Es un momento político en que las encuestadoras y sus informes están en la mira de todos. Y muchos dudan sobre su confección, sobre el uso de tecnología, sobre las metodologías utilizadas, y hasta en cierta mirada subjetiva por simpatía política.

Es así que estas empresas están siendo más criticadas que alabadas, no sólo a nivel local, sino internacional.

Motivos no faltan: dispersión e inexactitud de información, errores gruesos en procesos electorales de varios países, falta de adecuación a los cambios sociales y hasta dudas sobre la independencia política; todo está a la orden del día.

En parte, la falta de credibilidad generada en este instrumento es causada por el bombardeo de una gran cantidad de relevamientos realizados, donde se mezclan datos bien intencionados de empresas serias con otros de dudoso origen u objetivos direccionados. En este mix de informaciones, la opinión pública suele confundirse.

No hace falta viajar demasiado en el tiempo para recordar que, por ejemplo, en Estados Unidos varios sondeos dieron por ganadora a Hillary Clinton en la elección que, finalmente, consagró a Donald Trump como presidente. O bien, están frescas las cifras difundidas por expertos respecto a mediciones que indicaban que el Reino Unido se quedaba en la Unión Europea. Luego, el referéndum popular determinó el Brexit (la salida a la UE): se cayeron todos los "manuales" y los consultores se quedaron sin explicaciones.

Si bien estos son algunos de los casos más impactantes a nivel global en los que las encuestas "fallaron" de manera grosera, existen otros que muestran una tendencia similar de la cual Argentina no resulta indemne. Por caso, prácticamente no hubo sondeos que hayan adelantado la victoria de María Eugenia Vidal en la previa de la elección 2015.

Y, por poner un ejemplo de este mismo año, a principios de marzo en las elecciones provinciales de Neuquén, el oficialismo local (Movimiento Popular Neuquino) tuvo encuestas previas que le marcaban una paridad en los votos con otras fuerzas políticas. Pero los resultados finales de las urnas mostraron una realidad diferente y muy favorable, donde el MPN arrasó con el 40% del total y se ubicó a más de 10 puntos de diferencia del segundo.

Las dudas son abonadas por el hecho de que hay mucha volatilidad en los datos, con encuestadoras que de un mes a otro marcan que la distancia entre dos candidatos se achicó de nueve puntos a sólo cuatro.

Y en estos días se observa una fuerte dispersión en los resultados. La variación es tal que no se puede obtener una conclusión indiscutible sobre lo que ocurrirá el 11 de agosto en las PASO. Algunos trabajos brindan una diferencia de más de siete puntos a la fórmula de Alberto Fernández y Cristina Kirchner respecto de la de Mauricio Macri y Miguel Ángel Pichetto, mientras otros estudios afirman que hay una paridad técnica entre ambos.

En este contexto surgen interrogantes: ¿hay una explicación lógica ante tanta desorientación en los relevamientos? ¿Cómo se planifica y realiza hoy una encuesta? Más allá de la complejidad que encierran las respuestas, existen explicaciones lógicas a estos comportamientos que confunden a la sociedad.

Expertos de la Sociedad Argentina de Investigadores de Marketing y Opinión pública (SAIMO), compuesta por 130 investigadores y consultores nacionales, afirman que esta entidad "tiene observatorios de calidad y de ética para regular la actividad".

Revelan un dato sobre la exactitud que tienen las encuestas electorales publicadas que causa sorpresa. Desde SAIMO citan el trabajo del experto Daniel Cabrera, que evaluó 124 elecciones desde 1985 a 2015, con 53 agencias y 369 pronósticos electorales efectuados en ese período. El "principal hallazgo" del informe es que "el pronóstico acertado de los sondeos en todo ese período ha sido de hasta el 80%", considerando "acertado" a estudios con menos de 3% de margen de error.

Justamente, el tipo de muestra elegida para realizar el relevamiento por cada consultor es una de las causantes que genera un mayor o menor margen de error, nivel de confianza y validez de cada encuesta.

Por ejemplo, si dos fuerzas electorales están parejas en la intención de voto y el margen de error que tiene la muestra utilizada es de más/menos 4%, la "diferencia en el porcentaje de intención de voto puede llegar a mostrar en los sondeos una distancia entre ambos de hasta 8% por ese factor", explica Mariela Mociulsky, presidente de SAIMO y socia de la consultora de opinión pública Trendsity.

Para tener una referencia, las muestras "ideales" para medir una elección a Presidente deberían interrogar de 800 a 2.500 casos. Se estima que en ese nivel de volumen de respuestas brinda una diferencia de entre dos a tres puntos porcentuales de error en el resultado, que es considerado óptimo.

En el caso de necesitar efectuar una medición en una determinada provincia, se considera que una encuesta a 1.000 casos es suficiente; y para una intendencia basta con unos 600 entrevistados. Es decir, todo depende de la dimensión territorial de lo que se quiera relevar.

¿Qué significan estos datos? Que si se interpela una menor cantidad de casos que la considerada óptima, más allá de la metodología seleccionada, el margen de error comienza a escalar exponencialmente, según los parámetros en los que se rigen los encuestadores. A saber:

-Si en una presidencial se entrevistan a 2.000 casos, que son los óptimos, el margen error es para más o para menos de 2,2 puntos porcentuales.

-Al bajar a 1.000 casos el error salta a más/menos 3%.

-Para 400 encuestados, el error es de más/menos 4%.

-Al bajar a los 200 individuos, el error asciende a más/menos 7%.

-Y si sólo se entrevistan a 100 personas, el error que pueden dar los datos suministrados salta a 10 puntos porcentuales de diferencia.

En este último caso, por tomar un ejemplo exagerado, si se menciona en una encuesta que un candidato tiene 30% de intención de voto, en la práctica podría obtener entre 20% a 40% de los electores. Una diferencia abismal y muy poco precisa, que lo puede ubicar entre el cielo y el infierno, y que le brinda poca seriedad a los resultados.

¿Qué tanto se respetan esas "buenas prácticas" entre las encuestadoras argentinas? Fuentes del sector indican que hay unas 15 agencias que miden intención de voto a Presidente, y que no en todos los casos se llega al mínimo sugerido de 800 personas encuestadas. "Hay muchos que no están haciendo mediciones serias y que son menos rigurosos", alertan jugadores del sector.

El motivo central es el económico, aunque no es el único. En ocasiones, puede influir en el tamaño de la muestra la urgencia con la que se quiera medir el escenario tras un hecho trascendente.

Métodos en disputa

A la hora de indicar cuál es la metodología preferida para realizar sus encuestas, los expertos nucleados en SAIMO no dudan en elegir el sistema online, en el que a través de una computadora o un celular los entrevistados pueden responder de manera anónima ingresando a un sitio de Internet que posee una plataforma de preguntas de todo tipo.

La elección de este método se sustenta en que es la tendencia más utilizada en el mundo porque es considerado como más eficiente, cómodo -porque el encuestado puede responder en el momento que quiere- y también porque se lo califica como menos intrusivo. A la vez, es más amigable y lúdico, debido a que permite sumar imágenes y realizar acciones interactivas.

Para que sea óptimo el relevamiento de datos para una elección presidencial, los expertos indican que se precisa sólo una dedicación de 10 a 12 minutos para responder un panel de unas 25 preguntas.

Una metodología que no se puede realizar con otro soporte porque, por ejemplo, hacer el mismo cuestionario por teléfono requiere el doble de tiempo y "nadie puede dedicarle tanto a eso", dicen.

Ante la pregunta sobre qué tan fiable es la representatividad nacional que puede brindar esta encuesta virtual, desde SAIMO son contundentes al mencionar que Argentina tiene 93% de penetración territorial de Internet, por lo que "se puede aplicar en todo lugar y tipo de población", afirman.

La gente a participar es seleccionada sobre una base de datos tamizada y representativa entre 215.000 individuos dispuestos a intervenir, de los cuales se seleccionan unos 2.000 casos o menos.

Sobre la efectividad del sistema, Mociulsky acota que la encuesta online nació hace unos 10 años, por lo que hoy ya "está perfeccionada, validada y testeada". Es decir, tiene contempladas una serie de comportamientos de los encuestados para luego volcarlos en resultados más aproximados.

Igualmente, esto no quita que se sigan realizando y utilizando sondeos tanto personales de entrevistas cara a cara como por medio de llamados telefónicos, que pueden ser a través de la comunicación de un operador (CATI) o por medio de una máquina automática (IVR). Estos métodos, que no son recomendados para medir intención de voto presidencial por su complejidad y relación costo/beneficio para tener un adecuado nivel de acierto, se siguen empleando en algunas agencias por la carencia que éstas tienen de incorporar nuevos avances tecnológicos, o bien, por cuestiones de rapidez y menor rigurosidad en la muestra a tomar.

Ofertas para todos los presupuestos

A nivel costos, una encuesta online también tiene la ventaja de su menor valor de ejecución, aunque tampoco es para cualquier bolsillo. De hecho, se afirma en el sector que una encuesta confiable para una elección presidencial de 2.000 personas tiene un costo de alrededor de $450.000.

¿Cuánto cuesta realizar una encuesta presencial en todo el territorio? Según fuentes, entrevistar a más de 2.000 individuos puede tener un costo total de $2 millones. Otro aspecto más que justifica el porqué se elije el método online.

Pero en el menú hay muchas variantes: los sondeos más baratos, sobre la base de un IVR telefónico entre 1.000 personas -un proceso que es menos certero por el menor compromiso y tiempo en que se puede disponer del encuestado-, puede costar $40.000. Un monto muy accesible que basta para justificar por qué se sigue utilizando este sistema en determinadas consultoras que realizan encuestas. Esto, más allá de la discusión generada sobre la calidad de los datos obtenidos y de la confusión que crean en la sociedad al hacer públicos datos menos fiables, que pueden chocar contra muestras de opinión más profundas y acertadas con la realidad.

Y también lleva a plantearse una pregunta: con semejante inversión que implica hacer un relevamiento serio, ¿quiénes son los verdaderos interesados en compartir una encuesta?

Cuestiones de peso

Otro de los temas a considerar para hacer una encuesta más precisa, o no, es el "nivel de confianza", que está estipulado en 95% para 400 casos relevados. "Este porcentaje es la chance que hay de que si se repite la medición con las mismas condiciones se obtengan siempre los mismos resultados", explica Adrián Kohan, investigador y vicepresidente de SAIMO.

El otro factor a tener en cuenta es la validez del estudio, es decir, que la encuesta (herramienta) esté bien confeccionada y brinde la información que se intenta relevar. Para que eso suceda, influirán el tipo de muestra elegida, las técnicas de recolección de los datos (entrevistas personales, telefónicas, online o por redes sociales), y el instrumento utilizado (cómo se hizo el cuestionario).

"Cuando uno hace una encuesta, se toma una muestra de la realidad que sea manejable y permita simplificarla para poder predecir los resultados de forma representativa y posible de hacer. Por ende, cuanto más amplio sea el muestreo será más confiable el relevamiento, pero más costoso", resume Kohan.

A ello se le agrega otro factor determinante: el momento y contexto en el que se toman los datos, debido a que eso condicionará a la respuesta de la gente. Un ejemplo clásico que se menciona es que la misma persona puede responder cosas muy diferentes si es entrevistada en un día tranquilo o si se trata justo de un día en que hay una suba fuerte del dólar.

"La opinión puede cambiar en muy poco tiempo, por eso las encuestas son como los lácteos, se vencen rápido", alerta el consultor Gonzalo Peña, director de Oh Panel.

Por su parte, Roberto Starke, de Starkelabs, asegura que "el dinamismo que tiene la política argentina hace que cuando uno lea encuestas sean un tanto artificiales, porque miden una fotografía de un momento, es muy difícil proyectarlo porque el escenario puede cambiar".

Esta inestabilidad de la opinión le quita el sueño a los encuestadores que agregan un dato contundente: entre 12% a 15% de la gente decide realmente su voto el mismo día de la elección, indica iProfesional.

"El desastre es entre lo que dicen las encuestas y el resultado. Primero porque es importante hacer encuestas hasta último momento, porque el electorado se toma su tiempo. No hay voto cautivo como antes, donde era mucho más tranquilo hacer proyecciones. Hoy por hoy, al 70% de la gente cuando le preguntás con qué partido simpatiza, responde 'con ninguno'", resume Analía del Franco.

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