En la actualidad, todos la tenemos instalada en nuestros teléfonos celulares. Tanto que este lunes, una caída de más de cinco horas dejó en vilo a todo el mundo. Pero hace apenas 13 años WhatsApp ni siquiera era una idea. Y, curiosamente, surgió a partir de una serie de problemas que aparecieron, dónde si no, en Argentina. 

Así lo contó Jan Koum, uno de los dos fundadores, en una charla que dio en la Universidad de Stanford. Todo empezó cuando él y su socio Brian Acton estaban viajando por América del Sur en medio de un año sabático que tomaron tras renunciar a Yahoo!, la empresa donde se formaron. Transcurría el año 2008 y lo que más le molestaba al dúo era lo difícil que resultaba mantenerse en contacto con sus amigos. 

"¿Alguno fue a Argentina o es de allí? ¿Qué pasa con sus códigos de área? ¡Son muy complicados! Nunca pude entenderlos. Conseguí una tarjeta SIM, pero no conseguía decirle a la gente cómo llamarme. Era muy frustrante", recordaba Koum. 

A partir de esos inconvenientes, comenzaron a trabajar en lo que sería su startup de comunicaciones, que hoy es usada por más de 2000 millones de personas en 180 países del mundo para mantenerse en contacto con amigos y familiares de forma gratuita.

Lo que comenzó como una alternativa al SMS, ahora es un producto multitudinario que permite enviar y recibir fotos, textos, videos, documentos, ubicaciones y los a veces tan odiados mensajes de voz. La idea hizo millonarios a los dos amigos, pero sus inicios estuvieron muy lejos de las fortunas que acumulan hoy en sus cuentas bancarias. 

Quién es Jan Koum

La historia de Koum es ejemplo de resiliencia y superación. Quien hoy acumula una fortuna de u$s10.600 millones, según el ranking de Forbes, tuvo en realidad inicios muy humildes. Nacido en Kiev, Ucrania, se mudó a los 16 años a Mountain View, California, junto a su madre sin siquiera hablar inglés. Ella trabajaba como niñera y él barría pisos en un comercio para llegar a fin de mes. 

Durante su infancia, vivió en primera persona el régimen estricto de la Unión Soviética y cómo se condicionaban algunas libertades, como el hecho de que el gobierno monitoreara las llamadas telefónicas.  

"Uno de mis recuerdos más fuertes de esa época era una frase que usaba frecuentemente mi madre cuando hablaba por teléfono: ‘Esta no es una conversación para el teléfono. Te lo diré en persona’. El hecho de que no pudiéramos hablar libremente por el temor a que nuestras comunicaciones fueran monitoreadas por la KGB es en parte una de las razones por la que nos mudamos a los Estados Unidos cuando era un adolescente", admitió una vez. 

A los 18 se empezó a formar en computación de forma autodidacta con manuales que conseguía de segunda mano, y luego ingresó a un grupo de hackers llamado "w00w00". Gracias al apoyo de ese grupo se inscribió en la Universidad del Estado de San José para estudiar ingeniería en Sistemas. En ese grupo también estaban, entre otros, los futuros fundadores de Napster, que cobrarían notoriedad a finales de los noventa con la explosión de la piratería de música y la masificación del MP3.

Rápidamente Koum consiguió trabajo en la consultora Ernst & Young, donde se conoció con su futuro socioBrian Acton, que entonces trabajaba en Yahoo! y al ver su potencial lo contrató. Llevaba apenas dos semanas en su nuevo puesto cuando uno de los servidores de Yahoo! falló, y uno de sus cofundadores, David Filo, lo llamó en medio de una conferencia para que lo arreglara. 

Koum entonces abandonó la universidad para dedicar todo su tiempo a la empresa en la que trabajaría durante 9 años. Cumplida esa etapa, Koum y Acton, ahora íntimos amigos, renunciaron y decidieron emprender un viaje como mochileros por América latina. Fue ahí donde gestaron la idea de lo que después sería WhatsApp. 

Quién es Brian Acton

Acton, el otro fundador de WhatsApp, nació en Michigan y creció en Florida. Luego de terminar el colegio secundario, consiguió una beca completa para estudiar en una de las universidades más prestigiosas de los Estados Unidos: la Universidad de PensilvaniaSin embargo, después de completar el primer año la abandonó y se cambió a Stanford, la famosa casa de estudios emplazada en el corazón de Silicon Valley, en la que estudió Ciencias de la Computación.

Cuando todavía era estudiante, consiguió su primer trabajo en Rockwell International, una empresa dedicada a la fabricación de aviones militares y comerciales. Pero luego de un año allí, pasó a Apple, donde se dedicaba a escribir pruebas de estrés y precisión de software para prototipos de la primera generación de la popular Macintosh.  

Luego de tres años en la empresa de Steve Jobs, dio el paso hacia Yahoo!, donde fue el empleado número 44 en ser contratado. Entró en 1996 como ingeniero de Software y llegó a ser vicepresidente de Ingeniería para 2006. Cumplida la década, dejó la empresa en busca de nuevos horizontes.

Acton se puso a barajar nuevos trabajos con su impresionante CV bajo el brazo, pero no tuvo suerte en las empresas donde tocó la puerta. Se presentó a entrevistas de trabajo tanto en Twitter como en Facebook pero, irónicamente, no consiguió entrar

"Me rechazaron en Twitter. No hay problema, igual quedaba lejos de mi casa", dijo con ironía Acton luego de recibir ese primer "no".  Y volvió a expresar su frustración meses más tarde cuando la firma de Zuckerberg le negó otro puesto: "Era una gran posibilidad para estar conectado con un equipo fantástico. Pero hay que mirar para adelante".

Amor y desamor con Facebook

El paso por Argentina y los problemas para comunicarse fueron causa para que los dos emprendedores idearan Whatsapp. La aplicación vio la luz en iOS en 2009 y rápidamente se extendió al resto de los sistemas operativos móviles que integraban el ecosistema móvil por aquellos años. 

Su nombre, que remite a una frase típica del inglés "What’s up", se convirtió en sinónimo de mensajería móvil en la era de los smartphones y, aprovechando el terreno fértil de aquellos años, en el que la competencia era muy poca y pobre, escaló de forma acelerada hasta alcanzar a decenas de millones de usuarios en todo el mundo.

Cinco años después, ya con su empresa consolidada y posicionada como una de las más importantes a nivel global en tecnología, Zuckerberg, que paradójicamente había rechazado a Acton en aquella famosa entrevista laboral, puso el ojo en ellos. 

El mito dice que el creador de Facebook conoció a Koum en una panadería en California, y que a ese encuentro le siguieron dos años enteros de coqueteo en los que el fundador de Facebook se dedicó a tentar al dúo fundador de WhatsApp con ofertas de dinero cada vez más abultadas.

Para hacerlo más romántico, ellos le dieron el sí un 14 de febrero, Día de los Enamorados. Así, en 2014 cerraron la venta de la app por la suma récord de u$s19.000 millones. Con la adquisición, Facebook se comprometió a no cambiar la política de privacidad de la firma, una de las claves del éxito de la app y un punto sensible para sus fundadores. Pero la promesa no se cumplió. 

Poco tiempo después de la compra, primero Acton y luego Koum, que pasaron a ocupar puestos en el directorio de Facebook, anunciaron su salida de la compañía. Y todas las teorías apuntan a que la causa de ese rompimiento estuvo en las diferencias en la protección de mensajes y el uso de los datos de los usuarios. 

Incluso, la renuncia de Koum se conoció un mes después de que estallara el escándalo por la fuga de datos a Cambridge Analytica, donde quedó al descubierto el pobre manejo de la privacidad de los usuarios encarada por Facebook, un incidente que la obligó a repensar de cero sus estándares de seguridad.

Con versiones a favor y versiones en contra, los comentarios con reproches empezaron a llegar. Tras este incidente, que llegó a las portadas de los diarios de todo el mundo, los propios fundadores de WhatsApp salieron a pedir a los usuarios que desinstalaran Facebook; Acton incluso dio una entrevista a Forbes donde contó cómo la empresa de Zuckerberg había incumplido su parte del trato. 

La respuesta no tardó en llegar y desde Facebook salieron a cuestionar los dichos de Acton. Lo cierto es que la decisión del cofundador de Whatsapp de salir antes de tiempo de la compañía hizo que perdiera un bono, nada más y nada menos, que de u$s850 millones. Esto hace suponer que para tomar semejante decisión las diferencias debieron haber sido muy grandes. 

Actualmente, la empresa sigue adelante, y con mucho éxito sin sus fundadores. No hay mercado en el mundo en el que Whatsapp no sea conocida, su marca llegó a un nivel de ubicuidad tal que es sinónimo de enviar y recibir mensajes, un hito que muy pocos emprendedores pueden ostentar.

Mientras tanto, tanto Acton como Koum parecen estar más que satisfechos con su vida post-Facebook: se dedican activamente a la filantropía y a las inversiones de riesgo. Y, por supuesto, a disfrutar los miles de millones de dólares que amasaron gracias a su creación, que tuvo a la Argentina (mejor dicho a los problemas) como protagonista.

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