Los japoneses saben bien que los inodoros pueden ser pequeños prodigios de la tecnología. Extrañamente, en el resto del mundo es difícil encontrar un inodoro inteligente, con sensores y funciones avanzadas más allá de la gestión del agua. Ahora la Universidad de Stanford anticipa un mundo donde los inodoros pueden servir para monitorizar la salud y eventualmente llegar a prevenir y detectar problemas como la diabetes, infecciones urinarias o inflamaciones del intestino.

En una investigación publicada en la revista Nature Biomedical Engineering y liderada por Sanjiv S. Gambhir, Seung-min Park, David Won y Brian Lee, se describe un inodoro con un sistema de sensores y cámaras. Un "inodoro inteligente" que ha sido probado en más de veinte participantes y mediante inteligencia artificial y reconocimiento de imágenes es capaz de analizar a quienes lo estén utilizando.

Además del reconocimiento facial y de huellas, los investigadores de Stanford explican que su inodoro es capaz de identificar usuarios por su huella anal. En las imágenes publicadas se refieren a ello como "Analprint Scan", un escaneo del ano de cada usuario para relacionar los datos obtenidos con cada usuario, informó Xataka.

"Todos usan el baño, realmente no hay forma de evitarlo, y eso aumenta su valor como dispositivo de detección de enfermedades", explica Sanjiv. "El inodoro inteligente es la manera perfecta de aprovechar una fuente de datos que generalmente se ignora, y el usuario no tiene que hacer nada diferente".

El inodoro graba vídeo de la orina y las heces del usuario y esa información se procesa mediante algoritmos para detectar posibles patrones. El sistema, según cuentan los creadores, está preparado para determinar el volumen y tiempo de flujo de la orina (urodinámica) o la viscosidad de la muestra de heces. El sistema se activa en el momento que el usuario se sienta gracias al sensor de presión que incorpora.

El inodoro experimental también incluye tiras reactivas de orina para analizar el pH, la presencia de proteínas, glucosa y así detectar posibles infecciones. Toda esta información se envía a la nube, a un sistema accesible por doctores. Desde Stanford aseguran que estos datos se guardan de manera privada y por el momento se trata de una investigación, pero no es difícil imaginar que pueda generar incomodidad y dudas entre los usuarios.

Según describe The Guardian, en una encuesta realizada a 300 participantes cerca de la Universidad, el 30% se sintieron incómodos y mostraron sus preocupaciones entorno a la privacidad de este sistema de reconocimiento del ano.

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