Según el último informe semestral del Banco Central sobre prestadores no financieros de crédito (PNFC), el endeudamiento promedio por cliente se ubicó en julio en $5,6 millones, un salto del 75% interanual desde los $3,2 millones del año pasado.

Detrás del número hay dos realidades: 6,2 millones de personas combinan deuda en el sistema bancario y en el circuito "extra bancario", y las condiciones de financiamiento fuera del banco resultan, en promedio, muchísimo más onerosas.

Cuánto debe un "cliente tipo" y por qué duele más

El Central, en el mencionado informe, desagrega esto: los saldos promedio en bancos alcanzan $4,4 millones por cliente y, además, esos mismos deudores agregan otros $1,2 millones en entidades no bancarias (billeteras, cadenas comerciales, cooperativas, financieras).

Fuera del sistema tradicional operan 542 prestadores relevantes y, en total, hasta julio ese sector acumulaba $11 billones en colocaciones entre tarjetas y préstamos personales. La combinación de montos y tasas explica por qué la presión sobre los bolsillos se siente ya en la vida cotidiana.

"La escalada de tasas que dominó gran parte del año terminó por tensar la cuerda del crédito doméstico", subraya a iProUP Gabriel Meloni, especialista en consumo.

La calidad de cartera muestra un deterioro importante: la tasa de irregularidad (mora) combinada (es decir, bancos más entidades no bancarias) alcanzó 8,6%, más del doble que en enero. Pero el foco crítico está fuera del sistema: la mora entre prestadores no bancarios trepa a 15%.

Si se mira por producto, los préstamos personales de fintech y financieras presentan 20% de demora. Los planes para electrodomésticos llegan al 27% y las billeteras exhiben 18% de impagos. El BCRA define mora a partir de los 90 días, aunque advierte que hay porciones crecientes de cartera "en riesgo" antes de ese umbral.

Para Meloni, "una parte del problema es la desalineación entre inflación y costo del crédito". Mientras la inflación anualizada rondaba 23%, las tasas nominales del universo no bancario promediaban 129% anual en préstamos personales. La tarjeta de crédito bancaria promediaba 92% anual.

Es decir: el interés mínimo cuadruplica la suba de precios, lo que comprime capacidad de pago y alimenta atrasos futuros.

Por qué crecieron los préstamos no bancarios

El informe revela que el financiamiento fuera de bancos se expandió con fuerza: en un año el stock real de préstamos no bancarios subió 144% y los plásticos un 53%. La explicación es en parte estructural: "durante meses previos a las elecciones el Gobierno apretó la liquidez para proteger el tipo de cambio y eso redujo la oferta bancaria", sostiene Gabriel Meloni.

Como consecuencia, empresas, billeteras y cadenas aprovecharon la ventana para ofrecer crédito con requisitos más flexibles (y tasas superiores) que atrajeron a segmentos que no querían o no podían acceder al banco.

Tras las elecciones, el BCRA empezó a relajar encajes para movilizar recursos y estimular que los bancos vuelvan a prestar. Esa batería de medidas busca recomponer crédito formal más barato y, de paso, sacar presión del circuito no bancario.

El tema es que la transición no es automática. Es un proceso que requiere tiempo, confianza y que las entidades efectivamente tomen saldo para colocar. Mientras tanto, el stock de deuda y la elevada tasa de interés mantienen latente el riesgo de que la porción "en riesgo" se transforme en mora efectiva.

Para el experto consultado, a corto plazo hay dos caminos. En el escenario positivo, la relajación de encajes y una mejora gradual en el flujo de depósitos permiten a los bancos ampliar oferta crediticia a tasas más competitivas, algo que descomprime a los hogares y reduce la presión sobre prestamistas no bancarios.

En el escenario adverso, la desaceleración económica y tasas todavía altas alimentan más impagos: la mora sube, las entidades no bancarias endurecen condiciones y aumenta la expulsión de crédito para segmentos vulnerables.

Para tomar decisiones, empresas y reguladores deberían priorizar monitoreo de la cartera "en riesgo", políticas de reestructuración orientadas a deudores con capacidad de pago y herramientas para impulsar la competencia bancaria como alternativa más barata.

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