Con el coronavirus avanzando a paso acelerado en la mayoría de los países, la mayoría de los gobiernos comenzó a tomar medidas drásticas, similares a las de la Argentina. Cuarentena, distanciamiento social obligatorio y un control intensivo en las calles, con el objetivo de "aplanar la curva" y que no colapsen los sistemas de salud.

Sin embargo, investigadores del Imperial College de Londres (Reino Unido) explicaron en una reciente investigación que mientras haya una sola persona en el mundo con el virus, los brotes pueden seguir ocurriendo.

En este sentido, los investigadores propusieron una forma particular de actuar: imponer medidas de alejamiento social más extremas cada vez que los ingresos en las unidades de cuidados intensivos (UCI) empiezan a aumentar, y suavizarlas al reducirse la cantidad de las personas ingresadas. 

De esta forma, cuando los infectados superen algún número establecido, los estados deberían cerrar escuelas, universidades e imponer el confinamiento social. Cuando los números se normalicen, las medidas se lenvantarían.

Según este modelo, los investigadores concluyen que el alejamiento social y el cierre de escuelas deberían producirse aproximadamente dos tercios del tiempo, es decir, dos meses sí y uno no, hasta que haya una vacuna disponible, algo que no se espera, como mínimo hasta dentro de 18 meses.

A corto plazo, esto será muy perjudicial para los negocios que dependen de juntar a grandes cantidades de personas, como restaurantes, bares, gimnasios, hoteles, cines, teatros, shoppings, etc.

Por no hablar de las tensiones que los padres tendrán para educar a sus hijos en casa, de las personas que cuidan a sus parientes de edad avanzada para no exponerlos al virus, de las personas atrapadas en relaciones abusivas y de cualquiera sin ahorros para lidiar con los cambios en sus ingresos.

Por eso, en ese momento deberá llegar el momento de la adaptación y explotará un concepto que ya empieza a circular: el de la "economía confinada". Además, se pueden esperar algunos cambios de hábitos como menos uso de transporte público y ciclismo.

A corto plazo, probablemente estos sistemas obligarán a mantener una vida social aparente. Los cines podrían eliminar la mitad de sus butacas, las reuniones se llevarán a cabo en salas más grandes con sillas más separadas y los gimnasios requerirán reservas de sesiones de entrenamientos con antelación para que no se llenen de gente.

Se pueden ver distintos presagios de este futuro en las medidas que algunos países ya están tomando. Israel utilizará los datos de ubicación de los teléfonos móviles con los que sus servicios de inteligencia rastrean a los terroristas para seguir a las personas que han estado en contacto con los confirmados portadores del virus. Singapur realiza un exhaustivo seguimiento de contactos y publica datos detallados sobre cada caso confirmado, sin identificar a las personas por su nombre.

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