Red Link es una de las empresas argentinas que está trabajando más fuertemente en la transformación digital. Si bien es conocida como la red de cajeros automáticos de los principales bancos estatales (como Nación, Ciudad y Provincia), actualmente es una empresa integral de soluciones tecnológicas para el sistema financiero.

En este sentido, la compañía también brinda plataformas de home banking y banca móvil, además de ofrecer ValePEI: una app que permite realizar pagos por QR y transferencias inmediatas entre usuarios.

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Jorge Larravide, Chief Operating Office de la firma, dedicó toda su vida profesional al sector bancario y por lo menos una década a la banca digital. Hace 11 años que forma parte de Red Link y desde allí trabaja en generar alternativas cada vez más innovadoras para este mercado. 

El ejecutivo dialogó con iProUP acerca del sector en la Argentina, su presente y su futuro.

– ¿Cómo está la banca digital hoy en la Argentina?

– Está en un proceso de transformación y de maduración. Según el Banco Central, hay 45 millones de tarjetas de débito. Por supuesto, no corresponden a 45 millones de personas, ya que muchos operan en más de un banco. En nuestro caso, el promedio es 1,3 aproximadamente.

El desafío está más orientado a trabajar sobre los hábitos de las personas y la tecnología, que día a día avanza y crece a una velocidad agigantada. Ahí es donde todavía hay que profundizar, trabajar, explicar, pero sobre todo sacar dudas, esquivar las inseguridades.

Sin embargo, la banca digital está madurando. De hecho, muchos de los canales electrónicos que las personas usan están subexplotados. En infinidad de operaciones, la gente se restringe a usar unas cinco, seis, siete cosas. En el cajero, el usuario saca plata y consulta saldos; en una app mobile, ve los movimientos, paga y transfiere. Pero hay infinidad de operaciones que todavía se podrían resolver de esa manera, sin perder tiempo. Sin embargo todavía hay cierta tendencia a ir a una sucursal física.

– ¿Cuáles son esas operaciones que podrían resolverse de manera virtual?

Hoy, casi cualquier transacción que un individuo le demande a un banco está disponible de forma digital: operar una cuenta, una tarjeta de crédito, un préstamo personal, algún tipo de inversión, plazos fijos, fondos, acciones, programas de fidelización. Incluso, la apertura y cierre de productos.

Tal vez, para préstamos mucho más específicos que requieren otro análisis, como un hipotecario, todavía se requiera un mix entre interacción digital y física.

Por otro, lado estamos asistiendo a algo que es una excelente noticia para la Argentina, que es tener el primer banco 100% digital: WiloBank. Es el primer caso donde uno puede hacerse cliente sin ir jamás a una sucursal ni llevar un papel. Yo lo probé, soy cliente y es una experiencia fabulosa, muy distinta a la que estamos habituados.

– Dentro de la banca digital, ¿cuáles son los servicios que más se están desarrollando?

Lo que en este momento se está destacando muchísimo y crece a tasas de más de 500% son las billeteras digitales. Ofrecen la posibilidad de no utilizar el dinero físico, que las personas se envíen fondos o paguen a un profesional con QR. Básicamente, se trata de lograr que el dinero digital prevalezca y se utilice menos el físico. Es parte del desafío.

– ¿Cuáles son los beneficios del dinero electrónico sobre el físico?

Son muchos. Si lo vemos desde el lugar del usuario final, que utiliza los servicios, el beneficio tiene que ver con la comodidad, la usabilidad y la experiencia que implica hacer absolutamente de todo desde una aplicación. Desde darse de alta como cliente en un banco, hacer un pago hasta cualquier tipo de compra o transacción de manera absolutamente inmediata.

También hay que destacar la seguridad: operar por cualquier tipo de dispositivo y canal de un banco es totalmente seguro. Si hay una vulneración, el mismo banco te respalda. En cambio, si te roban dinero en efectivo nadie te lo devuelve.

En cuanto al sistema en general, el principal beneficio tiene que ver con la eficiencia y con la baja de costos. Hoy, la plata da como una especie de vuelta al perro: viaja de un lado a otro en camiones de caudales y en muchas ciudades y pueblos de toda la Argentina se hace a lo largo de miles de kilómetros.

Todo eso cuesta mucho y es muy ineficiente. Si todo ese circulante es digital, esa cantidad de rotación de dinero será menor y, por ende, bajarán los costos. En ese sentido, ganan todos: el usuario y el banco, porque es más eficiente y seguro.

– Para que la banca digital se instale también es necesario el apoyo de las autoridades, ¿hay acompañamiento para que esto suceda?

Efectivamente sí, eso es muy notorio. El Banco Central, sobre todo durante la gestión de Federico Sturzenegger y Lucas Llach, habilitó un montón de alternativas que permitirían armar un ecosistema digital y de pagos donde estén incluidos los bancos tradicionales y las fintech, algo que hace tres años era impensado.

De a poco, ya empiezan a combinarse fintech operando con bancos en forma colaborativa y ofreciendo mejores soluciones para que las personas elijan la opción que más les guste.

– ¿Cuál es la respuesta de los usuarios?

Es un poco variado el comportamiento. En general, lo que ocurre es que no es tan rápida la adopción de una nueva tecnología, pero una vez que se usa y se verifica que funciona bien, que es útil y segura, y que todos los temores se disipan, la intensidad del uso es altísima.

Por otro lado, el comportamiento no es el mismo en los lugares más pequeños o alejados que en las grandes ciudades, en las muchas personas tienen cada vez menos tiempo para trámites porque trabajan muchas horas, con lo cual sí o sí necesitan optimizar el tiempo.

Otra variable es el rango etario. Por supuesto que los jóvenes abrazan la tecnología más rápido, pero últimamente está sucediendo que incluso los de edades más avanzadas comienzan a usarla. Por ejemplo, los jubilados y pensionados que ahora pueden hacer la fe de vida usando la biometría. Tal vez no usan una billetera digital, pero sí empiezan a usar la tarjeta de débito para no estar retirando dinero.

Por eso creo que se trata de trabajar mucho sobre el hábito de las personas. Todavía hay mucha falta de conocimiento. Hay que difundir, comunicar y explicar que las cosas se pueden hacer, que no son tan difíciles. Los mejores casos de uso se dan, de hecho, por el boca a boca.

– Entonces, el principal miedo de la gente es la seguridad, ¿cómo se vence eso?

Efectivamente, es una de las principales barreras que hay que romper. Muchas de las consultas que recibimos tienen que ver con eso. La realidad es que desde el lado del usuario hay una cantidad de alternativas que puede utilizar para sortearlo.

Por ejemplo, puede setear sus límites disponibles. En el caso de las billeteras, hasta puede prender y apagar su tarjeta de débito si por ejemplo le toca ir a una zona insegura.

Desde el lado de las entidades, hoy en día existe una infraestructura de equipos enorme trabajando 24 horas, los siete días de la semana, para frenar cualquier situación que pudiese resultar mínimamente sospechosa.

– ¿Sobrevivirá la banca tradicional?

Yo creo que puede convivir perfectamente con la digital. De hecho, hoy lo están haciendo. Es cierto que va a ganarle cada vez más espacio a la tradicional y física. Indudablemente, va a ser así, pero no significa que la banca física vaya a desaparecer, sino que seguramente se va a transformar.

– ¿Cuál es la herramienta que mayor potencial de desarrollo tiene, por lo menos en el corto plazo?

Definitivamente, la biometría. Va en línea con la innovación, la seguridad y para facilitarles la vida a las personas. Es una tecnología sumamente interesante, sobre todo en un país donde nos jactamos de haber inventado las huellas dactilares. Ya estamos trabajando en un sistema que permite la biometría en cajeros automáticos, donde uno puede operar simplemente con la huella y sin tarjeta.

Y esto es solamente el inicio, la biometría se utilizará en aplicaciones móviles y para todo tipo de operaciones. Este concepto del plástico físico –ya sea tarjeta de debito o crédito– es algo arcaico, que ya tiene décadas y es más vulnerable. En algún momento, tenderá a bajar y finalmente desaparecerá.

En el futuro, se usará también el reconocimiento del iris, la voz, el patrón de venas e, incluso, se pueden llegar a combinar entre sí, dependiendo el tipo de complejidad de la operación. La biometría, y más adelante el resto de estas tecnologías, ayudará a facilitar todo tipo de operaciones y a hacerlo con el máximo nivel de seguridad.

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