¿Cuál es la mejor forma de describir nuestra etapa actual? A lo mejor estás tentado en describirla como "sin precedentes" o "extraordinaria".

Pero aquí está otro adjetivo que quizás no hayas escuchado antes: "bisagra".

Filósofos e investigadores de referencia debaten si los eventos de nuestro siglo pueden cambiar el sino de nuestra especie en los próximos miles o millones de años.

La hipótesis de la "bisagra de la historia" propone que, ahora mismo, estamos en un punto de inflexión. ¿Es plausible esto?

Debate renovado

La idea de que quienes estamos vivos en la actualidad somos especialmente influyentes puede rastrearse varios años atrás, al filósofo Derek Parfit.

"Vivimos en el momento bisagra de la historia", escribió Parfit en su libro "On What Matters" (Acerca de lo que importa) en 2011.

"Dados los descubrimientos científicos y tecnológicos de los últimos dos siglos, el mundo nunca ha cambiado tan rápido. Puede que pronto tengamos mayores poderes para transformar, no solo nuestro entorno, sino a nosotros mismos y nuestros sucesores".

La teoría de la bisagra de la historia ha ganado una renovada atención en meses recientes, aunque los académicos quieren abordar esta cuestión de una forma más sistemática.

Como escribió Kelsey Piper, redactora de la sección Future Perfect del medio Vox, el debate sobre el momento bisagra de la historia es más que una discusión filosófica abstracta: se trata de identificar lo que nuestra sociedad debe priorizar para asegurar el futuro a largo plazo de nuestras especies.

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Para entender por qué, comencemos por analizar los argumentos que apoyan la idea de que el nuestro es un momento trascendental o "bisagra".

¿Somos los más influyentes de la historia?

En años recientes, ha crecido el apoyo a la idea de que vivimos en un momento de alto e inusual riesgo de autoaniquilación y daños a largo plazo a nuestro planeta.

Por primera vez, tenemos la habilidad de degradar irreversiblemente la biosfera o tomar un camino errado con la tecnología y provocar un revés catastrófico a la civilización, amplía Rees, quien cofundó el Centro para el Estudio de Riesgos Existenciales de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido.

Esos poderes destructivos sobrepasan nuestra sabiduría, según Toby Ord, uno de los colegas de MacAskill en Oxford. Para Ord, las probabilidades de que el mundo se acabe este mismo siglo son bastante altas.

La Convención sobre armas biológicas de las Naciones Unidas, un veto global al desarrollo de armas biológicas como un supercoronavirus, tiene un presupuesto más pequeño que un restaurante McDonald's promedio.

Y colectivamente, el mundo gasta más dinero en helados que en prevenir tecnologías que puedan poner fin a nuestro modo de vida.

La superinteligencia

De acuerdo a varios investigadores de renombre, existe la posibilidad de que el siglo XXI presencie la llegada de una sofisticada inteligencia artificial que pronto se transforme en superinteligencia. Esos científicos argumentan que la forma en que manejemos esta transición puede determinar todo el futuro de nuestra civilización.

Por sí misma, una inteligencia todopoderosa puede marcar el destino de la humanidad en función de los objetivos y necesidades que se tenga. Pero lo que dicen estos investigadores es que también hay otros escenarios. 

En concreto, que el futuro de la civilización podría ser moldeado por el primero que consiga controlar la inteligencia artificial. Y esto podría provocar que una única fuerza busque el bien de todos o que un gobierno malvado use ese poder para subyugar a todos sus disidentes.

Más evidencia

Luke Kemp, profesor de la Universidad de Cambridge en Reino Unido, apunta a que el cambio climático causado por la acción humana y la degradación medioambiental en este siglo podría tener alcances significativos en el futuro.

"La transformación más fundamental hasta ahora en la historia de la humanidad fue el advenimiento del Holoceno, que permitió la revolución agrícola".

Kemp señala que las sociedades humanas parecen haberse adaptado a vivir en un subconjunto sorprendentemente estrecho de los climas disponibles en la Tierra (temperaturas medias anuales de alrededor de 13°).

Podríamos pensar en la civilización actual como un niño que debe cargar con cicatrices y rasgos formativos por el resto de nuestras vidas.

El desarrollo de una superinteligencia podría no ser beneficioso para nosotros como especie

Pero nuestra juventud relativa también podría usarse para argumentar lo opuesto, lo cual, además, nos lleva a una pregunta obvia: ¿no fueron los primeros humanos quienes vivieron en el momento más influyente?

Después de todo, un par de pasos en falso durante el Paleoceno o al final de la revolución agrícola y nuestra civilización jamás habría existido.

Sin embargo, MacAskill indica que aunque muchos momentos de la historia fueron cruciales eso no quiere decir necesariamente que fuera influyentes. 

Los cazadores-recolectores, por ejemplo, no estaban en condiciones experimentar un momento bisagra porque no tenían el conocimiento para saber que podrían cambiar el futuro ni los recursos para tomar un rumbo distinto.

Por qué importa

Como filósofo preocupado sobre el futuro lejano, MacAskill y otros consideran la hipótesis del momento bisagra de la historia como mucho más que una cuestión teórica para satisfacer la curiosidad.

Encontrar respuestas indicará la cantidad de recursos y tiempo que la civilización debe dedicar a problemas a corto plazo frente a problemas a largo plazo.

Para ponerlo a un nivel más personal, si creyeras que mañana será el día más influyente de tu vida -por ejemplo, vas tomar un examen crucial o casarte-, entonces dedicarías mucho tiempo y esfuerzo en ello de inmediato.

Pero si crees que el día más influyente de tu vida está a décadas de distancia, o no sabes cuál sería el día, quizás te concentres primero en otras prioridades.

Maximizar el bienestar

Un filántropo que invierta a un 5% de intereses gananciales podría hacer crecer sus recursos unas 17.000 veces después de 200 años, ejemplifica MacAskill.

Algunos quizás cuestionen los beneficios de invertir dinero a largo plazo, dado que distintos colapsos sociales en la historia han borrado de un plumazo ahorros y fondos.

Probablemente otros sugieran que el dinero debería invertirse en erradicar grandes problemas actuales como la pobreza.

Argumentos en contra

La razón más simple en contra de esta hipótesis es cuestión de probabilidad: sencillamente, es poco probable de que este sea el momento bisagra. 

Si logramos sobrevivir este siglo y alcanzamos la vida histórica promedio de un mamífero, estaríamos hablando de que la humanidad duraría alrededor de un millón de años. Un tiempo en que potencialmente podríamos expandirnos a otras estrellas e instaurarnos en otros planetas.

Además, todavía queda, en teoría, un vasto número de personas por nacer en el futuro. Incluso si miramos solo 50.000 años en adelante, la escala de generaciones venideras podría ser enorme.

Si la tasa de natalidad durante ese período se mantuviera igual que en el siglo XXI, los que aún no han nacido serían potencialmente más de 62 veces la cantidad de humanos que han vivido en algún momento de la historia. Es decir, unos 6,75 billones de personas. 

Aquellos que ha concluido que estamos viviendo en la bisagra de la historia también podrían estar desarrollando un razonamiento incompleto y defectuoso.

Quizás los sesgos cognitivos están haciendo que los eventos actuales y visibles parezcan más importantes de lo que realmente son.

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Viviendo en la década de 1980, por ejemplo, se podría haber pensado que la nanotecnología era el mayor riesgo para la humanidad.

Por estas razones, entre otras, MacAskill concluye que probablemente no estemos viviendo en el momento más influyente.

Las ventajas de que el momento bisagra no exista

Aunque pueda parecer desalentador concluir de que no somos las personas más importantes de todos los tiempos, en realidad puede ser algo positivo.

Si crees que existe una "época de los peligros", entonces el próximo siglo será especialmente peligroso de vivir, y posiblemente requiera sacrificios significativos para garantizar que nuestra especie persista. Y como señala Kemp, la historia indica que cuando hay muchos temores de que esté en riesgo una utopía futura, se hacen cosas desagradables con la justificación de protegerla.

Pero si la vida en un momento bisagra requiere sacrificios, eso no significa que pueda vivirse con libertinaje en otros momentos.

Durante el siglo pasado, descubrimos innumerables formas de dejar vestigios malignos para nuestros descendientes, desde el carbono en la atmósfera hasta el plástico en el océano y los desechos nucleares bajo el suelo.

Corresponderá a los historiadores del futuro juzgar cuán sabiamente usamos esa influencia, indicó BBC Mundo.

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