Como Managing Partner de un fondo regional, el proceso de elegir y evaluar nuevos proyectos me recuerda un poco a la Teoría de la Evolución de Darwin: solo sobreviven aquellas flexibles e innovadoras que logran adaptarse a su entorno.

Hoy es clave que las startups presenten rasgos funcionales que les den ventaja en su campo y cuyas características se vuelvan cada vez más comunes en el futuro. Y es que, uno de los temas esenciales para adaptarse y sobrevivir es poner el foco en cuidar el medio ambiente y la gente.

"Ser tecnológico, innovador, resolutivo y rentable" son aspectos que pierden fuerza si no podemos agregar "sustentable" a la lista. Por eso, las empresas de impacto positivo, aquellas que entienden y abrazan el mundo en el que operan, están un paso más arriba.

Lamentablemente, el cambio climático y la escasez de recursos no son discursos nuevos para ninguna industria y que los emprendedores se mantengan al margen de estos asuntos es mucho más significativo de lo que parece.

Entre 2021 y 2022, las emisiones de dióxido de carbono (CO2) aumentaron de 51.000 a 52.000 toneladas. Para los próximos años, el objetivo es mantener el calentamiento global por debajo de 1,5°C y reducir el uso de combustibles fósiles.

Estos son algunos de los indicadores que muestran cómo nuestro planeta está cambiando y nuestras responsabilidades deben ir de la mano.

"Ser verde" en la industria significa comportarse como agentes de sostenibilidad y sustentabilidad. Funcionar de manera sostenible es aplicar medidas que preserven los recursos y su uso racional, mientras que ser sostenible implica procesos que generen un cambio integral que perdure en el tiempo.

En Kamay Ventures, creemos firmemente que la mejor apuesta es impulsar a líderes, equipos y entidades que entiendan la magnitud de sus acciones y estén abordando problemáticas ambientales y de impacto social positivo. El propósito de las startups de triple impacto es claro desde el principio: un compromiso por mitigar un problema en estado pleno

Con esta premisa en mente es que, a la hora de invertir, nos fijamos en proyectos como Ruedata, una empresa que desarrolló un software de administración de stocks de neumáticos que permite ahorrar entre 1 y 2 millones de dólares al año y reducir las emisiones de dióxido de carbono de hasta 25 kilos por llanta.

O en Kilimo, una plataforma de riego que ahorra litros de agua con una eficiencia del 70%.

Otro ejemplo es Altscore, una empresa de scoring alternativo que busca generar condiciones de crédito flexibles y formales para los latinoamericanos que se encuentran fuera de los sistemas financieros tradicionales.

Estas soluciones son algunos ejemplos de cómo se pueden hacer negocios tecnológicos, innovadores, rentables y sustentables. 

Además, la responsabilidad de las empresas con el impacto ambiental y social no solo es importante para atraer inversores, sino también para conquistar a los consumidores y retener a los talentos.

Los primeros, cada vez más eligen marcas y productos que sean sostenibles y respetuosos con el medio ambiente, y los segundos, buscan trabajar en empresas que compartan sus valores y les permitan tener un impacto positivo en el mundo.

En resumen, el futuro de los negocios está en las empresas de triple impacto, aquellas que dejan una huella positiva en el medio ambiente, la sociedad y la economía, al tiempo que generan rentabilidad.

Los inversores buscamos proyectos con este enfoque, y los que adopten este camino no sólo pueden ser nuestro match perfecto, sino que además serán atractivos para los usuarios y para los colaboradores más jóvenes.

Por lo tanto, es fundamental que las startups y las empresas en general incorporen el impacto ambiental y social en su estrategia desde su génesis y lo consideren en la toma de decisiones.

*Por Antonio Peña, Managing Partner de Kamay Ventures

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