Cuesta imaginar que en San Francisco haya más dinero del que ya hay, pero más vale que los vecinos de la ciudad se vayan haciendo a la idea.

Cuando una startup empieza a cotizar en bolsa, y todo ese potencial dinero se trasforma en moneda corriente, la riqueza aparece . Este año en que empresas como Uber, Lyft, Slack, Postmates, Pinerest y Airbnb tienen la esperanza de entrar al mercado público de acciones, la Bahía de San Francisco podría verse inundada de dinero fresco.

Las estimaciones del valor de Uber en el mercado ascienden hasta los 120.000 millones de dólares. La valuación más reciente de Airbnb fue de 31.000 millones de dólares, mientras que Lyft y Pinterest rondan los 15.000 y 12.000 millones respectivamente.

Nadie sabe exactamente cuál será el precio real de esas empresas cuando salgan a la bolsa, pero hasta las estimaciones más conservadoras predicen que el año que viene San Francisco recibiría una lluvia de cientos de miles de millones de dólares que quedarían en manos de miles de nuevos millonarios.

Ahora que finalmente integrarán esa élite que puede permitirse vivir holgadamente en el área de San Francisco, esa flota de nuevos millonarios no ve la hora de hacer realidad sus sueños de los últimos años.

Quieren autos, nuevos restaurantes, nuevas mansiones y tirar la casa por la ventana en fiestones para la historia.

Hace unos días, los desarrolladores inmobiliarios de la ciudad colmaron un salón con barra libre y vista al Puente de la Bahía. El presentador del encuentro era Deniz Kahramaner, agente inmobiliario especializado en análisis de datos de la empresa Compass.

"¿Habrá dentro de cinco años algún monoambiente que valga menos de un millón de dólares?", le preguntó a la multitud presente. "¿Habrá alguna vivienda unifamiliar de entre uno y tres millones de dólares?"

La respuesta, dijo, es que ya no habrá. La temperatura ambiente subió cuando reveló datos sobre los nuevos millonarios y sobre las poquísimas unidades nuevas que se habían construido para ellos. Para estupor de los presentes, Kahramaner aseguró que el precio promedio de una vivienda unifamiliar en San Francisco podría trepar hasta los cinco millones de dólares.

"Y será dinero en efectivo. Todos esos compradores vendrán con la plata en la mano", dijo. "Será algo impresionante". Y todos esos compradores seguramente querrán comprar viviendas cerca de sus trabajos.

"Los millennials que trabajan en las empresas tecnológicas buscan comodidad", dice Christine Kim, presidenta de Climb Real State. "Parecen no querer tener auto propio, optan por la facilidad del delivery de comida, y quieren estar cerca de los lugares de entretenimiento, así que no se moverán de la ciudad".

Exenciones impositivas

Cuando Google en Mountain View y Facebook en Menlo Park empezaron a cotizar en bolsa, sus empleados estaban diseminados por la Bahía de San Francisco, y eso mitigó el impacto sobre por el mercado inmobiliario. Ahora muchas de las empresas emergentes más importantes están instaladas en San Francisco, en parte debido a las exenciones impositivas de la ciudad. Y los agentes inmobiliarios dicen que los empleados quieren quedarse en San Francisco.

"Con todas estas salidas a la bolsa al mismo tiempo, habrá potencialmente miles de jóvenes buscando vivienda que ahora tendrán dinero", dice Shane Ray, agente inmobiliario. "Eso va a sentirse".

Las empresas les inculcan a sus empleados la creencia de que el valor de las acciones no dejará de aumentar. Ryan Cole, asesor de riqueza privada en Citrine Capital, señala que empezó a recibir un flujo de nuevos clientes que se preparan para ser ricos, pero eso le preocupa. Esta generación de ricos gracias a las start-ups cree ciegamente en el éxito de sus empresas.

"Intentamos convencerlos de que sean un poco más cautos, porque están realmente eufóricos", dice Cole. "A la mayoría de ellos les resulta inconcebible la posibilidad de una desaceleración económica".

Por lo general, a sus clientes les aconseja no gastar demasiado todavía. "No deberían comprarse yates", dice Cole. "Pero vemos que algunos lo hacen".

Las bicicletas eléctricas son el medio de transporte preferido de los empleados de las tecnológicas en San Francisco. Los dueños del local de venta de bicicletas New Wheel dicen que están preparados para la nueva etapa y por eso encargaron un 30% más de unidades de la marca Stromer -la configuración más popular del modelo ST3 se consigue por unos 7500 dólares- y un 200% más de las Riese & Muller de carga frontal, que se venden por unos 9500 dólares.

En ciudades como Oakland y Berkeley y San Francisco, los millennials siguen fervorosamente la cuenta en Twitter de Alexandria Ocasio-Cortez y asisten a los mítines de los Demócratas Socialistas de Estados Unidos. Pero la pasión socialista no parece haber mermado el entusiasmo de la ciudad por las fiestas de salidas a la bolsa, que según la comunidad de planificación del partido superarán incluso los auges anteriores.

Jay Siegan, ex-dueño de una discoteca que ahora es curador de música y entretenimiento para eventos privados, está listo para el desafío. Ya trabajó en eventos para varios de los aspirantes a salir a la bolsa, incluidos Uber, Airbnb, Slack, Postmates y Lyft.

"Las salidas a la bolsa de cada empresa implican varias fiestas, no solo de las empresas en sí mismas, sino también de las firmas asociadas a ellas", dice Siegan, y agrega que el presupuesto de las empresas emergentes para los eventos puede superar fácilmente los 10 millones de dólares. "Quieren tener una lista de celebridades de primer nivel para que actúen ante los ejecutivos sentados en las mesas. También quieren bailarines de ballet".

Una particularidad que Siegan advierte es que los clientes desean organizar sus propios conciertos temáticos con varias bandas. Siegan dice que hace poco organizó un evento para un ejecutivo tecnológico aficionado a la música de la década de 1980 con bandas como B-52s, Devo, The Bangles, Tears for Fears y Flock of Seagulls.

En un depósito de Concord, California, un escultor de hielo se dispone a contratar personal para lo que asegura será un año largo.

"Habrá muchos días de 14 horas de trabajo", dice Robert Chislett, fundador de Chisel-it, que ya emplea unos 15 escultores de hielo.

Juntos esculpieron un auto de hielo a escala real para una fiesta de ejecutivos tecnológicos en Atherton y una réplica de tres metros del Taj Mahal para decorar la pileta en otra fiesta en San José.

Pero Chislett dice que los ejecutivos tecnológicos suelen querer cosas predecibles: una silla de hielo con el logo en el respaldo, para las fotos; cubos de hielo para los tragos, con el logo de la empresa en cada uno de ellos, y un montón de logos esculpidos en cohetes de hielo, para indicar que las acciones de la empresa también llegarán a las nubes, asegura The New York Times.

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