En el 2015, la ciudad sueca de Gotemburgo realizó un estudio para comprobar los efectos de la reducción de la jornada laboral en los trabajadores, manteniendo el mismo sueldo.

Tras dos años de esta iniciativa, se comprobó -por ejemplo- que las enfermeras de una residencia de ancianos eran más productivas, pedían menos bajas por enfermedad y se declaraban mucho más satisfechas de su trabajo.Sin embargo, la reducción de la jornada aumentó los costos en las empresas, un motivo por el cual no se acabó generalizando esta medida.

A pesar de esto, este ensayo abrió las puertas a un viejo debate: ¿deberíamos trabajar menos para, no solo ser más felices, sino además tener más tiempo para cuidar de nuestras familias e implicarnos con nuestra comunidad? ¿Es viable para las empresas y/o el Estado una reducción de las jornadas sin que esto suponga una bajada de salarios?

Según Muy Interesante, una universidad australiana también se preocupó por el tema y publicó en 2016 un informe con los resultados preliminares de un estudio en el que demuestra que las personas mayores de 40 años son más productivas cuando trabajan, como mucho, tres días a la semana.

Los resultados indicaron que los efectos de la duración de la jornada laboral sobre el rendimiento cognitivo de los participantes no eran lineares: aumentando las horas de trabajo hasta las 25 semanales se producía una mejora en las capacidades cognitivas. Es decir, trabajar es bueno para la mente… hasta cierto punto.

Jornadas superiores a las 25 horas semanales tenían un impacto negativo. Además, estos resultados fueron idénticos tanto para hombres como para mujeres.

Para los autores del estudio, estos datos demuestran cómo hay que tomar con cautela la idea de que retrasar la edad de jubilación podría ayudar a prevenir el deterioro de nuestras capacidades cognitivas, gracias a la estimulación intelectual que produce el trabajo. Según sus resultados, esta idea no sería del todo incorrecta, pero para obtener esos efectos beneficiosos sobre el cerebro las jornadas de trabajo deberían reducirse.

Los resultados obtenidos tienen mucho sentido: se sabe que uno de los factores de riesgo que pueden acelerar el deterioro cognitivo y provocar enfermedades mentales es el estrés crónico, un problema que va de la mano con las largas jornadas de trabajo.

Aunque estamos acostumbrados a jornadas laborales maratonianas y a no desconectar de nuestras obligaciones durante los periodos de descanso, cada vez hay más evidencias de que menos puede ser más. 

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