cayó cerca de un 45%, apenas cinco meses después de su oferta pública en junio

- Vir Biotechnology registró un descenso del 30% y las proyecciones de analistas muestran que puede ir para peor 

"Siempre hay aprendizajes que mejorarán la elección de futuras inversiones. He visto cómo las primeras apuestas de un venture capital suelen tener retornos menores al principio porque mejoran sus criterios. En estos casos, estamos hablando de grupos con experiencia", confía Galarza. 

Alternativas sustentables

En un contexto que marca una tendencia dentro del mundo emprendedor, comenzó a surgir una corriente que busca ponerle un freno a la "fiebre del oro startup" y sentarse a repensar formas de generar negocios más orgánicos.

"Lo que pasa en el mundo emprendedor es contradictorio. Se supone que una startup inicia de una manera germinal y aplica metodologías en las que se prueba la idea, la iterás y ahí recién la escalás. El problema es que hoy se sale a buscar inversión con una ppt, entonces no hay un proceso de validación", explica el vocero de venturebees. Además, cree que  es un gran momento para mostrar que el modelo es perfectible.

"A veces, es crudo porque queda mucha gente por el camino, pero estos casos revelan la cara más dura del sistema". Sin embargo, asegura que "no hay que demonizar al capital", sino que hay que saber para qué se va a utilizar. "Muchas veces, el venture capital te está comprando, no invirtiendo", resalta. 

En esta sintonía, la apuesta a largo plazo, con inversión en tecnología, independencia y autogestión, comienza a tomar fuerza en el mercado. 

Para Jejcic, "es un tema de conocimiento y cultura: lo sexy y cool es hablar de compañías que valen miles de millones de dólares pero no se discute si son sustentables". "Por eso empezaron a surgir focos de impacto, no tan apuntados al crecimiento acelerado. Hay que popularizar el camino de la rentabilidad. Para eso, los VC, las incubadoras y las empresas tienen que acompañar", añade.

Mientras WeWork intenta sobrevivir bajo la nueva administración de Softbank y Uber busca equilibrar sus balances, inversores de Wall Street se mantienen expectantes ante un presente que deja varias preguntas por responder.

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