Adam Neumann, el cofundador y CEO de WeWork, está en problemas, al igual que su multimillonaria compañía. La decisión de posponer la salida a bolsa de la firma, incluso con una valoración extremadamente reducida, preocupa en exceso a SoftBank y Vision Fund, sus principales inversores.

En este contexto, Neumann debió enfrentar un escenario muy poco prometedor, donde debió salir a convencer a los capitalistas y su modelo empresarial, pero no dio la talla.

Según explicó Diario Financiero de Chile, el carisma de Neumann era el "arma secreta" de la compañía. En más de una ocasión, el CEO aseguró que su empresa era más que una firma inmobiliaria tradicional y que su "misión de elevar la conciencia del mundo".

Y en un principio le salió bien: Neumann cautivó a sus primeros financistas, particularmente a Masayoshi Son, el fundador de SoftBank, quien, conjuntamente con el Vision Fund, invirtió un total de US$ 10,7 mil millones.

Sin embargo, Neumann se encargó de generar desconfianza entre los inversores con la venta de acciones de sus empresas: no sólo ganó más de u$s 700 millones vendiendo y pidiendo préstamos contra acciones de WeWork, sino que colocó sus absurdos derechos de marca registrada de la palabra "we" (nosotros) en un vehículo de inversión y le concedió autorización de uso a WeWork por US$ 5,9 millones. Él devolvió el dinero y redujo sus derechos de voto para controlar la compañía en un esfuerzo por salvar la OPI, pero se arrepintió demasiado tarde.

Además, el problema de la compañía fue la gran brecha entre los elevados pronunciamientos corporativos de Neumann y sus propios intereses financieros.

WeWork no supo cómo equilibrar la inspiración con la disciplina, desde su inflada valoración de US$ 47 mil millones cuando SoftBank compró acciones en enero, hasta en que Neumann no se dio cuenta lo suficientemente rápido de que tenía que reformarse. WeWork espera pronto revivir su OPI, pero el carisma de su líder ya se está desvaneciendo.

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