La Unión Europea insiste en la necesidad de la adquisición de las competencias clave por parte de la ciudadanía como condición indispensable para lograr que los individuos alcancen un pleno desarrollo personal, social y profesional que se ajuste a las demandas de un mundo globalizado. Esto hará posible, a su vez, el desarrollo económico vinculado al conocimiento y replantea cómo debe ser el aprendizaje en el siglo XXI y por la reinvención de los docentes hacia maestros 4.0.

Las políticas de competencias desempeñan un papel principal al facilitar, por ejemplo, la adopción de las nuevas tecnologías y mejoran la cadena de valor añadido. También hacen que los países resulten más atractivos para las inversiones extranjeras directas y suelen ayudar a fomentar sociedades más tolerantes y cohesionadas.

Para progresar en el mundo del mañana, las personas necesitarán diferentes tipos de competencias. Pero aplicar reformas que las impulsen es complejo e implica la necesidad de coordinación y colaboración entre una amplia variedad de partes interesadas: gobierno, ministerios, profesorado, empleadores, sindicatos y muchos otros. Y, sobre todo, la voluntad personal de crecimiento continuo.

Desde 2012 la estrategia de competencias de la OCDE ha proporcionado a los países un enfoque estratégico y extenso para evaluar los desafíos y oportunidades en cuanto a competencias. Cada proyecto está diseñado para fomentar un enfoque de Gobierno que reúna a los ministerios pertinentes para comprender mejor los objetivos de futuro del país, identificar los ámbitos de acción prioritarios y diseñar y armonizar las políticas para mejorar dicho rendimiento competencial, según un artículo del sitio Blogthinkbig.

El aprendizaje del siglo XXI debería enseñar a los niños a "aprender a saber". Y hay que motivar a aprender no solo a los alumnos, también a los profesores. Porque la cuestión está en qué hay que enseñar, cómo debe enseñarse, qué se obtiene con ello o quién ha de hacerlo y dónde.

La hoja de ruta pasa por un sistema educativo de alta calidad que introduzca en la escuela las habilidades del siglo XXI. La reformulación de la profesión docente hacia la excelencia exige talento para evolucionar, desaprender, aprender y reinventar sus competencias.

La escuela tiene que convertirse también en una organización que aprenda para hacer frente a los cambios constantes a los que se enfrenta. Peter Senge (director de Pensamiento de sistemas y aprendizaje organizacional de la Sloan School of Management del MIT) llama organizaciones inteligentes a aquéllas que, de manera continua y sistemática, se embarcan en un proceso para obtener el máximo provecho de sus experiencias aprendiendo de ellas.

La escuela inteligente pasa por aplicar cinco disciplinas:

-Creación e impulso de una visión compartida

-Desarrollo del dominio (maestría) personal

-Identificación y desarrollo de los modelos mentales

-Fomento del trabajo en equipo

-Generación del pensamiento sistémico

La tarea de los docentes no es "enseñar", sino conseguir que los alumnos "aprendan": observar y enseñar desde el cerebro del que aprende. Y resulta difícil pero no deben pararse mientras se produce ese pacto social por la educación que impulse un pacto político.

El mundo se encamina hacia una "sociedad del aprendizaje", en la que éste debe durar toda la vida. Cada vez se habla más del lifelong learning, de la learning society. "El aprendizaje nunca ha sido tan importante como ahora", ha escrito Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía (2001)

Pero el cerebro necesita emocionarse para aprender. Los profesores deben querer y obligarse a una permanente revisión de lo que enseñan y de cómo lo enseñan. Será clave implantar la cultura del aprendizaje.

Es necesario (re) evolucionar la escuela para que sea una escuela 4.0 con maestros 4.0, con profesores, que se sientan principiantes y con la proactividad de estar aprendiendo continuamente y que confíen en su talento para reinventar sus competencias.

El "maestro 4.0" será, desde el aprendizaje continuo, el motor de la transformación del sistema educativo para capacitar a los alumnos en las competencias necesarias para cumplir las tres misiones de la educación: ética, intelectual y práctica.

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