En una fundición humeante detrás de una centenaria cervecería checa, un brazo mecánico vierte aluminio fundido en un molde robótico de dos pisos. En cuestión de segundos, relucientes cubiertas de bombas para motores diésel salen para inspección.

La línea de producción de vanguardia en Motor Jikov Group AS en Ceske Budejovice, cerca de la frontera con Alemania y Austria, opera al cien para entregar pedidos a la unidad de camiones Scania de Volkswagen AG. Pero estas actualizaciones que cuestan millones de dólares representan más que el éxito de un negocio mediano bien administrado. Los ejecutivos consideran que son una cuestión de vida o muerte en una industria despiadada presa del miedo existencial.

Más de un centenar de empresas como Motor Jikov están dispersas por toda la República Checa, una fortaleza de la industria automotriz europea y un pilar de la economía nacional. Sirven a fábricas que producen automóviles que funcionan con motores de combustión, y ahora se ven presionados por el auge de la movilidad eléctrica.

"Se trata de qué empresas son capaces de sobrevivir", dijo el gerente general de Motor Jikov, Miroslav Dvorak, quien agrega: "Para nosotros, esto significa ante todo una gran inversión, para alcanzar el nivel de un tipo de productos completamente nuevo".

República Checa y Eslovaquia, su antiguo socio de la federación, fabrican más automóviles por persona que cualquier otro país del mundo.

La vasta red de fabricantes de componentes emplea a casi el doble de personas que las propias fábricas de automóviles.La agitación en una industria que estuvo dominada por los automóviles tradicionales durante 120 años ahora enfrenta a proveedores entre sí, en competencia por pedidos cada vez más reducidos.

En última instancia, este cambio tectónico los obligará a reemplazar aproximadamente la mitad de su producción total, según Dvorak. Las ventas de fabricantes checos de autopartes totalizaron 460.000 millones de coronas el año pasado (u$s20.000 millones), de los cuales tres cuartos fueron exportaciones.Las avanzadas innovaciones y el endurecimiento de las normas medioambientales están afectando todos los aspectos del mundo automotriz.

Hace solo dos semanas, Elon Musk anunció que Tesla construirá su nueva fábrica en Alemania, cuna del motor de combustión interna.La tendencia amenaza con crear rupturas económicas y sociales en República Checa y Eslovaquia, donde las inversiones automotrices han sido un motor dominante de transformación después de la caída del comunismo hace 30 años, según señala Bloomberg.

Atraída por una mano de obra calificada y barata y la proximidad a los principales mercados europeos, la inversión extranjera ha creado una industria que produce millones de automóviles que llevan los logos de Volkswagen, Skoda, Hyundai, Kia, Peugeot y Land Rover.

Dado que el sector del transporte es la fuente de casi una cuarta parte de los gases de efecto invernadero mundiales, Clean Energy Ministerial, un foro global con miembros que incluyen las economías más grandes de la UE y EE.UU., quiere aumentar la participación de autos eléctricos a 30% del mercado total para el mismo momento.

El núcleo del problema es que los autos eléctricos requieren una fracción de las 2.000 piezas estimadas necesarias para un motor de combustión interna. Eso significa más competencia por menos piezas y una amenaza para los productores especializados en el llamado tren motriz, la variedad de componentes que hacen que el automóvil funcione, desde los pistones hasta el eje.

El gobierno checo estima que alrededor de 40.000 empleos dependen del motor de combustión, lo que requiere programas para reentrenar al menos a algunos de esos trabajadores.

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