Desde que comenzó el tratamiento de la ley he pedido una y otra vez alguna explicación razonable a esta pregunta: ¿por qué el apuro?

Como no he encontrado una respuesta satisfactoria, lógica, me quedo con las ganas de seguir preguntando: ¿por qué no tomarse el tiempo y el trabajo de entender cuál es la perspectiva de las personas y empresas sobre la experiencia de "trabajo en casa" que hemos estado haciendo? ¿Por qué no aprovechar la oportunidad para imaginar un modelo superador? Por qué…

Hacía varios años que se venía trabajando en hacer entender al mundo empresario las facilidades que nos dan las herramientas tecnológicas de la época. Herramientas que nos permiten diseñar modelos laborales superadores.

Las nuevas tecnologías nos dan la oportunidad de cambiar nuestros modelos mentales, nuestra forma de pensar las cosas. Hubo quienes se subieron rápidamente a esto dando más libertad de acción a los empleados en cuanto a los días de trabajo en oficina, horarios más flexibles, trabajo por objetivos; y hubo quienes se demoraron en el proceso.

 

Y llegó la cuarentena y obligó a todos a hacer un cambio rápido, urgente, por una cuestión de supervivencia. Como siempre, tarde o temprano la vida nos obliga a transformarnos cuando no lo hacemos de motus propio.

Aún estamos observando, estudiando, pensando los efectos, beneficios y debilidades de este experimento de trabajar en casa de manera masiva. Apenas estamos empezando a reflexionar para luego poder corregir, repensar y avanzar.

En medio de este proceso de entendimiento hacen su aparición en escena nuestros representantes con una ley. Una serie de normas que tienen la pretensión de poner restricciones a algo nuevo. Casi que no sacamos aún ninguna conclusión y aprendizaje, pero la ley ya está. ¿Estarán muy avanzados e iluminados respecto del futuro? ¿O será otra la cuestión?

Todo proceso de transformación se da por el choque de fuerzas: la delo nuevo versus la de la resistencia. O, lo que es lo mismo, nuevos sistemas de pensamiento a los cuales se oponen los modelos tradicionales.

Cuando uno observa la ley no puede dejar de advertir que está analizada y pensada con un sistema de pensamiento del siglo pasado. Persiste en la ley la idea del (mujer u hombre) "trabajador-engranaje" que cumple un horario de 9 a 18  y que, por sobretodo, no le gusta el trabajo que hace. Un modelo de trabajador "Tayloriano" que no ve la hora de que llegue el fin de semana.

Han hecho "encajar" el teletrabajo en marcos conceptuales y legales antiguos. Es un intento por encajar un cuadrado dentro de un círculo. Se han dado en este proceso algunas cuestiones muy curiosas que representan extremos.

Por un lado, durante el primer mes y medio de cuarentena se vio con claridad que había personas trabajando más horas que antes. Quedó a las claras que esta presión extra era la visibilización de un modelo de liderazgo antiguo que está basado en el control, meter cuanta tarea haya para "sacar" jugo del horario del empleado. Esto se fue diluyendo de a poco por lo burdo de la situación.

Y por otro, muchas personas y empresarios se empezaron a dar cuenta de que con 4 o 5 horas diarias se puede cumplir muy bien con la tarea. Las razones son muy simples, cuando se trabaja en oficina hay momentos que se toma café, se conversa, se extienden las reuniones multitudinarias; todo eso que le pone "sal y pimienta" al trabajo se desvaneció. Y así el tiempo sobró...

Es interesante, porque podríamos empezar a concretar trabajos móviles, por objetivos que podemos realizar en 4 o 5 horas por día. O en 12, para quienes se apasionan con lo que hacen, sin que eso represente un riesgo legal para el empleador. Pero de nuevo, son modelos mentales nuevos que están a años luz de la ley.

Hay un artículo de la norma que obliga a la empresa a conservar espacios físicos de trabajo en caso de que el empleado decida dejar de teletrabajar. Es para preguntarse ¿qué interés hay detrás de este artículo? Las ya destruidas Pymes, como consecuencia de los desvaríos económicos de los sucesivos gobiernos y la cuarentena, empezaban a ver una oportunidad de reducción de costos en alquileres de oficinas. Un golpe más y van…

Como humanos que somos, tenemos una gran fuerza creadora y transformadora que nos hace avanzar a cada segundo. Que el propósito de una ley aplique una enorme fuerza restrictiva obtura el desarrollo.

Prefiero pensar una norma con un propósito más asociado a la fuerza del cuidado, es decir, una fuerza que minimiza daños ante la, a veces, brutal fuerza de la creación, pero bajo ningún aspecto aniquilar las iniciativas apenas se empiezan a desarrollar.

El presente nos ha encontrado diseñando un modelo novedoso de vínculo laboral basado en propósito, talentos, trabajo por objetivos y movilidad; un modelo de organizaciones singulares que hagan más plena nuestra vida laboral.

Una verdadera transformación en nuestro sistema de creencias. Y, como suele ocurrir en este juego de la vida, siempre hay quienes vienen a complicar el crecimiento.

*Adrián Gilabert es autor del libro "El trabajo ha muerto"

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